Martes 25 de Febrero de 2025, 12:58

La idea del favoritismo parental puede parecer subjetiva, pero los investigadores han desarrollado maneras de detectar diferencias en la forma en que los padres tratan a sus hijos.
Alex Jensen había notado que en los últimos tiempos su hija de 14 años y su hijo de 9 se peleaban más de lo habitual, hasta que un día, cuando padre e hija salieron juntos, la adolescente le comentó lo que pensaba sobre la dinámica entre sus padres y su hermano.
“¡Me molesta tanto que se pongan siempre de su lado!”, le dijo a Alex.Era el tipo de acusación que puede hacer que muchos padres reaccionen con una actitud defensiva, asegurando inmediatamente que no es así, que eso no es cierto. En cambio, Alex le dijo: “Ok, explicame en qué lo notas”.
“Y me dijo que cada vez que su hermano la empezaba a molestar, nosotros le decíamos que simplemente lo ignore, y que eso realmente la desesperaba”, recuerda Alex.
Alex estaba especialmente calificado para entender la importancia de ese momento: es profesor adjunto de la escuela de vida familiar de la Universidad Brigham Young, y autor principal de un reciente estudio publicado por la Asociación Estadounidense de Psicología, que analiza el trato parental preferencial o “favoritismo parental” y cuál de los hijos tiene más probabilidades de recibirlo. Y el estudio reveló que el género, el orden de nacimiento y el temperamento del niño puede moldear la preferencia de los padres hacia alguno de sus hijos.
En la familia Jensen, había una justificación razonable de por qué los hermanos eran tratados de manera diferente —la brecha de madurez entre una adolescente de 14 y un niño de 9, que su hija comprendió cuando lo conversaron—, pero el episodio es un buen ejemplo de por qué los hijos pueden sentir que sus padres tienen un favorito, un sentimiento que puede tener importantes repercusiones para sus vidas.
La idea del favoritismo parental puede parecer inherentemente subjetiva —¿qué queremos decir exactamente por “favorito”—, pero los investigadores han desarrollado maneras de detectar diferencias en la forma en que los padres tratan a sus hijos, señala Jensen.
“No se puede abordar este tipo de estudios preguntándoles a los padres cuál es su hijo preferido, porque lo padres no van a responder esa pregunta, o van a negar que así sea. Así que los investigadores les hacemos preguntas más concretas, para obtener otro tipo de información: ¿Alguno de los progenitores tiene más conflicto con un hijo en particular? ¿Con cuál de ellos pasa más tiempo? ¿Alguno de los hijos recibe normalmente más muestras de cariño? ¿En alguno de ellos se gasta más dinero, o recibe más ayuda con la tarea?
Lo mismo se les pregunta a los hijos, dice Jensen. “Les preguntamos, por ejemplo, si en comparación con sus hermanos, hay alguno con quien sus padres pasen más tiempo”, explica el investigador.
Patrones de comportamientoY los hallazgos del estudio revelaron algunos patrones de comportamiento claros y sistemáticos: según las respuestas de los propios padres, las favoritas tienden a ser las hijas, pero desde la perspectiva del conjunto de los hijos —mujeres y varones—, eso no sería así.
“Eso sí que nos sorprendió”, dice Jensen. “Había un par de estudios más viejos que sugerían que el padre suele preferir a los hijos varones y la madre a las mujeres, y pensábamos que eso se iba a confirmar, pero resultó ser que el padre también suele preferir a las hijas mujeres”.
Ser el mayor también tiene sus beneficios en ese sentido, según el estudio. “Al hijo o hija mayor se les da más libertad y autonomía”, dice Jensen. A primera vista, parece lógico e intuitivo: a mayor edad, mayor madurez y responsabilidad. “Pero también nos propusimos estudiar si había cambios entre la niñez, la adolescencia y la adultez, y descubrimos que no importa: incluso cuando ya son adultos, los padres siguen dándoles más libertad a sus hijos mayores”.
Predeciblemente, el estudio también reveló que ciertos rasgos de personalidad están asociados con un trato preferencial: los niños más “buenos” —”los que hacen caso, los que suelen hacer lo que les piden sus padres”, dice Jensen—, y los más “juiciosos” —”los que son más conscientes y responsables”—, también tienden a ser favorecidos por sus padres.
El estudio es un metaanálisis de los datos de 30 estudios existentes y 14 conjuntos de datos no publicados sobre el trato diferencial de los padres, que en total representan una muestra de más de 19.000 personas de toda América del Norte y Europa Occidental.
