Miércoles 25 de Junio de 2025, 23:29

La lectura dejará de ser una actividad pasiva para convertirse en un proceso interactivo, donde el lector –asistido por inteligencia artificial– también es editor.
Por Redacción Contexto TucumánLa lectura tradicional, silenciosa, lineal y solitaria, parece encaminarse hacia su ocaso en un
mundo cada vez más modelado por la inteligencia artificial y la cultura digital. Así lo advierte
Joshua Rothman en un
extenso análisis publicado por The New Yorker, donde plantea que no solo han cambiado los
hábitos de lectura, sino que está en
cuestión el propio concepto de leer y su valor cultural.
Rothman evoca una
época en la que leer era tan simple como mover los ojos sobre una página. Hoy, sin embargo,
esa experiencia se ha vuelto casi exótica. La mayoría de los lectores modernos transitan un
terreno fragmentado: van de Apple News a Reddit, de Substack a un video de YouTube, en medio de un flujo incesante de estímulos.
“Debemos elegir activamente no dejar de leer”, escribe el autor, resumiendo el dilema contemporáneo.
La lectura por placer, en retroceso
Las estadísticas reflejan este declive. Según el National Endowment for the Arts, la proporción de adultos estadounidenses que leyeron al menos un libro en el último año pasó del 55?% al 48?% en solo una década. Entre los adolescentes, la caída es aún más drástica: apenas el 14?% de los jóvenes de 13 años lee por placer casi todos los días, frente al 27?% de hace una década. Profesores universitarios, cada vez más preocupados, relatan cómo sus estudiantes tienen dificultades para concentrarse en textos largos y complejos.
Del libro impreso al texto fluido
Esta transformación se enmarca en lo que Rothman denomina el “cierre del paréntesis Gutenberg”, el período histórico en el que el libro impreso dominó la cultura. Internet lo habría clausurado al introducir una comunicación más fluida, fragmentaria y conversacional. Pero la llegada de la inteligencia artificial marca una ruptura aún más profunda.
Los grandes modelos de lenguaje son, en palabras del autor, “máquinas lectoras”: no comprenden como los humanos, pero pueden procesar cantidades colosales de texto con una eficacia asombrosa. Son capaces de recordar, resumir y conectar ideas con una velocidad que deja atrás incluso al lector más culto. Rothman los compara con graduados universitarios que “hicieron toda la lectura”.
Lectores asistidos, textos transformables
Esta capacidad permite que las IAs simplifiquen o transformen textos a demanda. Un ejemplo: donde Dickens describe lámparas de gas surgiendo entre la niebla, una IA puede decir simplemente: “Las lámparas brillan débilmente a través de la niebla”. Esto abre la puerta a una lectura personalizable, en la que los usuarios podrán pedir versiones más breves, claras o incluso en otro formato, como audio.
En este contexto, el texto se vuelve “fluido, refractable, fungible”. La lectura deja de ser una actividad pasiva y se convierte en un proceso interactivo, donde el lector –asistido por inteligencia artificial– también es editor.
¿El final del lector culto?
Pero este nuevo paradigma plantea una pregunta inquietante: ¿seguirá existiendo la lectura profunda, reflexiva, sin intermediarios? Rothman cree que, aunque ciertas obras resistirán la tentación del resumen –como las novelas de Elena Ferrante, cuya densidad es parte de su esencia–, los lectores tradicionales serán una minoría cada vez más rara.
Tal vez surjan “zonas de lectura solo para humanos”, espacios donde enfrentarse al texto sin atajos tecnológicos sea un acto deliberado, casi militante. Allí, los pocos que aún lean de forma directa podrán acceder a una comprensión más rica, más íntima. Pero la idea de que ser “bien leído” es sinónimo de cultura o inteligencia podría estar llegando a su fin.
Una pregunta clave para el futuro
En un mundo donde los textos se adaptan y los lectores están asistidos por máquinas, Rothman deja flotando una pregunta que resume el desafío cultural de nuestro tiempo: ¿Sobrevivirá la lectura profunda como la conocemos?
La respuesta no solo definirá el futuro de la literatura, sino también el rumbo de nuestra vida intelectual y cultural.
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