Sábado 14 de Junio de 2025, 09:53
Una desgarradora carta escrita hace 43 años por el soldado Ricardo Argentino Ramírez desde Puerto Argentino, con apenas 20 abriles recién cumplidos, parecía estar destinada a seguir tiñéndose de nuevos tonos amarillentos. Esa es la consecuencia a la que, arrumbada en un cajón, la sometió el paso del tiempo.
Ramírez murió el 14 de junio, horas antes de que el gobernador militar Mario Benjamín Menéndez firmara la rendición.
Y la carta estaba llamada a quedar como el ignorado recuerdo de un soldado y una mujer que, durante el conflicto bélico, ofició como "madrina de guerra".
Sin embargo,
el reciente hallazgo de la misiva permitió rescatar un nuevo capítulo de su historia y, por supuesto, también de la de Malvinas.Hay que remontarse al verano pasado para comprender el rompecabezas de este caso, que tiene como protagonista al exsoldado Ricardo Argentino Ramírez, nacido en Quitilipi, un pequeño pueblo de Chaco.
En el archipiélago Ramírez, cuyo segundo nombre elegido por sus padres fue "Argentino" -por haber nacido en la fecha patria que conmemora la Revolución de Mayo-, estuvo a cargo de un mortero de 81 mm en el Batallón de Infantería de Marina Nº 5.
Hace pocos meses, el excombatiente Roberto Piccardi, presidente de la Comisión de Enlace de Veteranos de Guerra de Lomas de Zamora, recibió el llamado de Silvia Noemí Maroño, una excompañera de la secundaria Tomás Espora de Temperley, quien lo contactó para entregarle unas cartas destinadas al Museo de Malvinas lomense, dado que desde hace años trabaja en la publicación de un libro sobre este tema.
Allí, la mujer le acercó dos cartas que su madre y ella recibieron desde Malvinas como respuesta a la iniciativa de enviar unas epístolas a los combatientes en señal de apoyo, luego de una convocatoria realizada a través de la revista Gente.
Uno de los documentos, dirigido a Silvia, correspondía a un conscripto llamado Luis Orellana, quien se desempeñó como operador de radio en las islas. El otro, enviado a su madre Nilda, llevaba la firma de Ramírez. En este último, el joven expresaba su agradecimiento por el regalo de haber recibido su carta en el día de su cumpleaños y, a la vez, exponía la cruda realidad que atravesaba junto a sus compañeros: la guerra, el frío que se colaba entre sus huesos y el hambre.
"Hace dos meses que no sé lo que es comer un pedazo de pan", denunciaba y, en la misma línea, relataba: "Comemos a la mañana un jarro de mate cocido o caldo y, al mediodía, a veces, un plato de polenta o lentejas que ni mi perro comería, pero para el hambre no hay comida fea".
Silvia y Nilda Maroño, las mujeres que oficiaron de "madrinas de guerra" durante Malvinas e intercambiaron cartas con soldados argentinos.Asombrado por la carta "súper preservada por la familia Maroño" que llegó a sus manos a casi 43 años años de que fue escrita, Piccardi, exsoldado del Regimiento 7 de Infantería de La Plata, inició un trabajo de investigación sobre la vida de Ramírez:
"Me ayudaron los muchachos del Centro de Veteranos de Guerra de Lanús, fui a la Biblioteca Nacional, a la Universidad de Lanús y a la de Lomas. Todos coincidíamos en que era un caso único. Entonces redoblé la apuesta y traté de hacer un acto que uniera a todos", expone en diálogo con Clarín.
En ese marco, llegó uno de los momentos que más nerviosismo le ocasionó a Piccardi: contactar a los parientes de Ramírez para explicarles la aparición de la carta, cuya existencia desconocían hasta entonces.
"Afortunadamente di con Alberto Ramírez, su hermano, una persona excepcional. Charlamos largo y tendido. Él entendió bien cada uno de los pasos y vino a un acto para recibir la carta que fue entregada por Silvia Maroño", indica el veterano de guerra lomense.
