La mitad de los chicos tucumanos come mal y el 22% sufre obesidad

Martes 23 de Octubre de 2018, 08:11

MALNUTRIDOS. Una especialista detectó un alto número de chicos con sobrepeso y obesidad en escuelas tucumanas.



“Si la mitad de la población infantil sufre de malnutrición, el problema dejó de ser individual o familiar; es socioambiental. Y el Estado tiene mucho que hacer al respecto”, lanza, preocupada, Laura Cordero, licenciada en Nutrición, especialista en Salud Social y Comunitaria, y doctora en Ciencias Sociales, con orientación en... Geografía. Sí, ese es el “combo” vocacional de Laura. Y además es mamá.

Como becaria posdoctoral en el Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, Conicet/UNT) está abocada a explorar y describir las características de la distribución espacial de la malnutrición infantil en áreas urbanas y rurales de la provincia.

“Hay datos que llaman mucho la atención. Por ejemplo: la desnutrición infantil es superior en el departamento de Yerba Buena, el más rico en términos de calidad de vida del Norte Grande (NOA y NEA), que en el de Simoca, cuyos índices -cuenta- están entre los más bajos, tanto en la provincia como en el ámbito nacional”. “Y así, el dato impresiona -añade-, pero eso no es lo más grave; en realidad, el gran problema hoy no es la desnutrición. Todo lo contrario: casi la mitad de los niños de entre 8 y 12 años sufre de exceso de peso; y el 22% de obesidad”.

Cuando Laura se inscribió en Nutrición, su “llamado” primigenio, ni se le pasó por la cabeza que terminaría apasionándose por la cartografía. Ni que -menos aún- ambas cosas serían perfectamente compatibles. “Uno entra con una visión muy acotada de la carrera. Pensaba ‘nutricionista’ y la imagen que se formaba en mi mente era un consultorio”, reconoce.

Pero después de recibirse trabajó 10 años en el CAPS de Los Nogales, y se le hizo imperiosa su especialización en salud comunitaria. “En el trabajo de campo uno toma conciencia de la importancia de los ámbitos socioculturales y la importancia de una mirada territorial para entender cómo se manifiesta la salud”, explica.

Entonces aparecieron el tercer llamado, la orientación en Geografía y los mapas. “Son instrumentos muy útiles. Estudiar la geografía de la salud permite tomar decisiones políticas; sin embargo, su utilización en el estudio de la nutrición es reciente. Por otra parte, su análisis permite sostener una cuestión disciplinaria: “la calidad de la nutrición depende de factores biológicos e individuales; pero también el lugar donde se vive genera efectos e impactos”, asegura.

“Sería muy simplista echarle la culpa a la gente cuando hay todo un trasfondo, un medioambiente que nos engorda y que está configurando un panorama en salud cada vez más difícil”, añade. Y eso es especialmente importante en contextos en los que la pobreza compromete la salud y la calidad de vida infantil.

Además de evaluar el estado nutricional de los chicos de Simoca y de Yerba Buena, Laura estudió cómo ellos perciben su salud. “Es lo que se conoce como calidad de vida relacionada con la salud (CVRS). Se evalúa, desde su mirada, cuestiones tanto propias (físicas y mentales) como externas (sus relaciones sociales), que inciden sobre su salud -explica-. Se analizan los datos desde otro ángulo: la mirada está centrada en el bienestar”. No es un dato menor: de lo que se trata es de la promoción de salud, como un fin en sí misma. Y lo que suele ocurrir es que sólo nos preocupemos por ella “en las últimas”

La investigación

Sobre la base de la matrícula escolar (de gestión pública), la muestra incluyó 1.000 chicos de Yerba Buena y 666 de Simoca. Su percepción confirma las mediciones: los niños y las niñas con sobrepeso u obesidad perciben peor su salud (especialmente en aspectos psicosociales como estado anímico, autonomía, aceptación social y percepción de los recursos económicos familiares) que aquellos con un peso adecuado.

Se observó que, a medida que los chicos aumentaban de edad, la percepción de su salud empeoraba. En general, asociaron el sobrepeso y la obesidad con una percepción negativa de los recursos económicos. Por otro lado, el sobrepeso se correlacionó con bajo estado de ánimo, y la obesidad con baja autonomía y baja aceptación social.

“Pudimos constatar que, por lejos, la desnutrición no es el problema preocupante... desde los datos, pero sí lo es entre la gente: ‘si es gordito, está sano’, afirman, asociando la gordura a la abundancia”, relata Laura preocupada, y añade: “no podemos olvidar la carga de estigma que la desnutrición tiene en Tucumán, desde la exposición mundial de muertes infantiles por desnutrición, causadas por la crisis de 2001”. Entonces, cuenta, en los comedores -cuyos recursos, además son cada vez menos- se entiende que al chico que quiere comerse la cuarta tortilla, se la den: la comida (la que sea) debe estar garantizada.

“‘Cómo no le voy a dar’, te dicen con cara de ‘no podés ser tan cruel’”, describe... y comprende (por las razones socio-económico-culturales de nuestra provincia)... y reclama casi a gritos que el sistema (todo) empiece urgente a modificarse. Porque es grave: hoy estos chicos, como resultado de su estado nutricional, tienen menor calidad de vida que sus padres. Y si las cosas no cambian, seguirá empeorando.
 

Fuente: https://www.lagaceta.com.ar/nota/787365/actualidad/mitad-ninos-tucumanos-come-mal.html