La muerte de su hija lo empujó a descubrir su vocación oculta

Lunes 18 de Marzo de 2019, 08:57

Juan Bautista era maestro rural y empleado municipal. La muerte de su beba lo obligó a excavar en la tristeza hasta encontrar un talento que desconocía.



Podía nacer en cualquier momento, por eso su habitación estaba lista. Ya habían lavado a mano su ropa nueva de nena y en su cuna esperaba un conejo tejido al crochet que su mamá le había hecho durante el embarazo. Todo estaba listo cuando pasó lo que pasó: el que iba a ser el anteúltimo control de rutina, los latidos que habían dejado de escucharse, la desesperación, la cesárea de urgencia, la beba -Belén- que nacía muerta, el regreso: el entierro, guardar el conejo, desarmar la habitación.

Juan Bautista Silva (42) y Magdalena Valdez Zanotti (41) llevaban, hasta ese 21 de febrero de 2015, una vida apacible. Juan era maestro rural y empleado municipal en Baradero, a unos 150 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. "Magui" era maestra jardinera y psicopedagoga. En su casa con tranquera vivían junto a Guadalupe, su hija mayor, que en ese entonces tenía 6 años.


"Tener en brazos a una hija muerta y no poder hacer nada es muy duro. Yo le tocaba las manitos, la besaba, la miraba y confieso que en todo momento esperaba que pestañeara", cuenta él. "Era consciente de que no tenía vida pero pensaba ’bueno, a lo mejor mágicamente, como pasa en las películas, mueve los ojos y todo vuelve a ser normal’".

Un infarto placentario, una complicación que Juan ni sabía que existía. El recuerdo es el de él mismo, estructuralmente roto, tratando de atravesar la burocracia que le impedía trasladar el cuerpo de su beba a Baradero. Juan quería tenerla cerca y enterrarla junto a su mamá, que había muerto de cáncer seis meses antes.

Fue el encargado de darle la noticia a Guadalupe, su hija, la niña que había pasado meses cantándole a la panza de su mamá con la ilusión de que su hermana la conociera antes de verla. "Lupe terminó siendo el pilar de la familia porque cuando nos caíamos teníamos que levantarnos por ella. Ese año empezaba primer grado".

Fue duro para Magui volver a su trabajo, en el jardín de infantes. Las chicas y los chicos de salita de 3 años la habían despedido en diciembre con una panza de siete meses y ahora, en marzo, le preguntaban: "¿Y el bebé?". Hubo que ensayar explicaciones, aprender a ponerle palabras a lo innombrable.

"Yo lloraba mucho en la ducha, era ese mi momento terrible", sigue. "Después salía y mostraba que estaba todo bien". Fue cuando su esposa volvió a trabajar y su hija arrancó las clases que Juan empezó a encerrarse en la habitación en la que tiene su escritorio.

"Empecé a escribir a escondidas. Escribía sobre cualquier cosa pero no sobre la muerte, no podía. Escribía para olvidarme un poco del dolor. Cada poema era como subir por una escalera desde ese pozo profundo y oscuro en el que estaba".

Con el tiempo pudo asomarse al precipicio y escribir sobre "lo que nos había pasado".

Vendaval de tu respiración
que ahoga mi sensación
de morir.
Me elevo y caigo
vuelo sin miedo
nube gris de tu pensamiento
quizás si llego
a mi infierno
está al lado de tu cielo.

Juan, que enseña doctrina social a alumnos de secundario de una escuela rural, nunca había escrito nada. Y tardó meses en contarle a su mujer que eso que escondía en un cajón eran borradores de poemas.

Fue precisamente su esposa quien le sugirió que se los mostrara a María Teresa Difalco, una referente en el mundo de la poesía en Baradero.


Mamá duerme con los ojos llorosos
yo la observo hasta quedarme dormido
sueño que sueña…
verte jugar en el cielo.
Mi cielo de Belén
mi estrella fugaz
capaz de hacernos
llorar sonriendo
Durmiendo sin paz
sueño
con verte jugar.


"Primero dije que no, me daba mucha vergüenza. Y un día me animé. Guardé los borradores en un sobre de papel madera y se los llevé. Cuando María Teresa me abrió la puerta, me presenté y le conté lo que me había pasado. ¿Sabés qué hizo? Agarró el sobre y lo abrazó".

Fue ella quien lo convenció para que los publicara. El primer libro de Juan Bautista se llama "De junios y de febrero": junio, el mes en que nació su hija mayor, está en plural. Febrero, el mes en que nació y murió Belén, está en singular.

Tu vocecita
me acaricia la mejilla
y me despierta.
Corro al pie
de la escalera.
Pareces subir
de a dos los escalones
de la vida
y yo me quedo
al pie
por si regresas…
por si caes.
Me quedo
envejeciendo cada vez
que subes
de a dos los escalones
de la vida
y no llego a tocarte.
Te observo
poniéndome los lentes…
peinándome las canas…
arrugando mi frente
con recuerdos.
Te observo
mientras te vas
nuevamente a tu cielo.


Llegaron las entrevistas en programas de radio locales y los diplomas por su aporte a la cultura de Baradero. Los niños de una escuela de isla lo invitaron: tenían su libro en la biblioteca y lo recibieron como a una celebridad.

"No fue una desgracia con suerte. Fue una desgracia, una tragedia familiar. No puedo decir "gracias a que pasó esto pasó esto otro". Nunca voy a estar agradecido, si no hubiese pasado tendría a mi hija conmigo. Sin embargo, ¿es cierto que esa tragedia me ayudó a descubrir esta vocación que desconocía? Sí, es cierto".


Juan Bautista compró libros, empezó a estudiar métricas, diferencias entre poemas y poesía y publicó un segundo libro, llamado "Año 40". Como su objetivo no era ganar dinero, decidió donar lo que había juntado con la venta a "Pelucas solidarias", una ONG que confecciona pelucas de pelo natural para niñas y mujeres en tratamiento oncológico. No eligió una entidad al azar: eligió un espacio en el que conviven la vida y la muerte.

"Creo que la palabra ’poeta’ me queda grandísima. Yo soy alguien que se animó a mostrar lo que escribe. Lo digo porque muchos me vinieron a decir ’yo también escribo’ pero no se animan a mostrarlo porque es muy humilde. Lo mío también es humilde pero está escrito desde el corazón, o desde el pozo".

En abril de 2017 nació Joaquín: a la vista el segundo hijo de la pareja. "Son tres, yo me enojo cuando hacemos un trámite y nos dicen ’¿hijos? y la respuesta es 2. No, son tres". Es que Juan escribe, también, para no olvidarla:

Escribo un poema
para en él dejarte una huella,
para que sigas mis huellas,
para que no te pierdas.
(…)
Escribo un poema,
para que me busques
y me encuentres.
Para que no te pierdas.




Fuente: https://www.infobae.com/sociedad/2019/03/18/la-muerte-de-su-hija-lo-empujo-a-descubrir-su-vocacion-oculta-mi-infierno-esta-al-lado-de-tu-cielo/