Una tregua y un pacto: así se gestó el plan para la guerra con los narcos

Miércoles 31 de Agosto de 2016, 10:28




Por Eduardo van der Kooy
Clarín


Mauricio Macri comenzó a asumir ayer un doble desafío. Expuso la idea de cumplir con una promesa de campaña: la lucha contra el narcotráfico.

Asumió hacerlo además en el marco de una política de Estado. Al menos el teatro montado en Tecnópolis dejó esa impresión: con excepción del kirchnerismo, lo acompañaron la mayoría de las fuerzas opositoras. Con el soporte que le brindó, por otra parte, la presencia y el mensaje del titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti.

A esta altura ya suena incomprensible y patológico el empeño por el aislamiento que exhiben los K.

Podrá justificarse su condena y la no colaboración con el Gobierno sobre las medidas económicas.

Pero la ausencia en Tecnópolis acicatea las sospechas sobre los vínculos que el kirchnerismo pudo desarrollar con los narcos en la última década.


No se trataría sólo de impericia política sino de posible complicidad. Capaz de conceder crédito a la ráfaga de declaraciones zigzagueantes de Ibar Pérez Corradi. El presunto responsable del triple crimen de General Rodríguez que –según sus confesiones-- estuvo ligado al tráfico de efedrina. Un negocio que se filtró en la campaña electoral del 2007 de Cristina Fernández.

Pérez Corradi dejó algunas definiciones sorprendentes el domingo en el programa La Cornisa. Dijo que el negocio de la efedrina era de Ricardo Echegaray, ex titular de la AFIP, con protección de Aníbal Fernández. Que tuvo protección del Gobierno de Cristina para estar tantos años prófugo. Que le habían dado incluso tres DNI en blanco. Que trabajaba con la ex SIDE para traficar efedrina con rumbo a México.

En Tecnópolis se hizo evidente la amplitud de la grieta que existe en el principal conglomerado de la oposición. La prescindencia de los K contrastó con la presencia de cinco gobernadores del PJ. Los de Córdoba (Juan Schiaretti), Salta (Juan Manuel Urtubey), Tucumán (Juan Manzur), Misiones (Hugo Passalacqua) y Tierra del Fuego (Rosana Bertone). Como una cuña entre ambos sectores se instaló también Sergio Massa, diputado del Frente Renovador. El ex intendente de Tigre también tuvo al combate contra los narcos entre los principales tópicos de campaña.

Hubo otros gobernadores oficialistas –entre ellos María Eugenia Vidal-- y de partidos provinciales. Miguel Lifschitz, de Santa Fe, no llegó a tiempo porque la niebla en el aeropuerto de Fisherton lo demoró. Aunque arribó para la reunión de trabajo con la ministro de Seguridad, Patricia Bullrich. El socialismo, sin embargo, llevó a Tecnópolis la delegación provincial más nutrida liderada por el ex mandatario, Hermes Binner, la diputada Alicia Ciciliani y la intendente rosarina, Mónica Fein.

Esa concurrencia no respondió a ninguna casualidad. Santa Fe, en particular su ciudad mas importante, Rosario, representa un símbolo de la penetración del narcotráfico en la Argentina. Será casi un laboratorio para la guerra que promete Macri. Pero el vínculo entre el macrismo y los socialistas nunca fue sencillo.

Caben dos precisiones para ajustar el contexto. La visibilidad del narcotráfico en Rosario responde también a la decisión de la administración provincial de no ocultar información. Cada muerte se comunica. Distinto a lo que sucedió en Buenos Aires durante el mandato de Daniel Scioli. El cuadro en aquella ciudad santafecina se agravó por cierta indolencia del propio gobierno y la diáspora que generó en el mundo de los narcotraficantes la desarticulación de la sonada banda de Los Monos.

Esos delincuentes concentraban un negocio que, con su desaparición, se terminó multicartelizando. Por esa razón existen con tanta frecuencia los ajustes de cuenta callejeros.

