Atroz: los niños asesinos que mutilaron a pequeño de 2 años

Jueves 21 de Noviembre de 2019, 08:27

Jon Venables y Robert Thomson cuando fueron detenidos. El primero reconoció el crimen. El segundo negó todo.



Denise tenía que pasar por la carnicería A.R. Tym’s. Era viernes y quería ver qué comprar para cocinar el fin de semana para su familia. Soltó por unos momentos la mano de su hijo James de 2 años, que estaba parado junto a ella, y se concentró en el vendedor que la atendía del otro lado del mostrador.

Ese 12 de febrero de 1993 hacía bastante frío, el termómetro marcaba 7 grados y estaba nublado, pero dentro del Centro Comercial New Strand, de Bootle, un suburbio a unos 7 kilómetros de la ciudad de Liverpool, en Gran Bretaña, estaba muy agradable. James, además, iba abrigado con una gruesa campera.

Mientras Denise elegía el corte, sacaba el dinero de su billetera y pagaba, las agujas del reloj corrieron tres precisos y preciosos minutos (de 15.37 a 15.40). Cuando Denise volvió a bajar su vista para buscar la mano de James ya no lo encontró. Miró a su alrededor y tampoco lo vio. Entró en pánico.

¿Qué madre no ha pasado alguna vez por ese segundo de miedo que estruja el estómago y termina con la angustia disuelta en un abrazo consolador? En un shopping, en una plaza, en un local concurrido, en la playa… a casi todas alguna vez nos ocurrió.

Pero esa no sería para nada la historia de Denise y James. En esos escasos minutos de esa fatídica tarde, se estaba consumando el caso que horrorizaría a Gran Bretaña, y al mundo, durante décadas.

Cuando ella se desespera solo han pasado tres minutos. Pregunta a todos por su hijo. Nadie lo ha visto. Se dirige a la gente de seguridad del shopping y ellos piden por James Bulger por los altoparlantes. Nada. Veinte minutos después la policía ya está involucrada en su búsqueda.

Las cámaras del shopping (las imágenes no eran demasiado claras en ese momento, pero técnicos especialistas lograrán mejorarlas más tarde) muestran al pequeño James irse de la mano con dos chicos. A las 15.43 se ve a los tres menores salir del shopping New Strand. Rebobinando las imágenes se observa a dos niños que se acercan a James a las 15.38. A las 15.41 las cámaras los captan caminando tranquilamente por la galería principal.

Cuando los noticieros vespertinos dan la noticia de que un niño pequeño ha desaparecido dentro de un centro comercial, las familias británicas se espantan: sienten que les podría haber pasado a ellos. Pero los padres de James se tranquilizan, ya han visto que los “secuestradores” no son adultos, solo son otros niños.

Denise y Ralph Bulger se convencen de que todo saldrá bien, se trata de una travesura: “Miré a Denise y sonreí. Va a estar todo bien, le dije. Son solo dos pequeños chicos”, recuerda Ralph.

No podían anticiparse a la maldad que demostrarían esas criaturas.

Después de un viernes y sábado frenéticos para la familia y la policía, llegó el domingo 14 de febrero. Ese día se halló a James Bulger sobre las vías de la estación abandonada Walton & Anfield.

El encargado de comunicarle a Denise la espantosa noticia fue el detective a cargo de la investigación, Albert Kirby, de la policía de Merseyside. Venía de encontrar el cuerpo mutilado cuando se topó con Denise en el estacionamiento del cuartel de policía. Así lo recordó: “Me estaba acercando a Denise, cuando ella se dio cuenta de había pasado lo peor… y gritó de una manera que jamás olvidaré”.

