Tres perfiles de hombres celosos

Miércoles 26 de Abril de 2017, 12:39

No todos los celos tienen la misma intensidad, ni el mismo trasfondo, ni traen el mismo nivel de conflictividad en una pareja.



Todos sabemos de qué se trata. ¿Quién no conoce esa urticante sensación de ser engañado, excluido, postergado? Son los celos, que nos visitan cada tanto desde que éramos chicos, cuando pugnábamos por el amor de nuestros padres o por un lugar entre los hermanos. Pero, aún siendo universales, no todos los celos son iguales.

Una pizca de sal (sin pasarse)

Forman parte, en primer lugar, del caudal afectivo de toda pareja erótica. Para nuestra incomodidad, la incertidumbre es condimento esencial del erotismo y obliga a mantener viva la seducción. Una cierta inquietud y un discreto estado de alerta son el precio a pagar por una pareja sexuada. Por lo contrario, las certezas y la ausencia de celos suponen la negación de los terceros y la narcotización del vínculo. En una relación amorosa, la calma chicha nunca es buena señal.

La escena clavada

Sin embargo, y siguiendo el recorrido, lo que para algunos es sólo inquietud, para otros es una tormenta. Basta un pequeño indicio (una mirada, un saludo) para desatar una reacción emocional que no guarda proporción con lo ocurrido. La ira, las conclusiones excesivas y los reproches de toda laya dominan la escena. La reiteración de estos episodios es inevitablemente dañina. La convicción con que el celoso argumenta, produce en el otro una mezcla de sentimientos negativos: rechazo, confusión, parálisis. Aún cuando todo termine en disculpas, las acusaciones no se evaporan y la repetición las sedimenta, deteriorando la confianza.

Las causas verdaderas de estas crisis no están en el presente, sino en el pasado de quien las sufre. Padres mujeriegos o abandonantes, madres muy exigentes o, tal vez, rivalidades entre hermanos, pueden ser ejemplos de situaciones vividas en la niñez que alteran la elaboración edípica y la construcción de la autoestima. Estas personas suelen tener dificultades en la normal competencia con su propio sexo y celan a hombres o mujeres que les resultan atractivas a sí mismas; ven como rivales a quien ellos (por su propia historia, por sus clichés) consideran deseables. Paradójicamente, este mecanismo los lleva con frecuencia a ver el peligro donde no está.

Otelo

Una tercera categoría nos lleva a la historia del desafortunado Otelo que, preso por celos delirantes, termina matando a su amada Desdémona. El delirio de celos forma parte de patologías psiquiátricas más complejas, tales como la paranoia, la esquizofrenia o las demencias seniles. Se trata de un delirio interpretativo al estilo de “sé que hiciste tal cosa por tal motivo”, basándose en una idea completamente irracional. Cuando están en pareja, suelen ser personas rígidas y controladoras, generando climas asfixiantes, aunque aquí el problema no está en el vínculo, sino en la patología de base, que debe ser diagnosticada y tratada. El ejemplo de Otelo no debe ser olvidado: muchos crímenes, mal llamados pasionales, tienen este origen. En estas patologías, la fantasía adquiere el status de certeza y enfrenta al celoso a una realidad que lo derrumba, necesita –por cualquier medio- borrarla, hacerla desaparecer. Es así como la violencia en todas formas (y en ambos géneros) aparece como respuesta furiosa y desesperada ante la intolerable afrenta de ser engañado, que equivale a ser abandonado y humillado. La furia narcisista será el vehículo de lo que, en definitiva, no es más que un niño desamparado. El final, puede ser trágico.

En síntesis, los celos –como cosquilla o como tormento- no son más que la expresión de nuestro miedo a perder en el siempre vano intento por poseer al otro y tener su amor asegurado.

Fuente: https://entremujeres.clarin.com/entremujeres/pareja-y-sexo/hombres/perfiles-hombres-celosos_0_Hk409KPAl.html