La información es importante, “porque hay décadas de investigación que muestran que los niños menos favorecidos por sus padres suelen tener más problemas, más probabilidades de estar deprimidos o ansiosos, y más chances de meterse en problemas en la escuela o de desarrollar consumos de sustancias durante la adolescencia”, señala Jensen, y agrega que un estudio incluso sugiere que tienen menos probabilidades de ir a la universidad y cuando son adultos están menos satisfechos con sus vidas. En el caso de los “preferidos”, ocurre lo contrario: las investigaciones muestran que tienen mejor salud mental, menos problemas en la escuela y más probabilidades de ir a la universidad.
Al identificar a los niños con más probabilidades de experimentar esos efectos, los hallazgos de Jensen podrían ser de particular valor para terapeutas, trabajadores sociales y médicos, señala Megan Gilligan, profesora adjunta del departamento de desarrollo humano y ciencia familiar de la Universidad de Missouri, que estudia las relaciones entre hermanos. El trato diferencial de los padres no solo moldea el vínculo entre padre e hijo, dice Gilligan, sino también la relación entre los hermanos.
“A veces nos olvidamos de la relación entre hermanos o presuponemos cosas, pero hay que estar muy atentos a la dinámica entre hermanos, porque desempeña un papel muy importante”, dice la investigadora.
Relación entre hermanosLa relación entre hermanos es especialmente importante en la adolescencia, agrega Gilligan, y la investigación ha demostrado que esas dinámicas infantiles “efectivamente preparan el terreno para la vida posterior”: si el trato diferencial de los padres afecta el vínculo entre los hermanos, el impacto puede trasladarse a su relación ya como adultos.
Pero también es importante empezar a reconocer, dice Gilligan, que cierto grado de favoritismo parental está mucho más extendido de lo que nos gustaría admitir.
“Las familias suelen vivir esa situación como si fuera algo muy personal, algo único de su familia en particular, pero es algo que sucede en la mayoría de las familias”, apunta Gilligan. “Es algo que está documentado, desde la primera infancia hasta cuando los hijos tienen más de 60 años y siguen recibiendo un trato diferencial o favoritismo por parte de los padres. No es algo que ocurre solo cuando somos niños”. Cuantas más personas comprendan que se trata de fenómeno común y muy extendido, dice Gilligan, más capaces serán de entender la dinámica familiar en sus propios hogares, “y eso puede ayudarlas a no estar tan a la defensiva”.
Jensen concuerda. “Cada padre trata a sus hijos de manera diferente, así que nadie debería tomar este estudio como una acusación y decir: ¡Qué horror, estoy haciendo todo mal, no trato igual a todos mis hijos! No quiero que los padres saquen esa conclusión, sino que simplemente reconozcan que a veces las diferencias en el trato pueden ser problemáticas”.
Aprovechar esa oportunidad para reflexionar honestamente sobre cómo interactúan con sus hijos, dice Jensen, puede ayudar a que todos los involucrados se sientan más cómodos con esa dinámica.
“Algunos estudios sugieren que deben darse dos cosas: una, las diferencias en el trato deben ser legítimas” —por ejemplo, un padre puede necesitar pasar más tiempo con un hermano que necesita más apoyo escolar que los demás o tiene necesidades médicas especiales— “y la segunda es que los hermanos deben comprenderlo. No alcanza con que el padre sienta que la diferencia es legítima: si los hijos no lo entienden y no lo aceptan, igual podría tener efectos negativos”.
Por el contrario, si un niño entiende por qué un padre tiene que enfocarse más en uno de sus hermanos, el impacto y las consecuencias negativas son menores, dice Jensen. “Así que los padres deben empezar por hacerse esa pregunta: ¿Por qué trato a mis hijos de manera diferente? ¿Tengo razones legítimas para hacerlo?”
Si hay un aumento de las peleas entre hermanos, o si un niño dice directamente que piensa que algo es injusto, “entonces creo que como padres debemos estar dispuesto a escuchar por qué se siente así, y no contestarle simplemente, ‘No es así, fíjate en esto o en aquello’, sino estar dispuesto a hablar abiertamente del tema.
Si hay algo que Jensen definitivamente no quiere es que su estudio sume otra causa de “culpa parental”.
“He tenido esta conversación con cientos, tal vez miles de personas, con amigos, familiares, padres y estudiantes, y tengo la sensación de que muchos padres terminan sintiéndose muy culpables. La verdad que no tengo una solución para eso, pero la culpa nunca es buena en las familias”, dice el investigador. “Todos cometemos errores como padres, así que es preferible concentrarse en mejorar y dejar atrás las culpas”.
/La Nacion
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