¿Pero quiénes eran esos chicos de las imágenes de CCTV? Fue una mujer que había observado el video en la tevé la que aportaría los nombres. Era una maestra que había reconocido en esas figuras borrosas a dos alumnos suyos, muy problemáticos, que justamente el viernes 12 habían faltado a su clase. Dos días después del hallazgo del cuerpo ella se presentó en la estación de policía Marsh Lane, de Bootle, y dijo que Jon Venables y Robert Thompson no habían ido al colegio aquel viernes, que había visto en la manga de Jon el día anterior pintura azul y que los dos secuestradores que todos habían visto en la televisión tenían solamente 10 años.

La policía se dirigió a los domicilios de Venables y de Thompson donde descubrieron sangre y pintura en su ropa y zapatos. Los habían encontrado.

Aquella tarde, James se alejó de su madre siguiendo a dos chicos. Entretenido los siguió hasta fuera del shopping. Al principio lo llevaban de la mano, pero poco tiempo después comenzaron las torturas. Le esperaba un itinerario de 4 kilómetros de terror a través de Liverpool. En su camino, lloró, pidió por su madre, recibió patadas y golpes, iba agotado... esos chicos lo llevaban a la rastra. Cuando pasaron por el canal Leeds and Liverpool, a unas cuatro cuadras del shopping, lo empujaron con fuerza tirándolo de cabeza sobre el pavimento. James se lastimó la cara y un enorme hematoma le salió en la frente. Desconsolado siguió marchando a los tumbos. Venables y Thompson le pusieron la capucha del anorak para que no se viera su carita lastimada. Los captores se reían de él y la gente que los veía pasar (fueron 38 los testigos que poco y nada hicieron) pensaban, con inocencia, que eran hermanos peleando.

Días después, esos testigos se descubrirían cómplices de un homicidio que, con la intervención de un adulto, podría haberse evitado. Con el correr de las noticias aparecían los arrepentidos. Un hombre contó que vio a Thompson pegarle una patada en las costillas al más chico de los tres. Les preguntó qué estaba pasando, pero ellos zafaron diciendo que eran hermanos. Una mujer mayor observó sollozar a James y también los encaró. Otra vez, los chicos más grandes mintieron: le dijeron que lo habían encontrado perdido. Ella les propuso ocuparse y llevarlo a la estación de policía. Pero cuando le pidió a otra mujer que cuidara de su propia hija, la respuesta de esa otra mujer condenó a muerte a James: le dijo que ella no podía cuidar de su hija porque tenía un perro peligroso que no se llevaba bien con los niños. Una cadena de hechos lamentable para un salvataje frustrado.

Venables y Thompson siguieron su camino y se introdujeron con James en un par de negocios. Robaron pintura azul para maquetas, un muñeco Troll y unas baterías. En un local de mascotas el dueño, que ya conocía a los vándalos, los echó. Venables antes le dijo que James era el hermano menor de Thompson. Mentiras y más mentiras para seguir martirizando a James a su gusto.

Cuando llegaron al terraplén de una estación de tren semi abandonada pasó lo peor. Lo golpearon con violencia con ladrillos y piedras, le arrojaron la pintura azul a los ojos, le patearon la cara (el zapato de Thompson quedó estampado en su mejilla). Luego saltaron sobre su cuerpo fracturando sus manos y costillas. Le introdujeron pilas en la boca y le tiraron encima de la cabeza una barra de hierro de diez kilos que le provocó diez fracturas más. Luego, para terminar, colocaron a James atravesado sobre las vías y le taparon la cara con escombros. El tren pasó y cortó el cuerpo por la mitad.

El patólogo forense, Alan Williams, determinó que James tenía 42 heridas. Eran tantas que dijo no poder determinar cuál de todas ellas le había quitado primero la vida. Además, creyó ver connotaciones sexuales en el caso ya que el cuerpo había aparecido sin pantalones, sin calzoncillos, sin medias y sin zapatos y, según afirmó, con el prepucio manipulado y retraído.

James Bulger había sido secuestrado, torturado y asesinado por dos chicos de sólo 10 años. En Gran Bretaña no se hablaba de otra cosa.

