Gino Tubaro, el inventor que le cambió la vida a mucha gente

Domingo 25 de Septiembre de 2016, 09:08

Gino Tubaro.



Vivíamos con mamá en Pompeya. No teníamos un mango y yo hacía mis propios juguetes; no me quedaba otra. Esos fueron mis primeros inventos”, cuenta Gino Tubaro (21). ¿Si era el bicho raro del piberío? “Depende: seis días a la semana era el sapo de otro pozo, y uno solo me sentía parte del grupo”, explica. Ese día era el que le tocaba asistir a la Escuela de Inventores. Ahí es donde empezó a desarrollarse y a encontrar su vocación.

¿Cómo se define? “Inventor”. Desde sus primeros años de vida, este chico de clase media-baja demostró ser un niño prodigio. Aunque no todos supieron verlo. “Yo estudiaba en el Instituto Bernasconi de Parque Patricios. Un día, la profesora me pidió que dibujara un avión sencillo y yo le hice uno con turbinas porque, en mi imaginación, volaba más rápido. Pero a ella no le gustó mucho y me desalentó a que siguiera: ‘Ese avión no va a volar nunca, y vos no vas a ser nada en la vida’”, le dijo la maestra.

–¿Cómo te marcó ese episodio? ¿Fue algo traumático o te movilizó para seguir adelante?

–Cero. En mi infancia, todos me decían que no: los chicos, los maestros... Mi viejo se fue de mi casa a los cuatro años y también tiraba en contra. La única que me decía que sí era mi mamá, Marta.

–¿Cómo recordás tu primer invento?
–Yo nací en Pompeya. Mi vieja bancaba todo sola y no teníamos las cosas fáciles. Me acuerdo que había unos trompitos de moda, que no podíamos comprar. Entonces, corté un sifón al medio, le saqué la válvula y la di vuelta, para usarla como propulsor. Lo ataba con un hilo y el trompo giraba. Había hecho un juguete de la chatarra y, para mí, era lo más divertido.

LA IMAGINACION AL PODER. Parece que, después de aquel trompo, Gino nunca paró de inventar. Claro, cuando todos se iban a jugar a la pelota, él se internaba en el Taller de Inventores. “Pero también hice básquet y once años de natación”, aclara. Aquello fue a los cuatro, cinco años: “Agarraba las herramientas. También rompía mucho, eh: cuando quería desatornillar algo y no tenía fuerza para hacerlo, lo desarmaba a martillazos”, dice. Y, ya a los 16, Gino Tubaro vivió la gran experiencia que le hizo dar el gran salto: “Fuimos a un campamento de Ciencia en Virginia, Estados Unidos, donde aprendimos sobre impresoras 3D”, recuerda. Gino había aprendido todo sobre aquella novedosa tecnología, aunque no tenía la plata ni los medios para acceder a una de esas impresoras. ¿Qué hizo entonces? Construirla él mismo

“Me bajé los planos y construí la impresora yo mismo, para empezar a hacer las carcasas de mis trabajos”. En esos días, Gino ofreció una charla sobre el tema y contó su gran proyecto: fabricar una prótesis para personas que hubieran perdido su mano. Entonces encontró un socio.“Me parece buena tu idea; hagámoslo juntos”, le dijo. Y rápido apareció el primer desafío: “Para él era un gran negocio. El quería vender, vender, vender... En esos días conocí a la mamá de Felipe Miranda, un nene que necesitaba una prótesis. Entonces yo dije: ‘Okay, todo lo que estoy haciendo es buenísimo, pero en vez de venderlo le puedo cambiar la vida a mucha gente’, explica Gino.

–¿Qué sentiste cuando viste por primera vez a Felipe con tu mano?
–Un sábado a la mañana pasó un familiar de Feli y se llevó la prótesis en una caja. No sabíamos cómo iba funcionar, si le iba a quedar grande o chica. Esa misma noche, la madre nos manda un video donde Feli agarraba cosas con la mano. “Mamá, me duele el músculo”, decía. Estaba moviendo su músculo por primera vez. Era feliz.

–¿Tenías ganas de conocerlo?
–Claro. A la semana fuimos a Tres Algarrobos, su pueblo. Yo no tenía un peso, así que aproveché que me llevaban. Me bajé del auto y lo llaman a Feli: “Tenés una visita”. Cuando me fui se largó a llorar, me abrazaba, mi vieja lloraba... Son momentos que no tienen descripción. Nos quedamos hasta la noche. Comimos empanadas como si nos conociéramos desde siempre.

UN EINSTEIN EN POMPEYA. Ahora, Gino ajusta una nueva prótesis en Atomic Lab. “Mi mundo”, como le gusta definir al taller que tiene el Centro Metropolitano de Diseño del Gobierno de la Ciudad. Esta es la versión mejorada de aquella primera mano que recibió Felipe: “Estas ya no llevan hilos ni cuerdas, y son más fáciles de ensamblar. Usamos ácido poliláctico (PLA), un derivado del maíz, y un material antibacteriano que evita que quien lo usa se lleve microbios a la boca. Si vos fueras a buscar un brazo ortopédico al mercado, sería muy pesado y su tamaño es estándar. El nuestro se puede tunear: cada mano o brazo tiene su tamaño personal. Y lo podés hacer del color que quieras, de tu club de fútbol o tu superhéroe favorito”, se entusiasma.

El lugar está repleto de prótesis, impresoras 3D y proyectos futuros. Un pequeño Einstein mira desde un rincón. “Es nuestra cábala”, cuenta. Gino ya entregó unas 150 manos y brazos y ahora su objetivo es llegar a las 1.000 prótesis. Su invento recorrió el mundo. Con apenas veinte años ya ofreció charlas en Egipto, Tailandia, México, Uruguay y hasta encabezó un #Manotón (como él llama a la entrega de prótesis) con la Fundación Messi. El último 24 de marzo, en su visita a la Argentina, el presidente Barack Obama lo citó como ejemplo entre cientos de jóvenes emprendedores.

–¿Qué fue lo que te movilizó a ofrecer tu invento de forma gratuita?
–Las podríamos haber vendido y ganar buena plata, pero a mí no me sale nada (N. de la R: La mano cuesta entre 5 y 7 dólares y Gino podría venderla entre cinco y diez mil pesos) y la gente me da más de lo que puedo pedir... ¿Para qué? Prefiero entregarlas gratis.

–¿Tiene que ver con tu origen?
–Seguramente. A mí me mueve la gente que no tiene un peso y necesita una prótesis, y nunca imaginó tener una mano. Mejor paga que eso no hay. Yo vengo de un lugar donde todo nos costó mucho; por eso las manos siempre van ser gratuitas. Alguna vez, familias adineradas me quisieron correr con plata. Pero no es la manera.

–¿Después de esto, cómo pensás seguir cambiándole la vida a la gente? 
–Mi siguiente proyecto es una remera anti infarto y un traductor de texto a braille. Y una impresora 3D de costos reducidos, con los archivos de las prótesis cargados para poder enviarlos a Mozambique y otros países, así los pibes pueden imprimir sus propias prótesis.



Fuente: http://www.gente.com.ar/actualidad/la-increa-ble-historia-de-vida-de-gino-tubaro-inventor-que-le-cambia-la-vida-a-mucha-gente/23408.html