Se cumplen diez años de la muerte de Fernando Peña

Lunes 17 de Junio de 2019, 15:00





No se murió en París con aguacero, como predijo –o prometió, o quiso– César Vallejo, el excelso poeta peruano. Se murió en la gris y helada tarde del 17 de junio de 2009, y antes de tiempo, o acaso en el exacto tiempo que lo rondaba con la certeza del fin elegido y la lucha sin convicción, casi mecánica, que algunos simplistas llaman suicidio.

Causa: cáncer de hígado, fatal derivación del HIV (sida) que arrastraba desde el año 2000. Hablo, claro, de Fernando Gabriel González Peña Mendizábal, y Fernando Peña en el escenario, en la radio, en la tele, en los tres libros que escribió, y en los 21 personajes en los que se transfiguró.

Vio la primera luz en Montevideo, hijo del periodista Pepe Peña, experto en fútbol, y de la actriz María José Mendizábal. Lo educaron como a un príncipe del Río de la Plata: los mejores colegios ingleses de las dos orillas.

Entre el 2000 y casi hasta su último escupitajo al mundo lo entrevisté media docena de veces. En la última, en un bar ruidoso y loco, aunque no tanto como su indescriptible casa del bajo de San Isidro, había sumado a sus infinitos tatuajes los últimos y más audaces: coloridos arabescos en su rapada cabeza.

Fernando, en la radio y a fuerza de talento y contracultura, dio golpe. Lo oían para amarlo o para odiarlo. Pero en las dos puntas era insoslayable. Un tipo cuyo mail era guisodemondongo@, y no recuerdo el resto, que fuera Milagritos López, Monseñor Lago o Pepe el Sepultero leyendo los avisos fúnebres del día, no era para hacer girar la aguja del dial, salvo que el odio o el corsé del prejuicio se impusieran con más fuerza.

Sin la menor concesión a los empresarios, a los avisadores y a los censores que nunca faltan –el eterno enanito fascista que se niega a morir–, llenó teatros, alcanzó notables picos de rating, y agotó sus libros. Porque los malditos, desde los surrealistas en adelante, tal vez lograron adelantar unos segundos, o minutos, el reloj de la infinita estupidez humana. Aquella que a Einstein le parecía mayor que el inasible y misterioso universo

Dos días después de su muerte nos reunimos alrededor de una mesa en aquella casa donde cada rincón lo recordaba: estatuas, vidrios soplados, máscaras de toda laya, chafalonías

Empezamos a hablar de él sin orden ni libreto: al toro, a lo que saliera. Sería mi última nota, las últimas fotos, y la última vez que toqué el timbre en esa casa tan cerca del río y ahora barrida por la sudestada.

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Fuente: https://www.infobae.com/teleshow/infoshow/2019/06/17/a-diez-anos-de-la-muerte-de-fernando-pena-el-hombre-escandalo-amado-y-odiado-que-todos-se-resistian-a-abandonar/?fbclid=IwAR3vY_Dz21ti2HodNDZCm-oVUwCZNlzHBZFQzf3DoDbWHtdSiBTSXZj-7fY