De los videos recuperados se deduce que la dupla mortal había estado un buen rato tratando de atrapar alguna víctima antes de elegir a James.

Al ser detenidos el primero en confesar fue Jon Venables: “Yo lo maté. ¿Qué le dirán a su mamá? ¿Le pueden decir que lo siento?”. Se mostraba inquieto y gritaba histéricamente que quería quitarse su ropa porque olía al bebé muerto.

Robert Thompson, en cambio, fue frío. Negó todo con vehemencia, pero se delató dando detalles de lo que llevaba puesto James Bulger esa tarde. Thompson, impasible, preguntó si habían llevado el pequeño al hospital “para revivirlo”. La prensa lo bautizó como “el chico que no llora”. En ese entonces se convirtió en el pequeño más odiado por la opinión pública de su país.


En el juicio los acusados reconocieron que habían querido secuestrar otro niño para llevarlo a una esquina y empujarlo debajo de los autos. Pero la madre de ese chico apareció demasiado rápido y les había desbaratado el plan.

El zapato impreso en la mejilla de James coincidía ciento por ciento con la suela del de Thompson; la pintura azul analizada era la misma que la encontrada en la víctima. El 20 de febrero de 1993, fueron acusados de secuestro, torturas y asesinato en la Corte Juvenil de South Sefton. Y quedaron bajo custodia policial.

La ira y el horror dominaban a la opinión pública. Las familias de los acusados tuvieron que mudarse para huir de la gente que los hostigaba.

El 1 de noviembre de 1993 comenzó el juicio que se prolongó durante tres semanas. Se los juzgó como adultos. Los pequeños acusados estuvieron sentados en unos bancos más altos de lo normal para poder ver lo que ocurría.

El fiscal, Richard Henriques, sostuvo la idea de que debían ser juzgados como adultos. Para ello tuvo que rebatir el principio doli incapax del derecho anglosajón que presume que los chicos menores de 7 años no pueden ser responsables de sus acciones, pudiendo extenderse dicho principio hasta los 14 años. Venables y Thompson tenían 10, pero la Corte tomó la posición de Henriques y consideró que eran lo suficientemente maduros para saber que lo que habían hecho estaba muy mal y era grave. No en vano habían intentado disimular sus actos con mentiras.

A la psiquiatra de Thompson se le preguntó si su paciente podía distinguir el bien del mal y ella concedió: “Creo que sí”. Susan Bailey, psiquiatra forense que entrevistó a Venables, contestó algo muy similar.

La polémica por el principio doli incapax se extendió. En 1998, en Inglaterra y Gales, fue abolido el doli incapax para los niños entre 10 y 13 años, dándole la razón a Henriques. Pero el tema continuaría por décadas porque el proceso como adultos contra Venables y Thompson siguió debatiéndose en todo el planeta.

La policía reprodujo durante el juicio 20 horas de entrevistas grabadas con los acusados, quienes no hablaron en público. Quedaba claro que Thompson encarnaba el rol de líder. Laurence Lee, abogado de Venables en ese entonces, dijo de Thompson: “Es el chico más temible que he visto en mi vida”.

Denise, la mamá de James, no asistió prácticamente al juicio porque estaba en la recta final de su embarazo de Michael. Revivir los crudos hechos que se exponían era totalmente desaconsejable.

El fiscal sostuvo en su alegato que los acusados habían tenido un plan. Y que eso quedaba demostrado porque habían querido secuestrar a otro chico, pero su madre se había dado cuenta a tiempo. Eso hecho fue reconstruido así. La familia estaban dentro de la tienda TJ Hughes, cuando la madre vio que dos sujetos de muy corta edad querían llamar la atención de dos de sus hijos. Un momento después, ella relató que su hijo de 2 años y su hija de 3, estaban desaparecidos. Rápidamente encontró a la niña, pero no había señales del varón. Su hija le dijo: “Se fue afuera con un chico”. La mujer salió del local y empezó a llamarlo a los gritos. Lo encontró en manos de Thompson y Venables que estaban convenciéndolo de irse con ellos. Apenas vieron a la madre los precoces criminales huyeron.

