Domingo 20 de Febrero de 2022, 09:01
En febrero de 1984, la comunidad Católica de la provincia de Santiago del Estero se vio conmocionada por lo que ocurrió en la iglesia Cristo Rey de La Banda, donde se realizaban rituales de exorcismo para liberar a una mujer llamada Liliana que estaba “poseída por el demonio” y originaba extrañas apariciones y sufría violentas reacciones.
El otro protagonista principal de esta historia fue el sacerdote Pedro Fils Pierre (Pedro Hijo de Pedro), quien aseguraba estar librando una dura batalla contra el demonio, en un mano a mano entre el bien y el mal.
Era el líder de un movimiento carismático de sanación. En aquel entonces, el “Negro” Pierre supo decir que “los poderes demoníacos existen, pero el mal siempre será vencido”, en pleno proceso de “purificación” de Liliana, la joven “poseída”.
Rodolfo Montenegro, un periodista de esa provincia, fue testigo del caso y dio detalles de lo ocurrido: “Sin entrar en ningún análisis, hasta hoy creo que ese día escuché al demonio”
"El caso del exorcismo del padre Pierre me tocó cubrirlo medio por azar. En ese tiempo, la corresponsalía de EL LIBERAL en La Banda estaba a cargo de Eduardo Peláez, el “Ruso”, quien dio a conocer el caso y alcanzó, si mal no me acuerdo, a cubrir los inicios. Como era febrero, le tocó al “Ruso” salir de vacaciones y el entonces secretario de Redacción, Julio Boente, me designó para reemplazarlo, yo trabajaba en la sección Deportes y ya había cubierto algún franco de Peláez.
Tenía 24 años, y hacía dos que había comenzado a trabajar en el diario. En ese tiempo, 1984, la corresponsalía del diario estaba sobre calle España, justo al frente de la parroquia Cristo Rey, donde era párroco el padre Pierre, y como estaba al tanto del proceso de “liberación” (como lo llamaba el padre), me cruzaba todos los días al mediodía a la parroquia y charlaba con él.
La Iglesia donde se realizaron los exorcismos
Culminación
Lo que más me quedó grabado (literalmente, porque incluso lo tenía en un casete, en el que grabé la última sesión) fue la voz con que se manifestaba el “diablo” el día en que asistí a la ceremonia.
En una de las charlas con el padre, me dijo que ya lo tenía cansado y que al otro día le ganaría la batalla al “demonio”, entonces le pedí que me dejara presenciar el exorcismo con un fotógrafo.
Él accedió sin problemas. Al otro día estuvimos a las siete de la mañana en la iglesia con el “Gringo” Cabrera de fotógrafo. Y estuvimos desde que el grupo que acompañaba a Pierre en las ceremonias, del grupo de carismáticos, comenzó con las oraciones.
Cuando trajeron a Liliana y entró al templo Pierre (ya habíamos estado conversando con él y lo vi muy concentrado y decidido, se preparaba rezando mucho), dos personas de su equipo nos pidieron que nos retiráramos. Nos dijeron que, como nosotros no estábamos “preparados”, porque no hacíamos ayuno ni estábamos en oración como ellos, corríamos el riesgo de que “el diablo salga del cuerpo de Liliana y se meta” en alguno de nosotros.
No estaba dispuesto a abandonar el lugar. Miedo no sentía y la curiosidad me ganaba. Insistieron, pero les dije que teníamos la autorización de Pierre, nos dejaron quedar.
Lo que pasó durante esa ceremonia, no sabría bien cómo calificarlo. Entre surrealista, fantástico, increíble. Perode algo estoy seg uro: ese día escuché al diablo. Ese día no entré en discernimientos fundamentalistas de la religión, ni tampoco lo hice en los 38 años posteriores.
