Martes 01 de Julio de 2025, 22:23

La estética del viaje tiende a simplificar y reducir culturas enteras a clichés visuales.
Los
influencers de viajes suelen dar la impresión de tenerlo todo bajo control. Sus
looks –incluso para subirse al avión– están cuidadosamente curados, y
cada plato que comparten en vacaciones parece
salido de una revista: lleno de frutas, verduras frescas y colores vibrantes. A veces, da la sensación de que sus escapadas están
más cerca de un set de rodaje que de un viaje real.
Hoy, la estética se ha vuelto una parte central a la hora de planificar vacaciones. Según Vogue, la
Generación Z construye sus viajes a partir de
tableros de inspiración en redes sociales como Pinterest, donde los destinos parecen salidos de un sueño perfectamente filtrado.
Pero esta avalancha de imágenes de escapadas ideales, conocidas como
turismo aesthetic, puede tener efectos no tan ideales: desde
generar expectativas poco realistas hasta terminar en frustración.
¿Qué es la “estética viajera”?
Tal vez nunca hayas escuchado ese término, pero seguro te cruzaste con él. Si pensás en Japón, probablemente te imaginás cerezos en flor, templos milenarios o luces de neón en Tokio. Grecia evoca casas blancas cubiertas de buganvillas sobre acantilados. París, calles empedradas con la Torre Eiffel de fondo.
Estas imágenes, aunque encantadoras, no son la realidad completa. Son construcciones culturales moldeadas por películas, revistas, guías turísticas y, más recientemente, redes sociales.
En TikTok, hashtags como #travelaesthetic superan los 66 millones de vistas, mientras que en Instagram hay decenas de miles de publicaciones bajo etiquetas como #londonaesthetic, #japanaesthetic o #parisaesthetic. El fenómeno está en todas partes.
La ilusión que genera decepción
El problema surge cuando viajamos con la expectativa de que el destino será igual a lo que vimos en redes. A veces, esa diferencia entre lo imaginado y lo vivido genera decepción. Un ejemplo reciente es el de Stacia Datskovska, una escritora estadounidense que se volvió viral tras confesar que odiaba estudiar en Florencia. Llegó con la cabeza llena de imágenes de la dolce vita –cenas divertidas, romances de verano, helado derritiéndose al sol y copas de vino entre conversaciones profundas– pero la experiencia real no estuvo a la altura del guion soñado.
No fue la única. TikTok también infló la estética de Milán como una ciudad de alta moda y arquitectura imponente. Muchos visitantes, al encontrarse con una metrópolis moderna y postindustrial, se sintieron estafados. Lo mismo ocurre con el llamado "síndrome de París": una desilusión tan fuerte al ver la realidad de la ciudad que, en algunos casos, llega a afectar emocionalmente a los turistas.
Y hay un detalle más: cuando muchos buscan el mismo fondo perfecto para su foto, los lugares icónicos se saturan, y esa postal soñada se convierte en una lucha por encontrar un ángulo sin multitudes.
Lo que se pierde en el camino
Más allá de la decepción individual, hay otro efecto preocupante. La estética del viaje tiende a simplificar y reducir culturas enteras a clichés visuales. En lugar de sumergirnos en la complejidad de un destino, lo consumimos como un decorado de Instagram. En algunos casos, esto puede rayar en lo racista o xenófobo, al representar pueblos enteros con una mirada estereotipada.
Las redes sociales, obsesionadas con lo visual, exacerban esta tendencia. El fenómeno del set-jetting –viajar a lugares que aparecen en películas o series como Emily in Paris– alimenta una visión romántica pero superficial. Y cuando una cultura se convierte en pura estética, sus habitantes corren el riesgo de ser deshumanizados, vistos solo como parte del decorado.
¿Cómo viajar de forma más real?
Es fácil caer en la tentación del viajero perfecto, siempre listo para una foto glamurosa en un sitio impoluto. Pero viajar debería ser algo más que coleccionar imágenes bonitas.
Una forma de combatir esta lógica es elegir destinos menos conocidos y más necesitados de turismo. Y si decidimos visitar lugares populares, lo mejor es hacerlo buscando experiencias auténticas, no postales.
Porque detrás de cada ciudad o país hay personas reales, con historias, contradicciones y matices. Como en nuestro propio lugar de origen, nada es tan simple como parece en Instagram.
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