El 24 de noviembre de 1993, Venables y Thompson fueron declarados culpables. Se habían convertido en los convictos más jóvenes en la historia moderna de Gran Bretaña.

El juez pidió un mínimo de 8 años de cárcel y autorizó que sus nombres fueran revelados. Esto último fue muy criticado. El diario The Sun comenzó una campaña con una petición para aumentar la pena y juntaron 280 mil firmas. La presión tuvo éxito y, en julio 1994, se anunció que los culpables pasarían al menos 15 años en prisión. Pero las apelaciones y las diferentes opiniones de los letrados y la justicia, fue moviendo ese límite. En 1999, la Corte Europea de Derechos Humanos, consideró que el juicio no había sido justo y que el trato a los menores acusados había sido “injusto y degradante”. Por supuesto la familia Bulger no estaba de acuerdo con esto, dijeron que eran ellos quienes se sentían degradados y desamparados.

Luego de la sentencia, Robert Thompson fue recluido en el centro de seguridad y cuidados Barton Moss, en Manchester. Jon Venables, en Vardy House, en St Helens, en Merseyside, demasiado cerca de los Bulger. A Jon Venables sus padres lo visitaban periódicamente. La madre de Thompson iba cada tres días. Tuvieron educación y rehabilitación.

Un equipo de psiquiatras, contratado por los abogados de los Bulger, determinó que Thompson encajaba en el perfil de un psicópata: no demostraba ningún remordimiento.

Finalmente, en junio de 2001, poco antes de cumplir los 19 años, fueron liberados y se les proporcionó nuevas identidades. Como ningún país quiso recibirlos, se optó por mudarlos a sitios secretos dentro de Inglaterra -con el mismo tratamiento que se les da a los testigos protegidos-, se les inventó una nueva vida con historias clínicas, pasaportes y seguros. Eso sí: las autoridades les impusieron algunas condiciones. No podían acercarse a la familia Bulger ni a la zona donde vivían (Merseyside) y debían reportarse a los oficiales de la probation. A la prensa se le prohibió divulgar sus nuevas identidades y sus ubicaciones.


La gente en Liverpool tomó la calle para mostrar su desacuerdo con esta decisión: estaba en contra de de la liberación y, también, de la enorme cantidad de dinero que se gastaba en ellos. El gobierno británico habría gastado unos 4 millones de euros, desde 1993.

En ese tiempo los especialistas debatían las causas que habían llevado a Venables y Thompson a cometer el crimen. Culpaban, alternativamente, al pasado, a las familias de los acusados, a las malas compañías, a las películas violentas de moda... Pero, para otros, eso no era suficiente explicación: no toda familia disfuncional o violenta prohija asesinos, ni todo adicto a películas violentas resulta ser un torturador. ¿Era una sola causa o había causas concurrentes? ¿Podían los filmes ser instigadores? ¿El crimen era el resultado de mentes patológicas y perturbadas o de niños que crecieron en ambientes hostiles? Las respuestas eran más bien conjeturas.

Durante la investigación se comprobó que la película Child’s play 3 era uno de los videos que el padre de Jon Venables, Neil, había alquilado meses antes del asesinato, pero no se pudo constatar si Jon la había visto. Aun así las similitudes con algunos elementos del crimen abonaron la teoría que los chicos habían copiado a Chucky. Ese muñeco siniestro poseído por el alma de un asesino serial es salpicado en una escena por pintura azul. En el interrogatorio los niños asesinos habían dicho que el filme los había inspirado.


Fuente: https://www.infobae.com/historias/2019/11/21/el-atroz-pasado-y-el-misterioso-presente-de-los-ninos-asesinos-que-mutilaron-a-un-pequeno-de-2-anos/