Jugó en Racing y en Europa, declaró que era mejor que Palermo y hoy se gana la vida como sereno de una escuela

Lunes 24 de Agosto de 2020, 11:04

Perico Ojeda se gana la vida como sereno en una escuela de Mendoza



La prensa no lo interpretó como él deseaba. Aquella frase que deslizó ante los medios cuando se confirmó su llegada a Racing llenó de expectativas al hincha, y la presión se instaló sobre sus espaldas. “Soy mejor o igual que Palermo”, había sido el título del diario deportivo cuando Perico Ojeda dio sus primeras declaraciones frente a los periodistas que desconocían sus antecedentes en el fútbol del interior.

Su altura de 1,96 reflejaba un impactante porte físico que iba acompañado de su capacidad goleadora. Y su arribo a la entidad de Avellaneda prometía festejos en la terminación de las jugadas que podían gestar Diego Latorre, Matute Moralez, Pablo Bezombe o el Chanchi Estévez. “Dije que podía ser mejor que Palermo porque venía con una racha linda de Instituto, pero éramos muy distintos. Martín jugaba mucho de espaldas al arco y yo iba más por afuera. Trataba de ir por todo el frente de ataque, dependiendo de las marcas que tenía en un lateral o el otro. Nunca jugué como centrodelantero. Lo mío era más la velocidad, el tranco largo y la vía aérea. Teníamos características distintas”, dijo desde Mendoza a casi 22 años de su paso por la Academia.


Su incorporación en la entidad de Avellaneda se dio después de una prueba que le había conseguido su representante en la pretemporada que desarrollaba el equipo de Ángel Cappa en el predio que tenía Daniel Lalín en Ezeiza. Para esas alturas, Perico Ojeda ya había abandonado el puesto de arquero que lo vinculó al fútbol durante su infancia.

Las soleadas tardes en San Lorenzo de San Luis formaban parte de un pasado lejano, en el que se ponía los guantes para poder tener un lugar entre los once. “Era normalito y grandote; pero como quería jugar me mandaban al arco”, reveló el puntano, quien pasó al ataque cuando el entrenador consiguió un arquero mejor.

Un partido contra el Chorrillo cambió su vida para siempre. Por esas cuestiones sin resolver que regala el destino, el delantero marcó dos goles en ese encuentro y se transformó en el máximo artillero de la competición local. “Con 18 años tenía toda la leche. Corría para todos lados con una fuerza terrible”, recordó el ex atacante con una tonada tan particular que combina sus días en San Luis con su pasado en Córdoba y su presente en Mendoza.

Para esas alturas, Pedro Rafael Ojeda ya había dejado el colegio en séptimo grado para comenzar a trabajar en un frigorífico junto a su padre. Su humildad y sacrificio contribuyeron para continuar con los entrenamientos hasta que se sumó a Huracán de San Luis, donde expuso una de sus mejores versiones.

Como Perico marcó la diferencia en el Regional, su primer contrato como profesional lo firmó en Gimnasia de Mendoza, donde hizo una escala antes de sumarse a Godoy Cruz para jugar el Nacional B. Un breve paso por Coquimbo de Chile y una brillante temporada en Instituto completaron su preparación antes de desparramar al Gato Sessa en el examen que rindió cuando probó suerte en la Academia. “Cuando Lalín vio ese gol pidió que me quedara”, reveló. Sin embargo, el enorme delantero no era del paladar de Cappa y sus presentaciones debieron esperar hasta la llegada de Gustavo Costas, quien le dio continuidad.

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El delantero festejando un gol a Huracán antes de recibir el abrazo de Diego Latorre Foto: Fotobaires

Lo llamativo fue que durante todo el año que vistió la camiseta de Racing, Perico vivió en un hotel en el centro porteño como si fuera un huésped más. Como no tenía vehículo propio, todas las mañanas esperaba el aventón del Coco Reinoso para ir a las prácticas. “Estaba en el mismo lugar en el que concentrábamos antes de los partidos, pero también tenía mis libertades. Salía bastante y me iba mucho a José C Paz para visitar a familiares que vivían ahí”, aseguró.

