Jueves 01 de Mayo de 2025, 07:11
La curva de la felicidad está cayendo en picada.
Durante décadas, las investigaciones mostraban que la percepción de la gente sobre la felicidad a lo largo de la vida era una curva en forma de U: la felicidad tendía a ser alta en la juventud, luego decaer en la mediana edad, para ascender nuevamente al envejecer.
Pero las investigaciones recientes muestran que los jóvenes adultos no son tan felices como antes, y que esa curva en forma de U empezó a aplanarse.
Y ahora ese patrón ha vuelto a aparecer en uno de los nuevos estudios publicados este miércoles en la revista científica Nature Mental Health. Se trata de las primeras publicaciones basadas en la primera oleada de datos del Estudio Global de Florecimiento, un proyecto de colaboración entre investigadores de Harvard y la Universidad de Baylor.
Los datos, recopilados principalmente por la agencia Gallup en 2023, se obtuvieron a partir de encuestas autorreportadas a más de 200.000 personas en más de 20 países. El estudio reveló que, en promedio, a los adultos jóvenes de entre 18 y 29 años les costaba no solo ser felices, sino que tenían problemas de salud física y mental, de autopercepción de su carácter, de búsqueda de propósito en la vida, de calidad de sus relaciones y de seguridad financiera. Los investigadores combinaron estas medidas para determinar el grado de “florecimiento” de cada participante, es decir, su bienestar en todos los aspectos de la vida.
El estudio reveló que, en promedio, quienes participaron del relevamiento presentaron índices de florecimiento relativamente bajos hasta los 50 años, especialmente en varios países como el Reino Unido, Brasil y Australia. Según los investigadores, sin embargo, la diferencia más grande entre los jóvenes adultos y los mayores se verificó en Estados Unidos.
Hallazgos
“El panorama es bastante desolador”, señala Tyler J. VanderWeele, autor principal del estudio y director del Programa de Prosperidad Humana de la Universidad de Harvard. Los hallazgos del estudio plantean una pregunta importante, agrega VanderWeele: “¿Estamos poniendo lo suficiente para el bienestar de los jóvenes?”.
Durante mucho tiempo, los jóvenes adultos eran considerados beneficiarios de una edad despreocupada, un período de oportunidades ilimitadas y pocas obligaciones. Sin embargo, los datos del estudio sobre la prosperidad y otras variables revelan que para muchas personas esa noción es más una fantasía que una realidad.
Un informe de 2023 de la Escuela de Posgrado en Educación de Harvard, por ejemplo, reveló que en Estados Unidos los adultos jóvenes de entre 18 y 25 años reportaron el doble de tasas de ansiedad y depresión que en la adolescencia.
Además, la búsqueda de perfeccionismo se disparó en el estrato de los estudiantes universitarios, que suelen reportar sentirse presionados para cumplir con expectativas que son poco realistas.
Además, la participación de jóvenes en organizaciones comunitarias, clubes y grupos religiosos ha disminuido, y la soledad hoy se está volviendo tan frecuente y profunda entre los adultos jóvenes como entre los adultos mayores.
“Estudio tras estudio demuestran que la conexión social es fundamental para la felicidad, y los jóvenes de hoy pasan mucho menos tiempo con sus amigos que hace una década”, señala Laurie Santos, profesora de psicología de la Universidad de Yale y presentadora del podcast The Happiness Lab.
“Además, a los jóvenes les pasa lo mismo que a las personas de todas las edades y enfrentan los mismos problemas globales, desde el cambio climático hasta los vaivenes económicos y la polarización política”, dice Santos.
Bienestar
Emiliana R. Simon-Thomas, directora científica del Greater Good Science Center de la Universidad de California en Berkeley, lo expresa así: “Nuestro bienestar depende del bienestar de los demás seres humanos. No hay manera de alcanzar la felicidad y encerrarse detrás de un muro”.
En su opinión, especialmente en Estados Unidos, los datos sobre florecimiento reflejan las “consecuencias a largo plazo de estar hiperenfocados en el estatus y el poder”, en lugar de enfocarnos en nuestro lugar dentro de una comunidad más amplia.
VanderWeele aclara que dado que las encuestas se realizaron en diferentes momentos, en diferentes idiomas y en diferentes contextos económicos, políticos y culturales, resulta difícil comparar directamente los distintos países. Si bien el alcance geográfico del estudio fue muy vasto, el análisis actual no incluye China continental, donde se demoró la recopilación de datos. Además, los países de bajos ingresos no están representados en el estudio.
No todos los países experimentaron un aumento del florecimiento con la edad. En algunos, como Polonia y Tanzania, con la edad el florecimiento disminuyó. Mientras que otros, como Japón y Kenia, mostraron el patrón tradicional en forma de U: el florecimiento alcanzó su clímax durante la juventud y la vejez.
Sin embargo, en la mayoría de los países occidentales, y en muchos otros, los jóvenes adultos no parecen estar “floreciendo”. El Estudio sobre el Florecimiento Global continuará recopilando datos anualmente hasta 2027 e intentará descubrir las razones, señala VanderWeele.
Teorías
“Sabemos que los jóvenes están teniendo problemas”, apunta David G. Blanchflower, profesor de economía del Dartmouth College, que no participó en el estudio, pero cuya propia investigación revela los mismos patrones.
En colaboración con las Naciones Unidas, Blanchflower está ayudando con la organización de una conferencia en Dartmouth donde los expertos puedan compartir investigaciones e ideas para encontrar soluciones a esta tendencia a la baja de la felicidad entre los jóvenes adultos. Existen varias teorías sobre por qué los jóvenes tienen problemas, dice Blanchflower, pero sospecha que el problema tiene que ver principalmente con lo que no hacen por estar ocupados frente a las pantallas.
“Ahora el problema ya no es que están jugando al bowling solos“, agrega en referencia al libro señero de Robert D. Putnam, publicado hace 25 años, que advertía sobre los peligros del aislamiento social. “Ahora el problema es que no juegan al bowling en absoluto”. /La Nación