Viernes 09 de Mayo de 2025, 17:11
La elección de un nuevo Papa es siempre un hecho que conmueve al mundo. Pero esta vez, para la comunidad agustiniana en Buenos Aires, el anuncio tuvo un eco especial. Apenas unas horas después de que León XIV fuera presentado ayer como el nuevo pontífice, una foto tomada hace exactamente 20 años volvió a circular entre quienes lo conocieron mucho antes del cónclave.
En ella se lo ve celebrando misa junto a Jorge Mario Bergoglio, entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires, quien años después sería elegido Papa y que falleció recientemente; el otro, Robert Prevost, acaba de ser elegido como su sucesor bajo el nombre de León XIV. La escena tuvo lugar el 28 de agosto de 2004, día de San Agustín, en la parroquia del mismo nombre, ubicada sobre la avenida Las Heras, en pleno barrio de Recoleta.
El registro parecía olvidado, hasta que la muerte de Francisco y la llegada de su sucesor lo resignificaron por completo.
“Esta foto puede ser del 2004, que se encontraron Bergoglio con Cipriano [director del colegio en ese momento] y con Prevost. Yo no la conocía, pero es en esta iglesia”, dice a LA NACION el padre Pablo Hernando Moreno, agustino español que conoce de cerca la historia de la parroquia.
“Bergoglio celebró misa muchas veces acá. En 2004 yo estaba en el norte argentino, lo acompañé de Salta hacia más al norte. Por eso no estoy en esa foto”, explica.
En la foto aparecen tres personas: a la izquierda, el padre Cipriano; al centro, Bergoglio; y a la derecha, el entonces superior general de la Orden de San Agustín, Robert Francis Prevost, hoy León XIV.
La iglesia San Agustín, donde se tomó la foto
La imagen fue tomada durante una celebración solemne. El altar cubierto por una tela dorada, los cálices en primer plano y un arreglo de flores frente al retablo completan la escena. Detrás, la arquitectura gótica y las imágenes de santos enmarcan un momento que pasó inadvertido durante años, pero que hoy cobra dimensión histórica.
“Aquí tenemos a los dos papas y un obispo. Bueno, dos obispos y dos papas”, dice entre risas el padre Juan Antonio Gil, también agustino, en diálogo con este medio. “Tenemos al cardenal de Buenos Aires, Bergoglio, y a nuestro superior mayor. Esta foto seguramente sea del 2004 porque estaba también el monseñor Cipriano, que fue director de este colegio”, precisa.
Prevost, estadounidense, había sido elegido superior general de la orden en 2001, con sede en Roma, y
debía visitar comunidades agustinianas en más de 40 países. “Entre ellos vino a la Argentina. Esta iglesia es como nuestra casa principal, el emblema de los agustinos en el país”, explica Moreno.
El papa León XIV, ayer en el balcón de la basílica de San Pedro
La relación entre el Padre Gil y Prevost se tejió durante años. En 2001 compartieron un capítulo general en Buenos Aires. “Él era el presidente del congreso, y yo era el secretario. Trabajamos juntos”, recuerda el padre Gil.
Luego volvieron a cruzarse en España en 2009, en el marco de un proyecto misionero en Mozambique impulsado por Prevost. “Es un hombre con inquietud. Tiende puentes. Como nos decía ayer, es misionero de alma”, agrega.
Una celebración íntima
La misa de aquel 28 de agosto fue una celebración íntima pero significativa. “
Era el día de San Agustín, y la parroquia estaba llena. Nadie imaginaba que en esa foto estarían dos futuros papas”, dice Gil.
El cardenal Robert Prevost con el Papa Francisco, que murió el 21 de abril
La relación entre los agustinos y Robert Prevost continuó incluso después de aquella visita. En 2013, durante la ordenación episcopal de monseñor Alberto Bochatey, agustino y exalumno del colegio anexo a la parroquia San Agustín, Prevost estuvo presente en La Plata como superior general. “Lo consagraron obispo y Prevost vino especialmente para estar en la ceremonia. El vínculo era real”, confirma Gil.
Ayer, cuando León XIV fue anunciado como nuevo Papa, muchos en la parroquia recordaron esa escena.
“Es una foto sencilla, pero ahora es un testimonio único. La mirás y te emociona”, cuenta Moreno. Para los fieles, ese cruce de caminos que ocurrió hace dos décadas en su altar hoy resuena con una fuerza distinta.
“La historia está tejida de momentos como estos. Encuentros que parecían pasajeros, y que de pronto se revelan proféticos”, reflexiona Gil. Y concluye: “Esa misa del 2004 fue un punto de conexión.
Hoy entendemos que en esa foto, sin saberlo, estaban el Papa que se iba y el que llegaba”.