Dos nenes compartían la habitación en un hospital y uno donó su corazón al otro

Lunes 30 de Junio de 2025, 08:09

El pequeño Felipe Palagani en el Hospital Italiano, con su familia.



Cada noche en una habitación del Hospital Italiano, una madre cantaba suavemente: “Las hormiguitas van marchando, pam, pam, pam…”. Ella era Paula, madre de Luca, un niño de dos años de Neuquén, que se encontraba hospitalizado después de recibir un trasplante de hígado. Pero Paula no cantaba solo para él. En otra cama cercana, estaba Felipe, otro niño de Neuquén, de solo un año, conectado a un corazón artificial. Pamela, la madre de Felipe, escuchaba y le decía: “Canta más fuerte para que también lo escuche”. 

 Una emotiva historia en el Hospital Italiano

En ese momento, ninguna de las dos podía imaginar que esta canción infantil se convertiría en un vínculo profundo. Detrás de su sufrimiento y esperanza, esas madres estaban unidas por algo mucho más significativo. Semanas después, el corazón de Luca daría una nueva oportunidad de vida a Felipe a través de un trasplante que sería el primero de su tipo en la medicina nacional y en América Latina.

La inesperada conexión entre dos familias

El 18 de junio, Felipe Palagani recibió un nuevo corazón. No solo era compatible, sino que provenía de una familia oriunda de la misma provincia, Neuquén. Habían compartido no solo la misma habitación en el hospital, sino también la misma canción que resonaba cada noche. Este no fue cualquier trasplante; se trató del primer trasplante de corazón pediátrico realizado en Argentina a partir de una donación realizada bajo la técnica de asistolia controlada, un método en el que el donante ya no muestra actividad cardíaca. Esta técnica, practicada sobre todo en España y Australia, ahora ha abierto nuevas posibilidades en el país.

En esta historia, no son los términos médicos los que más importan, sino las voces emocionadas de dos madres que enfrentaron lo imposible. Una de ellas luchó por mantener a su hijo vivo a pesar de todo. La otra tomó la difícil decisión de donar los órganos de su hijo, permitiendo que otro pequeño, quien había compartido la habitación, pudiera seguir adelante con su vida.

Pamela Domínguez compartió su experiencia con Clarín desde una habitación decorada con globos formando la palabra “Feli”, su hogar en el hospital desde hace más de siete meses. Desde Neuquén, Paula Navarrete y Nicolás Zarragud recordaban la vida de Luca, su hijo: un niño feliz y lleno de vida a pesar de sus estancias frecuentes en hospitales. “Era un niño que cantaba y hacía mímica de las canciones incluso estando hospitalizado”, relató Paula.

Pamela explicó que Felipe nació saludable, pero a los cinco meses, una presunta bronquiolitis lo llevó de urgencia al hospital. Su corazón había crecido desmesuradamente, casi llenando toda su cavidad torácica. Fue diagnosticado con una grave miocardiopatía dilatada. Desde ese momento, la vida de la familia cambió completamente. Felipe, en estado sedado y conectado a un respirador, no mejoró con los tratamientos y tuvo que ser trasladado del sur de Argentina al Hospital Italiano de Buenos Aires.

Felipe se convirtió en protagonista de un trasplante de corazón sin precedentes en el país.

Las familias se conocieron en noviembre. Luca había recibido un trasplante de hígado dos días antes de que Felipe fuera ingresado al mismo hospital. Inicialmente se encontraban en los pasillos, posteriormente compartieron sala de terapia y finalmente compartieron una habitación. Encontraron similitudes: ambos eran de Neuquén, sus hijos estaban hospitalizados y tenían otros hijos mayores de cuatro años. En una situación tan atípica, compartieron su humanidad: la espera, la fe y las canciones.

Para Felipe y su familia, el hospital se convirtió en su segunda casa. “El corazón apenas latía, pero siempre mantuvimos la esperanza”, comentó Pamela. Felipe enfrentó varias complicaciones: un ACV, una falla cardíaca y finalmente fue conectado al Berlin Heart, un corazón artificial nunca antes usado en un niño tan pequeño en Argentina.

Sin embargo, el Berlin Heart no era una solución permanente. Felipe necesitaba un trasplante urgente y formaba parte de una lista de espera con otros 12 niños, cada día era como una cuenta regresiva.

Luca, a sus dos años, se convirtió en el donante de Felipe.

Aunque enfrentaban diagnósticos distintos, ambas familias se apoyaban mutuamente. La incertidumbre y el dolor eran compartidos. “Nos preocupábamos tanto por nuestro hijo como por el del lado”, expresó Paula. En esa misma habitación, las angustias y los avances se vivían juntos. No había distancia entre las camas, y la canción de las hormiguitas era para ambos, recordó Pamela.

Aunque Luca fue dado de alta, su salud se deterioró y tuvieron que regresar de emergencia al Hospital Italiano. En su retorno, Paula recuerda haber encontrado a Pamela en la puerta. Un abrazo significó un acuerdo silencioso de que esta experiencia las uniría de por vida.

