Sábado 29 de Marzo de 2025, 09:58

SOSPECHOSO. Lucila junto a su esposo, el soldado Preston Sullivan, quien es descrito por testigos como un sujeto controlador, que seguía cada paso de la joven cuando no estaba a su lado.
El caso de Lucila Nahir Nieva, una joven tucumana de 22 años que fue hallada muerta en una base militar de Estados Unidos, sacude a la comunidad argentina con un fuerte aroma a encubrimiento y temor. Aunque todo apunta a un posible femicidio, las autoridades norteamericanas manejan el hecho con un hermetismo absoluto, ya que el supuesto crimen ocurrió dentro de Fort Cavazos, una instalación militar ubicada en Killeen, Texas, lo que trasladó la investigación a jurisdicción del Ejército estadounidense.Nieva había viajado a Estados Unidos a mediados de 2023 y, poco después, se casó con
Preston Sullivan, un soldado activo en la base donde se produjo el hecho. De acuerdo a sus allegados, la pareja convivía en el barrio militar, donde la joven rápidamente se ganó el aprecio de los vecinos por su simpatía. Sin embargo, su cuerpo fue encontrado sin vida el viernes pasado dentro de la vivienda que compartía con su esposo, y la noticia recién llegó a su familia tres días después, cuando comenzaron a inquietarse por la falta de contacto y rastrearon su ubicación a través del celular.
La falta de información oficial encendió todas las alarmas. Las autoridades del Ejército estadounidense manejan la causa bajo total reserva, incluso sin confirmar públicamente si Sullivan fue detenido. El único dato extraoficial es que el soldado habría manifestado que Lucila se quitó la vida, una versión que los familiares y allegados descartan tajantemente.
“Eso es imposible que haya ocurrido. Ella nunca mostró signos de estar deprimida o con ideas suicidas”, dijo una amiga cercana que prefirió mantener su identidad en reserva por pedido de la familia. “Tampoco es cierto que extrañaba. Tenía muy claro que quería vivir en Estados Unidos”, añadió.
En el barrio militar, donde el caso es un murmullo a media voz, el miedo también pesa. “Preston no le tenía confianza. La llamaba cada 10 minutos cuando salía con amigas, incluso le pedía hacer videollamadas para saber con quién estaba”, recordó Larissa Denman, una vecina mexicana que conocía a la joven. Esa conducta, aseguran sus allegados, reflejaba una relación con signos de control y posibles episodios de violencia psicológica.

El hecho remite inevitablemente al asesinato de Vanessa Guillén, una soldado estadounidense de origen mexicano asesinada en 2020 en la misma base. Su desaparición y posterior hallazgo sin vida, tras haber sido acosada por un compañero de armas, fue tan impactante que motivó un documental de Netflix y cambios en el protocolo del Ejército sobre violencia de género.
Lucila Nieva no era militar, pero estaba casada con un soldado. Y su muerte, que podría ser clave para exponer otros abusos ocultos dentro del mundo castrense, no fue publicada en medios locales ni difundida por canales oficiales. La causa es manejada bajo un manto de “top secret”, lo que refuerza la sospecha de encubrimiento.
Al menos tres personas cercanas a la víctima accedieron a hablar con la prensa en condición de anonimato. Todos expresaron temor a posibles represalias por pronunciarse sobre un hecho que involucra al Ejército. “Hoy no sabés si te deportan por hablar de más. Esta gestión está endureciendo cada vez más las reglas migratorias”, comentó una joven ecuatoriana que obtuvo la ciudadanía tras casarse con un militar.
Hasta el momento, el Consulado Argentino en Houston no brindó detalles sobre el avance de la investigación ni confirmó si ha tenido contacto con las autoridades militares estadounidenses. En paralelo, la familia de Lucila, desde Tucumán, pidió cautela y silencio, a la espera de respuestas concretas.
Quien sí se movilizó fue Sebastián Guirín, un tucumano residente en Houston que se puso en contacto con los allegados de la joven. “Estoy a disposición de la familia. Es desesperante no saber qué pasó y sentir que se oculta información”, expresó.
El caso de Lucila Nieva se suma a una preocupante lista de muertes sospechosas en contextos militares. Mientras tanto, la esperanza de que se conozca la verdad parece pender de un hilo, ahogada entre secretos institucionales, miedo a represalias y una dolorosa distancia de más de 7.000 kilómetros que separa la tragedia de su hogar natal.

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