“Si la edad de imputabilidad fuese menor, mi papá estaría acá”

Jueves 29 de Mayo de 2025, 07:18

Las hijas del empleado del 107 asesinado pidieron que el crimen no quede impune.



El crimen de Eugenio González, un empleado del Servicio de Emergencias 107 de 72 años, conmocionó a Tucumán y reavivó el reclamo por una reforma en la ley penal juvenil. El hombre falleció el martes 28 de mayo tras agonizar más de dos semanas luego de recibir un disparo en el pecho durante un intento de robo. Sus familiares apuntan a la inacción de la Justicia y piden cambios legislativos urgentes: “No queremos que a nadie más le falte su padre por culpa de la inseguridad”, reclamó su hija Romina.

El ataque ocurrió el 11 de mayo, cuando González regresaba a su casa en Lomas de Tafí. Fue interceptado en la calle Viamonte al 2600 por dos personas. Uno de ellos, Julio “Pañal” Guerrero (24), le exigió la motocicleta. Ante la negativa, le disparó en el pecho y huyó sin concretar el robo. Eugenio fue derivado al CAPS San Rafael y luego al Centro de Salud, donde permaneció internado en estado crítico durante 16 días hasta su fallecimiento.

El caso expuso la reincidencia del atacante: Guerrero estaba cumpliendo una condena condicional de tres años por apuñalar a un hombre en 2017 y había sido vinculado con otro homicidio en 2013 (cuando apenas tenía 12 años). A pesar de sus antecedentes, se encontraba en libertad. El 14 de mayo fue imputado por tentativa de robo agravado y lesiones con arma de fuego, y quedó detenido con prisión preventiva por cinco meses.

“Mi papá estaría vivo si la edad de imputabilidad fuese menor. Este delincuente ya había matado antes, pero seguía libre. Queremos que este caso marque un precedente. Si no se hace algo, va a haber más víctimas”, expresó María Luz, la hija menor, quien fue la primera en asistirlo tras el ataque. “Me llamó un vecino. Él mismo pidió que me buscaran. Cuando llegué, me contaron que el agresor era un conocido delincuente del barrio”, relató.

Eugenio González era padre de ocho hijos y un trabajador incansable. Con más de tres décadas como chofer de ambulancias, había extendido su actividad en el 107 tras su jubilación. Sus compañeros le rindieron homenaje encendiendo las sirenas el día de su muerte. “Mi papá era solidario, generoso, una persona muy querida”, lo describió Micaela, otra de sus hijas.

Sus familiares lo recuerdan como un hombre multifacético: le gustaba cocinar, pintar, bailar rock, y soñaba con abrir un quiosco o volver a trabajar en herrería una vez que dejara definitivamente su labor en el sistema de salud. Uno de sus deseos más recientes era viajar con su hija María Luz para arrojar las cenizas de su esposa al mar.

La muerte de González reavivó no sólo el dolor de su familia, sino también una discusión de fondo: la necesidad de una reforma legal que permita evitar que reincidentes peligrosos vuelvan a delinquir impunemente. “Hoy fue mi papá, mañana puede ser otra persona”, advirtió su hija Luz.