Fue una etapa dura de la Academia. Después de la campaña del Apertura de 1998 en la que el equipo quedó tercero, la institución atravesó su peor crisis económica de la historia. “Mi sueño de chico era jugar en un equipo de Primera en Buenos Aires. Si bien soy hincha de Boca; no soy fanático y disfruté mucho de mis días en Racing. Ahí me di cuenta de que tiene la mejor hinchada de la Argentina. Con todo lo que pasó el club y lo que me tocó vivir, entendí que es así. Los tipos se esposaban para que no le cerraran la cancha, estaba (Liliana) Ripoll como interventora y teníamos que ir a La Plata a cobrar el sueldo”, explicó el ex delantero, sin olvidar la noche que volvió al hotel para descansar y se encontró con la sorpresa de tener el acceso prohibido por las deudas que había cosechado la entidad de Avellaneda: “Igualmente no tengo nada para decirle a Lalín, porque siempre se portó muy bien conmigo. Esa vez lo llamé de inmediato y me lo solucionó enseguida”.


Perico nunca perdió su esencia. Esa actitud bondadosa y campechana la trasladó a la Ciudad de la Furia. Su solidaridad lo llevó a rescatar a un indigente que vivía en la misma cuadra en la que él estaba hospedado. El delantero no podía permitir que esa persona sufriera las desigualdades que en ocasiones impone el capitalismo y su iniciativa deslumbró a los empleados del hotel. “Le empecé a dar de comer y después de una semana cenábamos y almorzábamos siempre juntos. Y si me tenía que ir, le pedía a los cocineros que le acercaran una vianda”, recordó.

Su compromiso no sólo se basó en la alimentación de Roberto, quien por ese entonces tendría unos 10 o 15 años más que el futbolista. Como en el subsuelo del hotel había un sillón enorme, el delantero le pidió permiso al encargado para que su amigo pudiera dormir ahí; pero para convencerlo tuvo que decirle al nuevo inquilino que se limpiara y se vistiera con un outfit presentable. “Le regalé mucha indumentaria que me daban en New Balance y lo llevé a mi habitación para que se pudiera bañar”...

La escena que vivió dentro del cuarto quedó grabada en su memoria por la reacción que tuvo su huésped.

—Roberto, báñese tranquilo que le voy a llevar su ropa a las chicas de limpieza para que se la laven— le comentó.

—Bien, muchas gracias— le respondió su invitado mientras ingresaba a la ducha.

—¿Está listo Roberto? ¿Terminaste?— le preguntó Perico después de un tiempo prudencial.

—Sí. Ya terminé.

“Cuando corrí las cortinas del baño para secarlo, me lo encontré sentado con las piernas cruzadas en la bañadera, con el agua que le caía en la espalda. Me partió el alma”, aseguró el ex goleador con una voz entrecortada por la emoción que le provocó el recuerdo.

Aquella anécdota desconocida por los hinchas y la prensa hubiera demostrado la faceta más humana del jugador. Por eso, cuando aseguró que “podía ser mejor o igual que Palermo”, la frase no tuvo ni una cuota de egocentrismo o vanidad. Simplemente fue un análisis inocente que sirvió para argumentar las más duras críticas cuando las cosas no salían en los partidos. “Yo siempre traté de hacer mi trabajo. Simplemente me dedicaba a jugar, porque hay periodistas que te pueden poner arriba de todo, pero también te pueden hundir. Cuando entraba a la cancha, intentaba hacer lo que me pedía el técnico y no involucrarme con lo que decía prensa. Si hablaban bien, bienvenido sea. Y si hablaban mal, no me iba a ir a pelear con esos periodistas”...

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El goleador puntano en acción contra Talleres. Foto: Fotobaires

A pesar de no haber tenido una producción brillante, el fútbol le dio una nueva oportunidad en Europa. Y Soria fue la tierra prometida. El Numancia lo incorporó en su primera incursión en la Liga de España para afrontar el desafío de medir sus fuerzas contra potencias de la talla del Real Madrid, Barcelona, Valencia y Atlético Madrid. Y Perico rindió. “Por suerte los hinchas me reconocieron por la entrega”, aseguró el delantero, quien se destacó como goleador y recibió el premio de mejor extranjero del plantel.

