Lunes 23 de Noviembre de 2020, 06:27
En el pasado mes de marzo el mundo tuvo un quiebre. El monstruo voraz e invencible llamado coronavirus conquistaba el mundo, contagiando a millones de personas en todo el mundo y provocando un gigantesco lockdown que dejó a demasiadas familias en la calle.
Cuando Berenice Pacheco perdió su trabajo en aquellos días, no tuvo opción más que mudarse a un galpón con Aaron, su hijo de 8 años, y su pequeña hermanita de 2.
Esta madre soltera, inmigrante ilegal de origen mexicano radicada en Los Ángeles (Estados Unidos), sentía que su futuro estaba sentenciado y que hacia adelante solo habría sufrimiento.
"No teníamos otra opción más que instalarnos en ese diminuta construcción y rezar para que la situación mejorara", señaló la mujer de 30 años al ciclo Today al recordar aquellos días de incertidumbre total.
Como pudieron Berenice y Aaron trataron de salir adelante. Para el niño cumplir con sus deberes escolares se volvió una batalla diaria.
Sin internet, ni mesa, tuvo que buscar maneras creativas para cumplir con sus obligaciones. Además, debieron usar el baño en un restaurante cercano y ducharse como podían y cuando podían. El verano tampoco le tuvo piedad a esta familia que debió dormir en condiciones insoportables de calor.
"Como madre me rompió el corazón. Sentí que les estaba fallando a mis hijos", reveló Pacheco, que debió lidiar con demasiados problemas además de la crisis económica. "La plaza siempre los hizo felices, pero luego los cerraron y no podíamos salir a ningún lado. Estábamos atrapados en ese cobertizo".
De esos días tristes de necesidad y sufrimiento, Pacheco recuerda el dolor que le provocaba el el sonido del camión que pasaba por su barrio todas las tardes vendiendo golosinas. Los niños se ilusionaban, pero ella no podía darles ni siquiera ese mínimo gusto. "Aaron lo deseaba tanto", dijo Berenice, "pero yo necesitaba pagar la factura del teléfono y lavar la ropa".
Fue en una de esas tardes en las que la madre tuvo que negarle una golosina a su hijo, que decidió hacerle un chiste sin pensar lo que estaba a punto de generar: "¿Por qué no te armás tu propio negocio y así te compras lo que quieras?". Aaron aceptó el reto y de inmediato se puso a pensar en lo que podría hacer para ganar algo de dinero.
"Se le ocurrió la idea de empezar a vender plantas", dijo Pacheco con orgullo. Y cuando el niño de 8 años vino con la idea no dudó en jugársela por él: sacó los últimos $12 dólares que le quedaban en su bolsillo y se los dio a Aaron para que invirtiera en su emprendimiento. Aaron se puso a trabajar.
Compró ocho suculentas en miniatura con ese dinero. Instaló una mesa en la puerta de su improvisada casa y vendió cada planta. Recuperó los 12 dólares y obtuvo una ganancia de $4. Entendió que la apuesta estaba funcionando así que no se compró una golosina con aquel dinero, sino que siguió invirtiendo en más plantas y los clientes siguieron comprándolas.
Su historia y esfuerzo conmovían a sus clientes que en muchas ocasiones le dejaban propinas. Dos meses después su negocio no paraba de crecer y un amigo de su madre, se enterneció con su esfuerzo y buscó darle visibilidad a la historia para pedir donaciones. Publicó todo en la plataforma Go Fund Me, donde relató también que Pacheco tenía una tercera hija viviendo en México con su abuela ya que Berenice no podía solventar sus gastos.
"Aaron y su mamá vienen sufriendo hace mucho buscando un lugar donde vivir, ahora están en un garage y el chico empezó un emprendimiento de venta de plantas y necesita ayuda para poder tener un lugar grande para hacer crecer su negocio y así mantener a la familia".
La historia se viralizó y el chiquito comenzó a recaudar dinero. También sus cuentas en las redes sociales sumaron más y más seguidores (hoy tiene cerca de 23 mil en Instagram) y el negocio de las plantas no ha dejado de crecer.
Con el dinero de GoFundMe (casi 40 mil dólares) y el desarrollo del emprendimiento "Aaron’s Garden", Pacheco y sus hijos pudieron mudarse a un departamento a principios de este mes.
"Finalmente tenemos nuestra propia cocina. Aaron y su hermana tienen un lugar para hacer la tarea", dijo Pacheco a Today. "No es grande, pero nos parece enorme".
Además, a través de toda la ayuda financiera que ha recibido la familia, Pacheco pudo traer de regreso a su hija de México, quien había sido enviada a vivir con sus abuelos en 2018 debido a problemas financieros. "Estoy muy orgullosa de mi hermano porque fue él quien me recuperó", dijo Ayleen Pacheco a la cadena ABC.
"Creo que lo mejor para mí es que Aaron consiguió reunirnos con su hermana mayor con el dinero que recibió", dijo Pacheco.
"Y él ha estado haciendo todo por nosotros. Y es como el hombre de la casa".
Emocionada, después de haber dejado la pesadilla atrás, Berenice reflexionó y le dedicó unas palabras amorosas a ese diminuto cuarto, en el que vivieron sus peores días:
"El cobertizo nos enseñó a aprovechar al máximo lo que tenemos, incluso si se necesitan 4 personas en una cama individual. Donde nos besamos y abrazamos para irnos a dormir incluso si estábamos enojados el uno con el otro, no teníamos otra opción. El cobertizo nos enseñó que un hogar puede ser muchas cosas, pero una familia sigue siendo una en las buenas y en las malas. El cobertizo nos enseñó a aplaudir cuando las cosas se caían por todos lados después de simplemente recoger cosas porque las cosas siempre estaban amontonadas. Cuando no podíamos encontrar cosas porque todo parecía perdido en cajas de almacenamiento, y apenas cabíamos en el cobertizo, en lugar de quejarnos, nos abrazábamos más fuerte, rezábamos más y amamos más. Teníamos un pequeño cobertizo para herramientas y lo convertimos en una sala de estar, una habitación, una cocina, un armario, una sala de juegos, un armario".
Ahora no dejan de pensar en los nuevos pasos de su creciente emprendimiento. /Clarín