Lucas Raspall: “Estamos pendientes de lo que le pasa a gente que ni conocemos, pero no vemos al que tenemos al lado”

Domingo 01 de Junio de 2025, 12:30

Lucas Raspall, médico psiquiatra.



En tiempos de aturdidos estímulos y mundos vertiginosos, los diálogos y conversaciones internas se multiplican, generan a veces confusión y se presenta la posibilidad de detener el andamiaje y reencontrar la paz interior a través, por ejemplo, de la meditación, el yoga y tantas otras disciplinas que reciben más adeptos por estas circunstancias.

Médico psiquiatra por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Lucas Raspall es un estudioso de estos temas. Acaba de publicar “Calmar la mente”, que él denomina como un subtítulo, “Del ruido al silencio”. Anteriormente publicó libros como “Redescubriendo la mente” y “La tercera cosa. Neurociencias y psicoterapia” y otros dedicados a la crianza, lo que le valió que Antonela Roccuzzo, la mujer de Lionel Messi, leyera con atención esos textos y los recomendara.

-¿Cómo calmar la mente en un mundo tan hiperestimulado?

En un mundo en el que cada vez hay más prisa, estímulos, interferencias y ruido, la herramienta para alcanzar mayor paz mental está absolutamente a nuestro alcance, a la espera de ser descubierta y entrenada. Estamos súper estimulados, pero desconectados. Estamos pendientes de lo que le pasa a miles de personas que ni conocemos, pero no vemos a quienes tenemos al lado. Lo veo en los bares, con los jóvenes con la mirada baja sobre su pantalla. Tenemos cientos de series y películas en cada plataforma, pero eso sólo amplifica la sensación de que no tenemos nada que mirar… La ciencia y la tecnología avanzaron de manera exponencial en las últimas décadas, pero nos sentimos cada vez peor porque no mejoró la calidad de vida. Y no es una simple observación mía: las tasas de padecimientos de salud mental, desde el estrés que llega a convertirse en burn out, pasando por los trastornos de ansiedad o del estado de ánimo, por mencionar sólo algunos ejemplos, crecen año tras año. Por eso hay un cierto retorno a cuestiones más tradicionales, holísticas, leer budismo, hinduismo, yoga.

-¿Tenemos un cerebro preparado para tanta aceleración e hiperestimulación que nos llega?

Quizás el cerebro pueda con esto, pero nosotros no. Quiero decir, la misión primera del cerebro, como órgano rector, es nuestra supervivencia, no la felicidad. Construir una forma de vida en la que sepamos ser felices es el gran desafío, y la hiperestimulación nos está distrayendo. Cada día dedicamos un poco más de nuestro tiempo a algún contenido en nuestras distintas formas de pantallas, consumos que, además, tienden a ser individuales: lo que yo quiero, cuando yo quiero, sin más. Y así se van diluyendo las preguntas profundas, el sentido, los vínculos, los proyectos colectivos...

-¿A veces esa falta de quietud mental puede convertirse en un ruido ensordecedor?

Esa contestación la tiene cada uno en su propia experiencia y habría que preguntarle a cada uno: ¿notás que el ruido llega a ser ensordecedor? ¿llega a perturbarte, a quitar tu atención de otras cosas o a impedir que te conectes y disfrutes de una actividad? En general, la respuesta es “sí”. No hace falta que sea ensordecedor, basta con que esté presente para que te distraigas de la melodía central. Te perdiste la entrada del violonchelo cuando ese ruido se encendió en tu mente. Se rompió la conexión con tu pareja cuando ese autodiálogo mental se coló en tu cabeza. Son momentos en los que la señal se interrumpe y se pierde la sintonía con aquello que decimos que es nuestra prioridad. Ese ruido suele ser la mancha de aceite en la pista que nos hace despistar. Si la radio está encendida, y vos le prestás atención, entonces ya no estás en el otro lugar.

-Dice en su último libro que por la noche tenemos la mente como si fuera un mono que salta de rama en rama hasta que se queda en una que más nos preocupa. ¿Cómo es eso?

Cada vez que no estamos haciendo algo que convoque nuestra atención y voluntad, instancia en la que se activa una red neuronal que se llama “red ejecutiva”, toma lugar otra red denominada “red default o por defecto”. Lo que hace esta red es divagar, proyectar en la pantalla mental imágenes, recuerdos, sensaciones, fantasías. Así puede dar muchas vueltas, como un mono saltando de rama en rama, hasta que se queda enganchada en un contenido, uno que le interesa particularmente, uno que toca alguna fibra sensible de su vida.

-En ese estado: ¿la mente tiene tendencia a detenerse en lo negativo? Si es así, ¿cómo se entrena para lo contrario?

Claro, por una cuestión evolutiva, la mente tiende a detenerse en un problema, un conflicto, un foco negativo, porque el objetivo primero del cerebro es preparar al organismo para sobrevivir. Por eso tendemos a centrarnos en lo que está mal o puede llegar a salir mal. Una ecuación que nos sirve, pero que si se pasa de rosca, nos genera mucho malestar. El entrenamiento buscará el movimiento contrario: aprender a valorar si ese foco es realmente un problema, centrar la atención en otra actividad.

-¿Qué es exactamente la mente, en definitiva? El ser humano promedio quizás confunde como si fuera el cerebro o con la conciencia. Pero no está en un lugar preciso...

A pesar de que llevo doce libros escritos, la mayoría girando en torno a la mente, se me sigue haciendo difícil describirla. Porque, como vos mencionás, no está en un lugar preciso. No es el cerebro, pero depende de éste. Es más bien una función que precisa tanto del órgano central como de cada nervio y receptor sensorial del cuerpo. En algún punto, la mente habita en todas las células del cuerpo. Y más, no queda encerrada dentro del envase, sino que se proyecta, va más allá, tocando con la punta de sus dedos cada rincón de nuestra existencia.

-Siguiendo con estas temáticas desde su perspectiva: ¿cómo accedemos a la realidad, entonces?

La realidad es una construcción: no accedemos a ella, como si entrara desde afuera a través de la puerta de nuestros sentidos, sino que la edificamos con ese material y otro que surge desde adentro. Con los ladrillos que nos presta el afuera armamos nuestra realidad interna y definimos el mundo en el que vivimos, pero nosotros mismos somos el arquitecto y el obrero. Los ojos no miran nunca por primera vez: por eso el cambio va hacia la “mente de principiante”, cultivando la capacidad de soltar aquello que traemos y pensar, sentir y hacer sin tanto condicionamiento.

-Desarrolla también el concepto de mente desde una perspectiva cuántica. ¿Hay conciencia más allá de la existencia?

Propongo una analogía: nuestra mente piensa, siente y define con las reglas de la física tradicional newtoniana, que marcha de la mano del sentido común. En cambio, los descubrimientos de la física cuántica rompen con lo que aparenta “real” y con esas reglas la mente puede tener nuevas coordenadas... después de todo, nosotros mismos, y el universo entero, estamos hechos de esos átomos. Allí, la incertidumbre, el dinamismo y la interrelación ganan su lugar. Ante la pregunta de si hay alguna forma de conciencia más allá de nosotros, mi respuesta es: venimos del océano, separándonos de él para definirnos en una gota, y volvemos al océano al rato. Somos el océano y en algún momento hay una partición y después te volvés a fundir. /Clarín