Con empleo y dinero fácil, los narcos de a poco se adueñan de algunos barrios

Miércoles 25 de Noviembre de 2020, 07:39

MENUDEO. La venta de droga, su fraccionamiento, su custodia, se convirtieron en empleos bien pagados con los que los narcos se erigen de a poco en los benefactores entre la gente pobre de los asentamientos tucumanos.



La detención de cinco mujeres humildes dedicadas al fraccionamiento y la venta de droga, y el hallazgo de una gran cantidad de cocaína en una precaria vivienda en un asentamiento de Banda del Río Salí desnudaron una realidad preocupante.

Los barrios pobres y los asentamientos de Tucumán están cada vez más bajo control de "señores" de la droga, narcotraficantes al menudeo que utilizan a los indigentes para custodiar y distribuir su mercadería sin quedar pegados en caso de un contratiempo con la Policía o la Justicia.

Los casos de las mujeres detenidas en el barrio Julio Abraham son una prueba elocuente. Una de ellas estaba vendiendo marihuana en la calle, las otras, madre y tres hijas, armaban los "papelitos" de paco que luego se venderían entre los jóvenes del mismo barrio y otro asentamientos aledaños.

Un vecino, identificado sólo como Ramón, lo explica así: la gente "no tiene una" y tampoco tiene trabajo, tienen que comer para vivir, entonces se dedican a la única actividad que tienen a mano y que, para colmo, les ofrece buen dinero a cambio de poco esfuerzo.

El hombre cuenta que dos de sus hijos están muriendo en la cárcel porque se hicieron adictos al paco. Por eso solía odiar a sus vecinos empleados de los "transas", pero ahora los entiende. Sucede que entre el personal narco hay muchas mujeres, con muchos hijos y sin sostén económico.

Maria Luisa, otra vecina que por ahora le esquiva a esa fuente de trabajo, enumera razones de peso que tuvieron quienes eligieron ese camino. Pagan bien, hay motos y armas para los jóvenes y sueldos para quienes vendan al menudeo o simplemente se presten a acopiar la droga.

Juan Carlos Driolet, secretario de Lucha Contra el Narcotráfico, y Emilio Mustafá, trabajador social, coincidieron en que hubo un cambio de humor social entre los habitantes de los barrios más pobres, ante la expansión de la venta de droga.

Esto permite que además de menores, que por su condición superan sin problemas las barreras legales, comienen a captar mujeres, que también tienen benficios por su condición de tales a la hora de afrontar un proceso penal.

En el barrio La Aguada, donde se decomisaron 6,5 kilos de droga en un procedimiento originado en un caso de violencia de género, también se percibe este avance del narcotráfico como fuente de ingresos para familias que no tienen recuersos ni otra forma de obtenerlos.

La droga fue hallada en una vivienda precaria, en poder de una familia de la que nunca antes se supo que estuviera vinculada con la actividad. Para los vecinos, claramente la sustancia no les pertenecía, sino que la estaban guardando a cambio de una paga que siempre es atractiva cuando se vive en la indigencia.

Como siempre, la frase que queda resonando en los labios de los vecinos reza que es fácil entrar, pero no salir. Claro que cuando no hay otra opción a mano para sobrevivir en una situación  social delicada como la que generó la pandemia, eso deja de importar.