A Alberto, que le llevaba siete años a Ricardo, por momentos se le entrecorta la voz al recordar al "galancito" de la familia, quien "tenía muchas novias", según afirma con orgullo. Además, comenta que el excombatiente, antes de que se desatara el conflicto bélico, había regresado desde Lanús a Río Grande, Tierra del Fuego -donde realizaba el servicio militar- para solicitar la baja por la muerte de su madre, a los 44 años. Por esos caprichos del destino, el trámite quedó trunco por la irrupción de la guerra.
Al referirse a la carta encontrada, Alberto expresa. "Fue una mezcla de alegría y no sé si decirte tristeza. Una emoción muy grande. Para mí, todo lo de mi hermano ya se había leído, hablado y escuchado. Esto fue algo nuevo, realmente me reconfortó el alma".
"Yo conocí a mi hermano en la vida real porque nos criamos y trabajamos juntos toda la vida. Pero ahí [por la guerra] encontré otra faceta: el patriotismo. Hablaba de defender la soberanía nacional en un contexto de guerra y de combatir por ella", agrega Alberto, quien también comparte que en su momento recibió una carta de Ricardo desde Malvinas, en la que pedía que le enviaran comida y también reconocía que "la estaba pasando mal".
Sin embargo, señala que el relato es aún más dramático en la misiva que pasó 43 años perdida en el tiempo: "Aparentemente, trataba de que nosotros no sufriéramos tanto con lo que le estaba pasando. Algunas cositas escondió", supone Alberto en una entrevista exclusiva con Clarín.
Roberto Piccardi y Alberto Ramírez, unidos por la carta de Ricardo Argentino RamírezLa reconstrucción de los últimos días de Ricardo Argentino Ramírez en MalvinasDesde Malvinas hasta la actualidad, la historia de Ricardo Argentino Ramírez posguerra se fue reconstruyendo por etapas, a través de sus compañeros de batallón y de momentos clave para la memoria de Malvinas.
En 2017, en un acto de justicia a la memoria después de 35 años, se reconocieron sus restos en el Cementerio de Darwin. Ramírez era uno de los 100 soldados argentinos que estaban enterrados bajo la leyenda "Soldado argentino solo conocido por Dios". Con el hallazgo del cuerpo, además se recuperaron una medallita con su nombre, un cortaúñas y un recuerdo de Ushuaia.
Años antes, en 2009, el hermano de Ricardo pudo conocer cómo fueron los últimos momentos con vida del joven dragoneante durante la última batalla en Monte Tumbledown, iniciada la noche del 13 de junio bajo una fuerte nevada, gracias al testimonio de su excompañero y conscripto Sergio Pantano. En ese contexto, durante una táctica de repliegue, resultó gravemente herido por las esquirlas de un obús que explotó cerca de él.
Pese a que Patano atinó a rescatarlo, el joven chaqueño le ordenó: "Déjame acá, me duele mucho. Mi mamá me está llamando y me quiero ir con ella".
"Yo perdí a mi mamá seis meses antes que a mi hermano. Con ella estoy en paz absoluta. A veces la sueño y todo eso. Pero con mi hermano no. Todavía lo extraño. No te digo que lo espero, porque ya no lo espero más, pero es doloroso", indica Alberto durante su emocionante relato en el Museo de Malvinas, en Lomas de Zamora, inaugurado en mayo de 2008.
Antes de la finalización de la entrevista, el hermano de este héroe de Malvinas expresa su agradecimiento a Maroño y Piccardi, por haberle permitido conocer un capítulo más de la historia de de su hermano en el archipiélago. "Lo que hace Roberto es una forma de que Malvinas no muera y quede en el olvido", completa Alberto.
Por último, Piccardi se muestra esperanzado de que, a partir de este relato de Ramírez, las historias de padrinos y madrinas de guerra comiencen a aparecer para completar aún más la historia de Malvinas. "Nosotros no vamos a pedir las cartas. Las vamos a escanear y preservar para que queden registradas en un futuro. Ojalá aparezcan muchos casos más", concluyó.
