Dolor en Tucumán: falleció Don Rojas, "el señor de los cubanitos"

Miércoles 13 de Noviembre de 2024, 09:02

Don Rojas tenía 88 años



En horas de la madrugada, se confirmó el fallecimiento de Carlos Oscar Rojas, el querido Señor de los Cubanitos, quien se ganó el corazón de los tucumanos vendiendo sus productos en las peatonales de San Miguel de Tucumán.

"Don Rojas" tenía 88 años. La causa del deceso fue una neumonía bilateral. Había ingresado hace algunos días en el Centro de Salud de la Capital tucumana, pero lamentablemente no resistió. Desde ese nosocomio intentaban por estas horas dar con algún familiar del Cubanitero más querido de nuestra provincia.

"Comencé a los 27 años, en el año 1963", confesaba años atrás.

"Cuando no pueda estar parado acá, voy a tomarme un descanso. Mientras pueda, quiero trabajar hasta que Dios quiera. Mi historia es difícil: a los 6 años perdí a mi papá y a los 10 años a mi mamá. Hasta los 18 años ni siquiera tuve documento. Pero cuando salgo a vender, yo rejuvenezco 20 años”, contaba Don Rojas.

Vestía un traje negro, de gala, una camisa blanca, combinado con un moño violeta; el toque final es un clavel rojo en la solapa.

Estaba siempre impecable y predispuesto para vender los cubanitos más preciados por los tucumanos. Todos sabían que podían encontrarlo en el mismo lugar, en la intersección de las galerías la Gran Vía y Muñecas.

Don Rojas era un emblema de tradición y perseverancia en las calles del microcentro. Recorrió la ciudad ofreciendo los famosos cubanitos. En el oficio había comenzado en 1963, cuando vio en la calle a una niña que le rogaba a su madre que le comprara un cubano a un señor que los ofrecía.

En ese momento, tuvo la idea presentar a los cubanos de una manera diferente. Buscó de su ropero un traje de “Príncipe de Gales”; una camisa blanca y un moño. Para completar el uniforme le faltaban unos zapatos de charol que combinaran con tanto glamour.

Sin embargo, eran muy caros y no los podía comprar. Entonces recurrió a un amigo, quien lo ayudó a adquirir los zapatos. Se vistió con su elegante uniforme, en una bandeja de madera puso varias servilletas, decenas de cubanos rellenos con dulce de leche y salió a la calle.

Su apariencia llamó de inmediato la atención y se transformó en un personaje urbano del centro tucumano.