Jueves 24 de Septiembre de 2020, 10:56
Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en el Museo del Bicentenario
El lunes 21 de septiembre, cerca de las siete de la tarde, Cristina Fernández de Kirchner llegó a la quinta de Olivos. Saludó a su hijo Máximo Kirchner y al ministro del Interior, Wado de Pedro, y se encerró con Alberto Fernández. No fue un cónclave amable: la vicepresidente y el Presidente discutieron sobre los resultados de las medidas financieras, económicas e impositivas que se dispusieron para frenar la venta de los 200 dólares-ahorro que hundía las reservas del Banco Central de la República Argentina.Martín Guzmán no estaba de acuerdo con las medidas técnicas que Miguel Pesce, titular del Banco Central, diseñó junto a Matías Kulfas -ministro de Producción-, Mercedes Marcó del Pont -a cargo de la AFIP- y Cecilia Todesca, vicejefa de Gabinete. El ministro de Economía consideraba que eran solo “un movimiento coyuntural" y que “no iban a servir” para resolver la ausencia de divisas.
Cristina Fernández de Kirchner se reunió con Guzmán, escuchó sus razonamientos económicos y prometió tratar este complejo asunto con Alberto Fernández. Horas más tarde, cenó con el Presidente y juntos analizaron los cuestionamientos del académico de Columbia criado en La Plata. Comieron pasta casera con fileto, y los dos acordaron que al día siguiente -15 de septiembre- Pesce anunciaría las nuevas medidas para bloquear la venta masiva de dólar-ahorro.
El titular del Banco Central cumplió con la agenda diseñada en Olivos y se reunió con un puñado de periodistas para revelar su estrategia destinada a evitar que las reservas públicas se transformen en una ilusión óptica. Pesce siempre evaluó que habría una reacción negativa en los mercados, pero nunca imaginó su volumen financiero y su velocidad.
CFK se preocupó cuando observó los primeros resultados de las medidas de Pesce. Y llegó a una conclusión que puso en marcha un movimiento interno y secreto que podría causar fuertes efectos políticos en el gobierno del Frente de Todos.
La vicepresidente considera que el error estuvo en los funcionarios que comunicaron, y no de las medidas per se. Esa es su explicación para justificar la suba del riesgo país, el precio del dólar Contado con Liqui, la cotización bursátil de las empresas argentinas y la caída de los bonos soberanos recién canjeados.
En este contexto, Cristina Fernández de Kirchner asumió que es tiempo de un recambio en el Gabinete Nacional. Ya lo conversó con Máximo y Eduardo “Wado” de Pedro, y había trazado una estrategia basada en la cautela política.
Pero los mercados condicionaron la paciencia de CFK, y el 21 de septiembre enfiló hacia Olivos. Caía el sol en la quinta presidencial, y antes de reunirse con Alberto Fernández se encontró con Máximo Kirchner y el ministro del Interior. Fue una casualidad: el líder de la Cámpora y Wado de Pedro habían llegado a la Residencia del jefe de Estado para cumplir otra agenda política.
Tras saludar a su hijo Máximo y al ministro del Interior, la vicepresidente se encerró con el Presidente. No fue un diálogo distendido y CFK fue concluyente: “Las medidas son insostenibles”, calificó frente a Alberto Fernández. Y a partir de ahí reiteró sus críticas a la mitad del Gabinete y planteó una línea de acción que ya puso en marcha de manera unilateral.
Alberto Fernández replicó ciertas opiniones de CFK y aún duda respecto de ciertos planteos de la vicepresidente. Guzmán y Pesce son evaluados como fusibles, y el Presidente no tiene intenciones de forzar la renuncia de Santiago Cafiero. “Es leal y es mi amigo", repite cada vez que le piden su cabeza.
Pasadas las ocho de la noche, Cristina abandonó Olivos. Esta vez no se quedó a cenar.
/Infobae
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