Proceso
Todo fue en ascenso, las oraciones (de las que Liliana no participaba); los muchachos a sus costados y detrás de ella esperando el momento en que entrara en trance para contenerla; Pierre con el sacramentario e n la mano y el recipiente con agua bendita, y el resto del equipo, orando y cantando. Hasta que llegó el momento en que el cura debía rociar con agua bendita a Liliana y hacerla rezar el Padre Nuestro. El agua parecía que la quemaba, se retorcía en fuertísimos espasmos que ni el chaleco de fuerza ni los robustos asistentes podían contener; y en el rezo, todo se desmadró cuando Pierre insistía en que repitiera la frase “más líbranos del mal”.
Fue entonces cuando comenzó una feroz pelea entre Pierre y el diablo (según me diría después, era Belcebú, según la demonología cristiana es uno de los siete príncipes del infierno). El sacerdote gritaba y desde Liliana emanaba una voz gutural, espeluznante (no la olvidé jamás), que no se entendía cómo podía salir de una mujer y muy joven.
Ese fue el momento crucial, porque entre la discusión de Pierre con el demonio, los rezos en voz alta de los servidores carismáticos, el clima del lugar era de terror.
Nunca se entendió la “discusión” entrePierre y Belcebú, según el cura, se manifestó hablando en arameo y dialectos extraños, que sólo él conocía. Hasta que Liliana dejó de retorcerse, no se escucharon más voces; muy abatida pudieron sentarla en el banco, y luego de un momento, pudo junto con Pierre recitar completo el Padre Nuestro. La batalla había sido ganada por el padre Pierre. l
Cuando después de un largo momento de distensión en el templo, durante el que no pude hablar con Liliana porque, era obvio, su estado no era el adecuado, estaba muy abatida, demacrada, lloraba.
Decía que sentía cansancio y quería ir a su casa a dormir. Hacía mucho tiempo que no podía descansar por las noches, porque era el momento en que se manifestaba la posesión.
Entonces esperé a que el padre Pierre se recuperara también, y pudiésemos juntarnos en la secretaría de la parroquia.
Se había lavado la cara y cambiado de ropa, porque terminó todo transpirado, se sentó algo sonriente (era muy agradable, simpático, pese al momento) y me miró como diciendo “misión cumplida”.
“Bueno, contame qué fue eso”, le dije. Conocía al padre desde hacía tiempo y de charlar todos los días, nos tuteábamos. “El diablo es muy inteligente y éste era Belzebú (un ángel que fue expulsado por Dios y que conforma la falsa trinidad demoníaca junto a Lucifer y Leviathan). No la quería dejar, decía que le pertenecía”, me explicó.
Y le pregunté en qué idioma hablaba, qué le decía, porque no se entendía nada: “Usó muchos, primero en arameo, que era el idioma cotidiano de Jesús, y después me habló en dialectos que se hablan en Haití (Pierre era oriundo de ese país) y en uno especial que sólo se habla en la aldea donde yo nací. Me repetía que ella le pertenecía, que no la dejaría. En un momento creyó que me haría desistir cuando ofendió a mi madre, pero yo sabía que era una de sus últimas cartas y que no debía detenerme porque estaba a punto de vencerlo”.
Y no hablamos mucho más, Pierre quería comer algo y dormir la siesta. Ya era el mediodía y había estado levantado desde muy temprano. Y yo debía volver al diario, sentarme frente a la Remington y ver por dónde empezar con la crónica. l
Liliana rehízo su vida y no quiere rememorar el suceso
Liliana tiene en la actualidad 58 años (tenía 21 cuando fue exorcizada), rehízo su vida y prefiere no referirse al tema que la tuvo como protagonista. En aquel entonces, días después de haber sido sanada por el padre Pierre, repetía a cada instante “volví a nacer”, para hacer alusión al cambio que había experimentado su vida.
“Nosotros siempre fuimos católicos y no existe ningún tipo de antecedentes familiares en relación a esta difícil situación que nos tocó atravesar… Todo es un desagradable recuerdo, pero con un final feliz. Esa pesadilla que me siguió por varios años ha quedado atrás y no desearía que a nadie le pase algo similar”, le confesó Liliana a EL LIBERAL, dos días después de la finalización de las sesiones de exorcismo. /El Liberal