Adiós a Carlitos, el triste final del rey de las empanadas de la avenida Roca

Domingo 10 de Marzo de 2019, 21:19

Carlos Medina vendió empanadas de carne, pollo y mondongo durante años en los hornos móviles de la avenida Roca al 200. La alegría de un personaje único se apagó de manera inesperada y golpeó al barrio. Tenía 56 años.



Desde hace unos días la avenida Roca al 200 tiene el clima de este domingo frío y lluvioso de Tucumán. Pasaban los mediodías y los vecinos del barrio miraban a la vereda donde los hornos móviles de barro con empanadas anunciaban la hora del almuerzo. “¡Calentitasss!”, gritaba Carlitos Medina mientras autos, motos y camiones le soplaban el sombrero. “¡Calientes las empanadas!”, anunciaba el vendedor mientras se acomodaba el moño y hacía sonar sus tiradores. “¡De carne, pollo y mondongo las empanadas!”, cantaba el rey con sus guantes blancos de mimo, mientras bailaba en medio de la calle para invitar a los clientes.

Son gritos, gestos, pasos y canciones que ya no suenan. “¿Y Carlitos?”, se preguntaba Federico Carlorosi, quien todos los mediodías veía a través del ventanal al personaje único de la urbe tucumana, el que desde hace años tenía su puesto fijo en las veredas donde antes había funcionado un boliche, cerca de los pókers, la comida al paso para taxistas, canillitas, albañiles y vecinos. “Carlitos falleció”, le responde Rosa, la esposa y compañera de vida durante 28 años, cuando todo empezó en las Termas, siguió durante los veranos en Mar del Plata, Tafí del Valle y luego las empanadas se instalaron definitivamente en la avenida Roca.

“La última vez que trabajó hacía mucho calor. Vino a la casa descompuesto. Se sentía mal. Teníamos el servicio de San Bernardo, pero llamamos a la ambulancia del 107 para que lo llevara al Centro de Salud. Le pusieron suero, pero perdió el conocimiento y ya no podía hablar. Fue un ACV. Al otro día entró en terapia intensiva a la mañana, peleó tres días, pero no nos dieron esperanza, y finalmente murió a las 9. No podemos creer todavía, no caemos. A veces pensamos que se fue a las Termas y algún día va a volver. Tenía 56 años”, cuenta Rosa.

Este domingo al mediodía está Patricia, una señora que ahora vende las empanadas. Rosa pudo ir una sola vez al puesto desde la muerte de Carlitos, un personaje tan alegre en sus formas que este diario le había realizado una nota en diciembre. En los comentarios de una nota anterior, muchos optaron por criticar sus empanadas, sin pensar en que hay una persona que lo único que hacía era vender empanadas, más allá de los gustos: “Carlitos nunca le hizo mal a nadie. Bailaba, posaba, siempre fue así toda la vida. Cuando salió una nota de él en un medio, mucha gente le ha tirado mierda, bajoneándolo, pero le dijimos que no le diera bolilla”.

Diciembre 2018.



Marzo 2019.

La tristeza y el asombro dominan entre los vecinos: “Las cosas de Carlitos están ahí. Su familia sigue trabajando, pero es muy fuerte. Todo sigue montado ahí: hasta los carteles que él hacía, pero él no está. Su alegría se fue. Ya no se lo escucha. Ahora sólo se escucha el ruido de los autos y las motos que pasan. Si andaba triste por algo, combatía eso con su alegría, como un payaso, un mimo. Está raro el barrio. La hija del señor de la farmacia de la esquina también falleció en un accidente hace poco”, relata Carlorosi, uno de sus habituales clientes.

César di Primio es otro de los vecinos que sintieron el golpe de su partida y le escribió unas palabras esta mañana: “Lo vamos a extrañar en el barrio, su estilo único para vender sus empanadas, con los guantes blancos o rojos, el sombrero aludo de guapo del novecientos, y por supuesto, el corbatín que combinaba. Los ademanes circenses en su presentación impecable sobre la avenida Roca, que en esos momentos, cuando Carlitos hacía su función, dejaba por unos segundos de ser una rumbosa avenida y se convertía en tablado de un breve y pintoresco espectáculo. Vamos a extrañar la sonrisa franca y contagiosa, y la siempre candorosa simpatía de Carlitos, el vendedor de empanadas”.

Y también hay clientes sin nombre, como un vendedor de diarios fanático de Atlético que se acercaba todos los mediodías, después de cerrar su puesto, hasta la esquina de Roca y Las Heras. Lo cuenta Rosa: “Va la gente hasta el horno y le pregunta a Patricia, la señora que atiende, qué le pasó a Carlitos. El señor de Atlético, no sé cómo se llama, siempre se sentaba a comer con él. Cuando se enteró, se levantó, pagó las empanadas y se fue sin comerlas. Es el sentimiento que nos dejó a todos: a mí, Ruth, a Braian, sus hijos, y a todos los que lo conocieron, a todos los que quisieron a Carlitos”.



Fuente: http://www.eltucumano.com/noticia/actualidad/254344/adios-carlitos-triste-final-rey-empanadas