La nueva revolución industrial que sufre y disfruta la Argentina: cambia el perfil de las empresas

Domingo 29 de Junio de 2025, 10:23





La Argentina, como el mundo, enfrenta un cambio tecnológico cuyas consecuencias, sociales culturales y económicas pueden ser comparables con las que provocó la revolución industrial.

Es innegable que se está ante un momento de tensión, generado, entre otras cosas, por el avance de las industrias de servicios en desmedro de las fábricas tradicionales. Los ejemplos pueden ser muchos, pero muy pocos imaginan que en la Argentina una fintech, es decir una empresa tecnológica financiera como Ualá, tenga el doble de empleados que los que tiene General Motors en el país para fabricar autos. Hay más: en el ranking de las 100 empresas más influyentes del mundo de la revista Time, se encuentra Mercado Libre, la única de la Argentina. La firma creada por Marcos Galperin tiene 12.500 empleados en el país y 90.000 en total, que cobran mayor dimensión si se los compara con los 21.200 que tiene YPF, la mayor petrolera del país.

Está claro que el avance de la tecnología no solo dejó a cientos de empresas obsoletas: creó otras nuevas y en pocos años las nuevas ya son tan grandes como varias de las industrias más tradicionales.

En el cuarto trimestre de 2024 las exportaciones de la llamada “industria del conocimiento” llegó a US$2.573 millones. Representó el 9,2% de las exportaciones argentinas y ya es el tercer complejo exportador detrás del oleaginoso y el petrolero-petroquímico, en un nivel similar al automotor, aclara un informe elaborado por Argencon, una entidad que agrupa a las empresas de servicios basados en el conocimiento.

El avance de la industria del conocimiento es una realidad. No invalida que la industria tradicional deje de ser competitiva. De hecho, hay datos para tener en cuenta: “Argentina es el cuarto productor mundial de pickups, después de China, Estados Unidos y Tailandia”, dijo Gustavo Salinas, CEO de Toyota en Argentina, en un reciente ciclo sobre tecnología y robótica organizado por Clarín.

Sin embargo, los miles de obreros que tenían las fábricas en modelos fordistas hoy no son tantos, o conviven con robots y con otros miles de empleados ubicados en diferentes rubros dentro de las mismas compañías.

El economista Alberto Shuster analiza un artículo publicado por The Economist donde dice que durante el siglo XX, en Estados Unidos, el empleo manufacturero fue sinónimo de movilidad ascendente, especialmente para quienes no contaban con estudios universitarios. En los 70, uno de cada cuatro trabajadores estadounidenses estaba empleado en la industria de producción de bienes.

Ahora, esa cifra se redujo a menos del 10%, y apenas un 4% de los trabajadores realiza tareas directamente en la línea de producción. Pero esos empleos en realidad no se perdieron, aunque si se transformaron. De hecho, hoy más de la mitad de los empleos catalogados como “industriales” corresponden en realidad a funciones de soporte o profesionales como recursos humanos, marketing, diseño o ingeniería. Hay más: países industriales como Alemania, Japón y Corea del Sur redujeron la plantilla de empleados en las líneas de producción. China, en particular, eliminó cerca de 20 millones de empleos manufactureros entre 2007 y 2020.

Este fenómeno no responde a una decadencia industrial, sino al progreso: la producción fabril estadounidense actual, en términos reales, es más del doble que en los años 80. Las fábricas de EE.UU. producen más que las de Japón, Alemania y Corea del Sur juntas. Si se tomaran como un país, constituirían la octava economía más grande del mundo. Pero lo hacen con menos gente.

En la Argentina los operarios industriales tienen salarios muy diferentes de acuerdo al trabajo y la empresa dónde realicen ese trabajo. En la industria de servicios, esos salarios son altos, o al menos parten de un piso alto, y son más parejos.

"Hoy, los trabajadores de fábrica ganan menos por hora que sus pares en servicios no supervisados. El premio salarial del sector manufacturero, que en los años 80 superaba el 10%, ha desaparecido para quienes no tienen un título universitario. La productividad industrial también perdió impulso frente a los sectores de servicios", afirma Shuster.

Entonces, ¿dónde están los nuevos “buenos empleos” para la clase trabajadora? La respuesta va por el lado de los oficios calificados. Más de 7 millones de estadounidenses se desempeñan como electricistas, carpinteros, instaladores de paneles solares y técnicos en reparación, la mayoría sin título universitario.

Al mismo tiempo, en la industria tecnológica, no todo lo que brilla es oro: esta semana el unicornio local Globant, la compañía de ingeniería de software y tecnología de la información, despidió a 1.000 empleados en el mundo, el 3% de su plantilla. /Clarín