Los gauchos salteños con sus característicos pantalones y blusas blancas y el poncho colorado, mezclados entre la multitud, y “Los Infernales”, que evoca a los combatientes de Martín Miguel de Güemes, con sus uniformes típicos, en primera fila, sumaron colorido a la procesión cuando llegó al parque, donde había montada una enorme tarima donde estaban las autoridades religiosas. Las imágenes, colocadas a cada lado, coronaron una escenografía majestuosa.
Entonces, el arzobispo salteño, Mario Cargnello, pronunció un mensaje en el que destacó la religiosidad de los norteños, pero a la vez llamó a vivir esa fe en el compromiso concreto. En particular, pidió “recuperar el sentido ético de nuestra economía, que debe estar al servicio del hombre” y no destruir el tejido social profundizando la inequidad”. Y “respetar la vida desde la concepción hasta la muerte natural”, en una implícita condena al aborto y la eutanasia.
Finalmente, los fieles –que debieron soportar al inicio una sensación térmica de 38 grados- renovaron el llamado “Pacto de Fidelidad” al Señor y la Virgen del Milagro. Luego, las imágenes fueron llevadas nuevamente a la catedral, donde se ofició la misa final. Al ser ingresadas, el agitar de pañuelos blancos y una lluvia de pétalos sumaron emotividad. Como al principio, las campanas de la catedral acompañaron la marcha junto con los cánticos del cancionero católico.
Alrededor de 5.000 policías fueron movilizados para esta ocasión y cientos de agentes sanitarios. Este año la fiesta contó con las reliquias de los patronos de Salta, los apóstoles Felipe y Santiago, enviadas por los Franciscanos Recoletos de la Iglesia de los Doce Apóstoles en Roma con el beneplácido del Papa Francisco para que sean donadas a la iglesia salteña, gesto que Cargnello agradeció especialmente.
La Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro se remota a 1692, cuando se produjeron los terremotos que destruyeron la ciudad de Esteco, centro geográfico y comercial de la región en ese tiempo. En aquel momento el sacerdote jesuita José Carrión dijo que si se sacaba la imagen de Cristo –llevada un siglo antes y que estaba arrumbada en la iglesia matriz-, los temblores cesarían.
Según la creencia cristiana, la imagen fue colocada en las escalinatas del templo y los terremotos acabaron, el pueblo estalló de júbilo y gratitud y comenzó una devoción que, más de tres siglos después, se mantiene vital, como ayer volvió a comprobarse.