La carta completa del soldado Ricardo Argentino Ramírez que llegó a su hermano después de 43 añosHola, ¿qué tal? Puerto Argentino -25-5-82- Islas Malvinas Querida: “Madrina de Guerra” Espero que al recibir esta carta se encuentren bien de salud, quedando yo aquí bien gracias a Dios.
Bueno, por empezar les diré que hoy 25 de mayo llegó a mis manos su hermosa carta y qué mejor regalo para hoy que es mi cumpleaños (20 Abriles), en fin, realmente estoy orgulloso de encontrarme aquí en Puerto Argentino, para ser un integrante más de esta lucha por la soberanía nacional, y más contento estoy al saber que todo ese pueblo argentino nos sigue alentando espiritualmente, desde cada rincón de nuestra querida Patria.
Bueno, Madrina, les comentaré que soy de Buenos Aires, de Lanús Este para ser más exacto y estoy de Remedios de Escalada a 15 minutos en colectivo. Usted me pregunta qué hacía yo en la vida civil: bien, le contaré, yo hace casi dos años, digo este tiempo porque hace 17 meses que estoy incorporado en la Marina y en ese lapso no tengo la dicha de decir que pude ver a mi familia, porque sinceramente tengo comunicación con ellos por carta solamente y ya pasó 2 meses que no recibo carta de ellos.
Estuve haciendo la conscripción en Río Grande (Tierra del Fuego) ¡Lejos, no! Ahora sí pasaré a responder su pregunta. Yo estudiaba en una escuela industrial en Congreso, cursaba 3er año y si me preguntara cuánto es 2 más 2 le aseguro que le respondería muy dudosamente.
También tanto tiempo y ahora esta guerra que estamos viviendo y sufriendo, digo sufriendo porque aquí pasamos, mejor dicho, estamos pasando hambre, frío y cuanta cosa más que son difíciles de decir.
La otra pregunta que me hace usted es ¿Qué pienso hacer luego? Muy difícil de saber eso, dejemos para el futuro venidero. Bueno, les describiré cómo soy: tengo 20 años fresquitos y 1.72 metros de estatura, tez blanca y bien parecido. Sencillo, pero bastante sentimental y me afecta mucho todo esto.
En fin, les diré que me alegraría mucho que me sigan escribiendo y si no es mucho pedir, que me envíen las fotos suyas, para así tenerlas junto a mí y así comprometerme a visitarla cuando regrese a la vida civil, lástima que yo no tengo ninguna foto mía aquí para enviarles, pero sí les digo otra vez que, si Dios quiere, tendré la oportunidad de charlar con usted y su hija y por supuesto no despreciar ese almuerzo que menciona en su carta.
Esto que escribiré a continuación no quiero que me tome a mal, pero la circunstancia obliga; pienso que me comprenderá. Aquí se comenta, y es verdad, que llegan donaciones para nosotros y yo les aseguro que hace 2 meses no sé lo que es comer un pedazo de pan. Por eso, si usted sabe de alguna donación, envíela a mi nombre o a los de mis compañeros de sección, porque las que llegan a nombre de cualquiera de las fuerzas armadas en la isla, las comen en el puerto y nosotros que estamos a 10 kilómetros del pueblo, no nos llega ni un caramelo (qué triste, ¿no le parece?), estamos en el campo metidos en cuevas y comemos a la mañana un jarro de mate cocido o caldo y al mediodía, a veces, un plato de polenta o lentejas que ni mi perro comería, pero para el hambre no hay comida fea.
En la cueva en que vivimos somos 8 (OCHO) conscriptos y en total somos 45 en la sección y nos arreglamos como podemos. Cuando llueve, se lo regalo, encima que nos mojamos todos hace un frío de locos. Igual no aflojamos.
Bueno, me tengo que despedir porque no me queda papel ni sobre para seguir escribiendo. Perdonen, pero si me contestan espero recibir papel y sobre para seguir carteándonos. Gracias.
Me despido con un beso y un abrazo de un marino de la Patria, Ricardo Argentino Ramírez. /
Clarín