Coronavirus: ¿por qué científicos todavía sostienen que la enfermedad se originó en un laboratorio?

Sábado 15 de Mayo de 2021, 17:52

La OMS publicó un informe en el que descarta que el virus se haya originado por un accidente dentro de un laboratorio.



El origen del coronavirus es una de las grandes incógnitas de los últimos meses en todo el mundo y ha causado enormes discusiones entre científicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) junto a China realizó tres meses atrás un informe en el cual concluyen que la hipótesis del accidente de laboratorio era “extremadamente improbable”, mientras que, por el contrario, la teoría de la transmisión natural desde un reservorio animal era más “probable o muy probable”.

A raíz de esto, un grupo de científicos publicó una carta en la revista Science en la que expresa su queja por una falta de información sobre el génesis del virus y abogan por una “auténtica investigación”.

Tres estadounidenses, la inmunóloga Akiko Iwasaki, de la Universidad de Yale; el microbiólogo David Relman, de la Universidad de Stanford; y el epidemiólogo Marc Lipsitch, de la Universidad de Harvard, entre otros investigadores, se encuentran entre los 18 firmantes que han liderado el estudio del nuevo coronavirus.

La carta expresa abiertamente que no existen pruebas suficientes que validen aquella conclusión, y, además, destacan que el equipo chino se habría encargado de preparar la información las muestras previamente a ser analizados por los expertos de la OMS.

Asimismo, los científicos que escribieron a Science cuestionaron que la posibilidad del escape del virus de un laboratorio solo se contempló en cuatro de las 313 páginas del informe final.


Un grupo de 18 científicos no rechazan la posibilidad de que el virus haya sido "fabricado" en un laboratorio.




Investigadoras del Instituto de Virología de Wuhan, en una imagen tomada en 2017. Fuente: (EFE)


“Hasta que tengamos suficientes datos, debemos tomarnos en serio tanto la hipótesis de un origen natural como la de un accidente de laboratorio”, sostienen los especialistas, que, además, consideran que esto necesario para desarrollar las “estrategias globales” adecuadas para “mitigar el riesgo de brotes futuros”.


Esta crítica fue respaldada a su vez por el investigador Ariel Fernández desde los Estados Unidos, quien aseveró a La Nueva que “durante más de una década estuvieron probando distintas quimeras para estudiar la transmisibilidad al humano, hasta que se les escapó de las manos”.

Para este científico, el análisis del genoma sugiere que el SARS-Cov-2 es una “quimera”, o sea, la combinación de dos virus. “Buena parte del genoma se asemeja mucho al virus CoV RaTG13 del murciélago. Sin embargo, el receptor binging domain (RBD) es casi idéntico al del CoV del pangolín y ese RBD está, a su vez, optimizado para unirse al receptor de la célula humana”, sostuvo el investigador a ese medio.


El pangolín es un mamífero placentario, en riesgo de extinción, que ingresa en forma ilegal a China.

Fernández consideró que este caso no pudo haber surgido de no ser por la “intervención humana”, ya que para que surja esta “recombinación” de forma natural, “un murciélago infectado tendría que infectar a un pangolín, a su vez, también afectado con su propio CoV, y en la misma célula tendría que ocurrir la recombinación”, lo cual, indicó, “no es factible”.

“La población de pangolines es bajísima y la de infectados, menor aún y, además, ambas especies tienen distintos nichos ecológicos. Asimismo, el CoV del murciélago no reconoce al receptor en la célula del pangolín, por lo tanto, no la penetra”.

En síntesis, entre otros argumentos que ofreció durante la entrevista, Ariel Fernández manifestó que el origen del Sars-COV-2 se habría llevado a cabo mediante una presunta “manipulación genética” utilizando a un pangolín como “huésped intermedio para que el CoV derivado del murciélago, que originalmente era incapaz de saltar al humano, pudiera ahora infectarlo”.

Finalmente, el investigador sostuvo que no creía que hubieran realizado esta práctica para crear “específicamente un arma”, sino más bien para “estudiar si el CoV del murciélago puede transmitirse a humanos y, luego, se llega a la exploración de esa alternativa con potencial bélico”. /Crónica