El inicio del operativo nacional antinarco no sería posible sin una ingeniería política entre el macrismo y los socialistas que empezó a trazarse el último lunes. Marcos Peña estuvo con Lifschtiz y Ciciliani. Había que disipar rencores y trazar un plan de acción.

El vínculo entre ambas fuerzas parió de un modo traumático. Ni bien asumió el Presidente se produjo la fuga de la prisión de máxima seguridad de General Alvear de los hermanos Martín y Cristian Lanatta y de Víctor Schillaci. Los tres condenados como presuntos autores del triple crimen. La captura de ellos se produjo en Santa Fe en medio del desorden de las fuerzas policiales y de seguridad y de los reproches entre los gobiernos nacional y provincial.

El rumbo pareció encauzarse luego de la primera cumbre en Olivos de Macri con todos los gobernadores. Durante la cual Lifschitz desarrolló un papel protagónico. Fue un espejismo. Hace pocas semanas el Presidente endilgó al socialista ser el mandatario menos colaborador con el Gobierno.

Hubo un pico de tensión que el socialismo supo fogonear con palabras que duelen al macrismo: la repetida calificación de “hombres de derecha”. El oficialismo, en general, se siente incómodo y lejos de esa tipificación. Tampoco las voces socialistas son unánimes. El ex gobernador, legislador provincial y titular del partido, Antonio Bonfatti, se empeña en sesgar aquella dirección. Lifschitz acostumbra a ser mas prudente porque está a cargo del timón.

Todos esos desencuentros circularon en la mesa que Peña compartió con la dirigencia socialista. Pero se selló una tregua. Que incluyó un breve escrito de tres puntos. El compromiso de los bandos para tener como prioridad la lucha contra los narcos; la colaboración con Santa Fe para promover la producción y el empleo; el aplazamiento de las cuestiones electorales. Al menos hasta el verano.

Los socialistas son socios del radicalismo en el gobierno provincial. Los radicales son socios del macrismo en el gobierno nacional. Las legislativas del 2017 resultan ahora mismo un incordio. Tal vez el desdoblamiento electoral –Santa Fe vota separadamente, según su Constitución-- podría significar un atajo para todos. Pero se trata de un obstáculo para actuar en la guerra que Macri pretende contra los narcos.

Ese puntapié tuvo una inmediata consecuencia. Lifschitz estuvo ayer con toda la plana del ministerio de Seguridad. La ministro Bullrich, Eugenio Burzaco, Alberto Fohrig y Gerardo Milman. Como para disipar cualquier sensación de retaceo. Comenzaron a diseñar un programa cuyo arranque resulta conocido: el pronto envío de 3 mil gendarmes para patrullar calles y rutas de Santa Fe.

Una experiencia similar, instrumentada por Sergio Berni como secretario de Seguridad de Cristina, tuvo pobres resultados.

Con derivaciones: los roces con la policía provincial y la falta de una logística para contener a tantos gendarmes. Ahora habrá un adicional: la vigilancia sobre el corredor del Río Paraná que incluye varias ciudades de Buenos Aires. Un colador que el narcotráfico explota.

 El intendente de Campana, Sebastián Abella, relató días pasados detalles de su cotidiana desventura. La droga ingresa por todos lados. Lo corroboró al ser requisado un automóvil chocado que era trasladado campante sobre un camión de remolques.

La pretensión de la guerra contra los narcos llega en un momento crucial para Santa Fe. El jueves pasado una marea humana irrumpió en las calles de Rosario para clamar por seguridad. Hasta policías dejaron sus uniformes y de civil se sumaron a la plegaria. Resultó un sopapo para toda la clase dirigente. Que socialistas, macristas y radicales sintieron con mas fuerza.



Fuente: http://www.clarin.com/politica/pacto-guerra-narcos_0_1641436043.html