“La gente me quería mucho, porque era accesible para todos y saludaba a todo el mundo. Yo gané mucha plata, pero el dinero me llegaba hasta los hombros. De los hombros a la cabeza seguía actuando como me criaron mis padres: con mucho respeto y humildad”, aclaró.


El contrato por tres temporadas en una de las competiciones más importantes del mundo le permitió aumentar su cuenta bancaria para invertir en propiedades en San Luis y ayudar a su círculo íntimo. “Gané y perdí mucha plata, pero no me arrepiento de nada, porque siempre le di todo a mi familia”, subrayó el goleador, sin temor a contar cuáles fueron las decisiones que lo llevaron al derroche: “Salía de joda, tomaba unos tragos e invitaba a todos los que se me acercaban. En Soria iba de bar en bar, porque es muy chico. No había lugar para ir a bailar”...

La ciudad de Castilla y León ubicada a unos 230 kilómetros de Madrid cuenta con menos de 40.000 habitantes y se caracteriza por las bajas temperaturas en invierno. “Logré adaptarme al frío y nunca corrí tan rápido como en mi época en Numancia. Como en los entrenamientos hacíamos un circuito de pesas en el gimnasio, en un momento teníamos que salir a dar dos vueltas a la cancha. ¡Y tal vez estaba nevando! Corría echando putas hasta que volvía al gimnasio y me quedaba 3 horas. Si había que hacer 10 repeticiones de pesas, prefería hacer 15 bien despacito para no volver a salir”, confesó.

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El argentino en Los Pajaritos de Soria en un partido de la Liga de España

Cuando volvió al país se sumó al Talleres de Enzo Trossero que tenía que disputar la Copa Libertadores del 2002. “Podés creer que viajé 36 horas en avión para comprarme un gorro mexicano”, deslizó con ironía. Su travesía comenzó en Madrid, cuando emprendió el retorno a Buenos Aires, donde se encontraba el plantel cordobés listo para viajar a la capital azteca y afrontar su debut ante el América. “Fui a un hotel, porque tenía que esperar a que llegara mi pase a la AFA. Como hubo una demora, no pude viajar con mis compañeros y al otro día salí con escala en Chile para poder sumarme”, describió. Pero su permiso para jugar nunca llegó a destino y cuando comenzó la incursión copera de la T, Perico Ojeda ni siquiera pudo integrar el banco de suplentes. “Recién pude jugar contra River en el Monumental”, reconoció. Sin embargo, ese equipo que tuvo entre sus filas a Mario Cuenca, Víctor Sotomayor, César La Paglia, Pablo Ledesma y Federico Astudillo no logró superar la fase de grupos y sufrió la prematura eliminación.

Como su segunda etapa en el Numancia no fue como lo esperaba, el ocaso de su carrera se diluyó en equipos del ascenso argentino (Racing de Córdoba, General Paz Juniors, Estudiantes de San Luis, Luján de Cuyo y Juventud Alianza) hasta que se retiró a los 38 años sin la velocidad, ni la fuerza que tenía en su juventud.

Su nueva etapa lejos de las canchas lo llevó al anonimato, y el dinero que había cosechado con el fútbol no fue suficiente para abastecer a su familia. Instalado en Mendoza, comenzó a trabajar como sereno en la escuela donde se desempeñaba su esposa con jornadas nocturnas de ocho horas que comenzaban a las once de la noche y terminaban a las siete de la mañana.


Hace tres años llegó a vender una camiseta de Instituto en 20.000 pesos a un coleccionista para que el pan no faltara en la mesa. También se juntó con su ex compañero del Tomba, Rafael Iglesias, para armar un proyecto solidario que tiene como principal objetivo “sacar a los chicos de las calles”. “Gracias a la municipalidad de Godoy Cruz pudimos fundar un club en el barrio de La Gloria y contener a los pibes que la pasan mal. Pobrecitos, cuando apenas arrancamos el torneo de La Liga los cagaban a goles. Les hacían 13 o 15 goles por partido. Llegábamos al entretiempo perdiendo 10 a 0. Pero fuimos paso a paso hasta llegar a la B de la Liga mendocina y el año pasado salimos campeones”, contó con orgullo.