El equipo médico del Hospital Italiano llevó a cabo un procedimiento quirúrgico innovador en la región.

El estado de Luca se agravó debido a un virus que dañó irreversiblemente sus pulmones. Incluso con ayudas mecánicas, su cuerpo no pudo resistir. Ante la falta de más opciones, Paula y Nicolás consideraron la posibilidad de donar sus órganos. Sabían que, aunque no cambian el destino inminente de Luca, podían ofrecer una nueva vida a otro niño en la misma situación que ellos vivieron.

Nicolás recordó un momento crucial: una noche, al sentir el fuerte latido del corazón de su hijo, supo que era lo más valioso que podía ofrecer. Cuando les informaron que era posible un trasplante sin requerir muerte encefálica, se trataba de una donación en asistolia, una primicia en el ámbito pediátrico del país, aunque aún no sabían si el receptor sería Felipe.

La madrugada del 18 de junio, el proceso comenzó. Primero bajaron a Luca al quirófano, luego a Felipe. En la sala de espera, Paula se acercó a Pamela con un toque en el hombro: “Todo está listo”, le dijo. Minutos después, les informaron que Felipe recibiría el corazón. Comenzaba así un trasplante inédito en América Latina basado en donación controlada. Era un avance médico, pero también un milagro emocional.

El acto de tocar a otra madre para darle esperanza y reconocer el dolor de la pérdida, capturó la esencia de esta historia.

La imagen de las familias abrazándose después del procedimiento quedó grabada. Donde el padre de Felipe le agradeció a Nicolás por salvar la vida de su hijo y Paula agregó: “Lo logramos”.

“Le dije que, aunque eso no cambiaría lo de Luca, nos daba consuelo que sirviera para Feli”, expresó Paula. Porque lo que las mantuvo fuertes fue saber que la esencia de Luca seguiría vibrando. Y en un cuerpo al lado, que también cantó esa canción. Era el hijo de una amiga hecha en circunstancia improbables.

Ese día, Felipe salió del quirófano con un corazón nuevo: el de Luca.

La familia de Felipe planea darle Luca como segundo nombre, en homenaje a esa corta pero intensa vida. Era un niño que transpiraba alegría, incluso en el hospital. Un niño que vivió cada momento intensamente.

El trasplante pionero que marca una nueva era

Hasta ahora, los trasplantes en Argentina se realizaban tras muerte cerebral cuando los órganos podían funcionar temporalmente. La donación en asistolia, distinta, ocurre tras un paro cardíaco, recortando el tiempo para la ablación y el trasplante.

Carlos Chichero, presidente del Instituto de Trasplante de Buenos Aires, explicó que es una primicia tanto en el país como aproximadamente en América Latina, de un trasplante pediátrico con donación en asistolia. “Usualmente, el corazón se obtiene tras muerte cerebral, pero ahora era diferente: dejó de latir por sí mismo”, subrayó.

Jorge Barretta, jefe de Cirugía Cardiovascular Pediátrica del Hospital Italiano, destacó la infraestructura requerida para un procedimiento de esta complejidad. Describió que el corazón estuvo detenido 30 minutos durante esta evaluación minuciosa.

Una vez decidido que el corazón era apto, en paralelo se preparó al receptor. La transferencia se efectuó bajo el protocolo aprobado, minimizando el tiempo de traslado.

No fue necesario un procedimiento legal extraordinario. “Está contemplado bajo la Ley 27.447 de Trasplante de Órganos y se hizo con la supervisión del INCUCAI”, añadió Barretta. En el caso pediátrico, el consentimiento familiar sigue siendo necesario.

La coincidencia fue crucial: un niño de un año requiriendo un corazón era residente del mismo hospital. Antes que Felipe, otra niña en espera fue inhabilitada temporalmente por no estar en condiciones para recibir el órgano.

INCUCAI, ente responsable de la asignación, eligió a Felipe tras exclusión por tamaño y grupo sanguíneo en otros pacientes.

Chichero señaló que esto abre posibilidades ante un panorama de limitada oferta, como sólo 20 a 30 trasplantes pediátricos anuales en el país, dada la baja mortalidad infantil y la necesidad de autorización parental.

Con esta técnica, se extiende el horizonte: en España, el 30% de donaciones ya son en asistolia. “Un aliciente para equipos médicos a intentarlo más frecuentemente”, concluyó Chichero.

Actualmente, Felipe se recupera. “Ya le quitaron el marcapasos. Lo sostuve en brazos después de tanto tiempo”, comparte su madre, emocionada. Y su corazón lleva algo especial: el legado de Luca. “Le prometí a Paula que las hormiguitas siempre continuarían en el corazón de Feli”, reflexiona Pamela.

Este trasplante esencialmente cambió la historia médica nacional. Mostró que del sufrimiento puede nacer una oportunidad de amor tan significativo capaz de dar sentido a una pérdida irreparable. Como expresó la madre de Felipe: “Los órganos no suben al cielo, salvan vidas aquí en la tierra”.

Y ahora, con las hormiguitas marchando en su corazón, Felipe vive. Late para dos. /Nuestras Voces /Clarín