El último adiós a Luis Espinoza

Lunes 25 de Mayo de 2020, 20:09

Una multitud despidió a Luis Espinoza en el departamento de Simoca



El velorio de Luis comenzó el sábado a la noche. Llegó gente de todas partes, hasta unas primas de San Miguel de Tucumán que, como hay paro de colectivos, juntaron plata y se tomaron un taxi. Les salió $ 2.000.

Como había muchas personas y el tirón iba a ser largo, mataron unos pollos y los hicieron asados. A mitad de la noche, la leña se acabó. Aunque el frío helaba los huesos, la gente igual se quedó. Esperó que amaneciera en el gran patio de tierra, al aire libre.

Al amanecer hubo algo de niebla, pero pronto salió el sol y empezó a derretir un poco las espaldas. Ahí el velorio se convirtió en multitud.

Ahí también estaba la yegua de Luis, la Lulú. Luis se bajó por última vez de su lomo ese viernes, para defender a su hermano de la golpiza que le estaban dando los policías. Parece que se asustó con los tiros y se fue. Llegó a la casa dos horas después, sola, sin él. “Ahora está flaca porque por salir toda la semana a buscarlo a Luis medio que la hemos descuidado”, cuenta el hermano, pero dice que Luis la tenía hermosa.

A Luis lo velaron a cajón cerrado porque el plan siniestro -y fallido- para hacer desaparecer su cuerpo no permitió que la familia pudiera verlo por última vez.


A la hora del entierro, sacaron el cajón de Luis y lo llevaron desde la casa de su mamá, dónde lo estaban velando, hasta la suya,que queda a pocos metros.



A Luis se le había incendiado la casa el año pasado, así que se puso en la tarea de reconstruirla. Por eso, este año no fue a la cosecha de la manzana, en Río Negro, cómo hacen los trabajadores golondrinas en verano. Pero no pudo terminarla, le faltaron las puertas y ventanas, el revoque y volver a llenarla de cosas. Aún así pintaba para quedar linda.

Después, todo el mundo se subió a las motos, los caballos y el colectivo que puso la municipalidad para acompañarlos hasta la plaza central de Villa Chicligasta. Ahí lo esperaba otra multitud. Lo llevaron a la iglesia del pueblo, una bellísima construcción colonial levantada en 1797. Allí, lo lloraron casi por última vez.

Al final, el cuerpo de Luis llegó al cementerio, dónde lo despidieron con un aplauso.

Entonces, la esposa de Luis perdió el conocimiento. La cargaron entre varios hombres y la llevaron corriendo hasta la plaza principal, dónde sólo pudieron conseguir una silla. Ilusa, citadina y absurda, les dije que me iba corriendo al CAPS a buscar a un médico. Me contestaron que el CAPS cierra los fines de semana. El hospital más cercano es el de Simoca:hay que hacer 12 kilometros por calle de tierra y luego 30 por ruta. Se tarda 45 minutos en llegar. El delegado comunal la subió en su camioneta y salieron como tiro. En la plaza, quedó la multitud. Y los 6 hijos de Luis.

Comenzaron a subirse a los caballos y las motos y a volver a la casa. Los animales están flacos porque durante la semana que todo el pueblo buscó el cuerpo, las tareas se atrasaron y hay que ponerse al día. La abogada, Cinthia Campos, una mujer que no duerme, que no para, que se cruza la provincia a cada rato para sacar adelante la causa, estaba llegando. Todavía no tiene buenas noticias: la fiscal aún no le deja ver el expediente. /Los Primeros