Un episodio de Black Mirror en Tucumán. Sí,
. Venía en dos patas -y en cuatro-, y se dejó ver bajo el sol que desde hace días se escondía de los tucumanos. Como si no fuera raro que, un miércoles cualquiera,
. El primero, un robot cuadrúpedo de movimientos asombrosamente suaves, casi juguetones. El segundo, un humanoide inexpresivo que camina con equilibrio impecable, como un mimo de titanio que observa en silencio.
. Pero lo que ocurrió frente a decenas de celulares y cejas levantadas no fue solo una demo tecnológica: fue un episodio colectivo de extrañamiento, un pie en el futuro, un instante en que Tucumán pareció escenario de una distopía amable.
Los más chicos eran los más valientes. Se acercaban a Chicho como quien se acerca a una mascota desconocida: con curiosidad y sin prejuicio. Y Chicho respondía.
Se detenía, saludaba con una pata articulada, seguía su camino. Por un momento era solo eso: un perro robótico simpático. Pero bastaba mirar de cerca para advertir que no era un juguete.
Era una máquina de vigilancia equipada con sensores de profundidad, cámaras HD, reconocimiento facial en tiempo real, y capacidades de patrullaje autónomo.
En Santiago del Estero ya tiene rango policial y nombre oficial: Cabo Lugones. En Tucumán, por ahora, es solo una atracción urbana. Pero eso puede cambiar. A su lado, Amancio impone otra clase de presencia. Alto, recto, silencioso. Camina como nosotros, pero no es como nosotros.
Tiene sensores de equilibrio que le permiten resistir empujones sin caer. No habla, no gesticula. Solo está. Como un espantapájaros del futuro.
-¿Tiene inteligencia artificial?
-
Todavía no decide solo... pero podría -responde uno de los técnicos-. Y la frase se queda flotando, ambigua, como advertencia o como promesa.
Los adultos lo miran con una mezcla de asombro, nostalgia y temor. Una señora de unos 65 años lo resume mejor que nadie. “Es lindo... pero da cosita. ¿Y si se le cruzan los cables?”. Lo dice mientras graba con su celular, con la emoción de quien se topó con un raro objeto en plena peatonal.
Robots y likesEn cuestión de minutos, la peatonal dejó de ser una calle cualquiera para transformarse en un set de rodaje urbano. Los protagonistas no eran actores, sino androides. Y el público, una multitud espontánea que sacaba selfies, grababa videos y los subía a Instagram con el clásico: “Mirá lo que hay en Tucumán”. Como si hiciera falta registrar lo increíble para confirmar que fue real.
Un niño de siete años lo expresó a LaGaceta con la contundencia que solo la infancia permite:
-¿Querés un perro de verdad o este?
-Este.
Entre ternura y controlDetrás de los gestos graciosos y los movimientos simpáticos, lo que estos robots traen no es solo entretenimiento: es vigilancia. Son
herramientas diseñadas para seguridad electrónica.
Llevan cámaras térmicas, radares LIDAR, sensores de gas, reconocimiento facial y capacidad de operar en entornos hostiles. No se caen, no se desconectan fácil, no se dejan voltear. Tienen código abierto y pueden ser programados en Python o C++. No aprenden solos... todavía. Pero la idea de que podrían, queda latente.
El futuro ya no es promesaChicho y Amancio se presentarán oficialmente este viernes en una exposición de seguridad en el Hotel Sheraton. Allí estarán junto a otros modelos más “serios”, más técnicos, menos carismáticos. Pero en la peatonal ya cumplieron su misión: capturaron la imaginación colectiva.
Una joven, al acariciar la cabeza metálica de Chicho, lo dijo entre risas nerviosas:
-Me da ternura... pero espero que no nos maten.
Y ahí está, quizás, el resumen más honesto del siglo XXI: convivimos con la maravilla y el miedo. Nos asomamos al futuro con una sonrisa en la cara… y el dedo listo para el botón de grabar.
/LaGaceta