Otro de los recursos que aplica para ganarse el mango se basa en su desempeño como árbitro de fútbol amateur en los campeonatos locales. “En cancha de 5 o de 7, porque ya no me da el cuero para correr en la de 11”, soltó con su tonada característica. Ahora es él quien recibe los reclamos de una falta o un gol polémico. “Cuando me vienen a pedir cosas me hago el pelotudo. Son cosas del fútbol y no me da ponerme a sacar tarjetas. Salvo cuando veo que hay una patada fuerte. Ahí sí los amonesto. Y si se ponen a pelear les saco la roja y chau”, detalló Perico con una postura similar a la que aplicaba Francisco Lamolina.

Una anécdota en esos partidos de veteranos reflejan la actitud del ex delantero con el traje de negro: “Por lo general nunca tengo problemas, pero una vez tuve que expulsar a uno y se pudrió...”.

—¡Ésta es para usted! Váyase de acá— le gritó Perico a un infractor, mientras le mostraba la cartulina colorada a 5 metros de distancia para evitar cualquier tipo de reacción violenta del jugador.

—¡Pero tomatelas! ¡Muerto! ¿Dónde jugaste?— le devolvió el expulsado.

—¡Callate tonto! ¿No ves que es el Perico Ojeda?— intervino uno de los compañeros del jugador que había recibido la sanción.

—¿Y quién carajo es este Perico no sé cuánto? ¿Quién lo conoce?— atinó a decir el jugador ofuscado mientras se dirigía a los vestuarios…

“Yo lo miraba y me reía, no me salió otra cosa”, cerró el ex Racing.

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En 2019 sufrió una neumonía en la que estuvieron afectados sus dos pulmones

En la actualidad, la pandemia del coronavirus lo tiene preocupado. La cuarentena lo dejó momentáneamente sin trabajo porque la escuela en donde se desempeña como sereno está cerrada y el fútbol amateur continúa prohibido como medida preventiva ante posibles contagios. Una posibilidad es poner a la venta alguna de las camisetas que intercambió con figuras internacionales como Roberto Carlos (Real Madrid), Rivaldo (Barcelona), el Turu Flores (Deportivo La Coruña), el Piojo López (Valencia), Gustavo López (Celta de Vigo), Santiago Solari (Atlético Madrid) o Fernando Redondo (Real Madrid), pero él sostiene que ese es “un tesoro” que quedará para sus hijos. “Tendría que estar muy mal para venderlas. Y si llega a pasar, voy a pedir dólares”, bromeó.


Su esperanza radica en la aparición de la vacuna para no tener que tocar fondo. Desde que sufrió una neumonía por la cual se vieron afectados sus dos pulmones se toma los problemas de otra manera, porque volvió a nacer. “Estuve 10 días en terapia y gracias al esfuerzo y al apoyo de la familia pude salir adelante”, aseguró sin ignorar las trágicas escenas que protagonizó cuando estaba internado: “A mi izquierda tenía a una viejita que estaba muy delicada y a los que estaban a mi derecha los sacaron muertos. Lo que pasé ahí no se lo deseo a nadie”.

El apoyo de su hermano, quien viajó dos días en auto desde Misiones para estar presente, el amor de toda su familia y el cariño de los hinchas le dieron fuerzas para recuperarse y recibir el alta un día antes del cumpleaños de su hija. El 30 de julio del 2019 quedará grabado en Pedro Rafael Ojeda como la segunda fecha de su nacimiento. Por ello, cuando volvió a su casa se pasó más de doce horas consecutivas respondiendo los mensajes de WhatsApp y Facebook que había recibido mientras estaba ingresado. Cuando el mundo del fútbol lo creía olvidado, sus seguidores demostraron que Perico siempre estará presente en el corazón de los equipos en los que jugó. Y su bondad y humildad tienen más valor que cualquier gol que haya convertido. /Infobae