El Familiar: el perro del diablo que asolaba los ingenios tucumanos

Sábado 08 de Mayo de 2021, 09:23

La leyenda de El Familiar



A diferencia de la mayoría de las historias, la leyenda de “El Familiar” surge en la época moderna y de la mano del progreso industrial. Nace y se desarrolla en Tucumán junto con la proliferación de la industria azucarera y la instalación de varios ingenios a finales del siglo XIX y principios del pasado, donde se empleaban a miles de obreros a sueldos de hambre y condiciones de trabajo inhumanas.

El Familiar era el perro del diablo. O tal vez el Diablo mismo. Negro como la muerte y feroz como todo el mal del mundo. Poseía un hambre que sólo se saciaba con la entrega de un peón al año. Por lo que el patrón del ingenio o el capataz, que había hecho un trato con el Diablo a cambio de la prosperidad del negocio, debía entregarle un obrero para que el Familiar se lo coma.

En estas ocasiones solía tomar la forma de una gran serpiente que era llamada “El Viborón” y se tragaba al infortunado en los mismos sótanos del ingenio o en alguno de sus cuartos, donde vivía el Familiar. También podía adoptar la forma de un toro negro, o de un burro, o de un puma, aunque su representación más popular era la del perro.

A veces, el patrón mandaba a un obrero a buscar herramientas o cualquier cosa a estas habitaciones donde lo estaba esperando el perro del Demonio y nunca más volvía a salir.

Solía suceder en los ingenios que durante el trabajo, algún que otro trabajador encontrase la muerte. O bien cayendo a la caldera, o en la cinta trituradora del trapiche. No era algo extraño. Si esto ocurría se decía que había sido el Familiar que andaba con hambre. Si algún trabajador desaparecía, se decía que había sido el Familiar.

Y también podía suceder que el perro se tragase a algún trabajador en especial, sobre todo aquellos que tenían ideas políticas distintas de las del jefe. Estos solían ser los más deliciosos para el perro del Diablo, y además servía como ejemplo para que a ningún otro obrero se le ocurra tener ideas políticas distintas a las del patrón. Incluso era mejor que no tuvieran ideas políticas. Y hasta que no tuvieran ideas en absoluto.

No había manera de matar al Familiar.
Si uno se lo encontraba al perro y quería clavarle el facón, encontraba que eso era imposible. En cambio si llevaba un rosario colgando y una cruz consigo, el perro no lo mataba. Es probable que igual le ladrara, pero a lo sumo salía un poco lastimado, nada más.

El historiador Eduardo Rosenzvaig explicó hace años cómo fue desarrollándose el mito del Familiar en el latifundio de Santa Ana de la familia Hileret. "Los peones estaban capturados de por vida por sus deudas, entonces la única forma que tenían de dejar el ingenio era fugándose -comentó Rosenzvaig-. Los patrones tenían hombres armados que trataban de impedirlo; cuando agarraban algún fugitivo lo mataban para dar el ejemplo. Para que eso funcionase en la psicología de los peones se crea el mito: que en las noches de luna (llena) sale el Familiar. Y que el Familiar hace desaparecer -esa es la palabra que usaban- al peón más rebelde".

"El Familiar se presenta en Santa Ana como un perro negro, muchas veces sin cabeza. Un animal grande que arrastra largas cadenas y que duerme en lugares oscuros: sótanos, calderas, siempre cerca del patrón. Tiene ojos rojizos visibles en la oscuridad", explicó don Olegario Molina, de 93 años, que afirmó haberse topado con la bestia cuando tenía 22 años.