Jueves 21 de Agosto de 2025, 09:08
Un grupo de cañeros minifundistas se manifestó en Monteros contra lo que califican como una “persecución” del Ministerio Público Fiscal (MPF), luego de que la Justicia advirtiera que investigará y procesará a los dueños o arrendatarios de campos donde se registren incendios. Los productores aseguran que no pueden cosechar sin quemar la caña y que la Policía los amenaza con detenerlos.
Cerca de 200 productores se concentraron en la ruta 38, frente al Ingenio Ñuñorco, para exigir que se les permita continuar con el sistema “semimecanizado”, que consiste en prender fuego a los cañaverales antes de la cosecha. Alegan que se trata de una práctica “controlada” y que sin ella no pueden sostener su actividad.
Pero lo que los cañeros llaman una “tradición” es en realidad una práctica altamente contaminante. La quema de cañaverales libera gases tóxicos y partículas finas que afectan el aire, agravan problemas respiratorios en la población y dañan el ambiente. Además, destruye microorganismos esenciales del suelo y genera pérdida de biodiversidad. Tucumán ha sufrido en los últimos días múltiples incendios que, más allá de sus causas, agravan la crisis ambiental y ponen en riesgo a miles de personas.
Resulta irresponsable que los productores intenten relativizar los efectos de esta práctica. Asegurar que el fuego está “controlado” es minimizar un problema grave: basta un descuido o un cambio en el viento para que los incendios se desborden y arrasen con campos enteros.
El fiscal Edmundo Jiménez ya advirtió que endurecerá la persecución penal contra quienes permitan o promuevan estas quemas. La medida apunta a frenar una práctica que no solo es dañina, sino que también incumple con normativas ambientales vigentes.
Los reclamos de los productores —algunos de los cuales incluso amenazan con cortar rutas— ignoran un punto central: el derecho de la sociedad a respirar aire limpio y vivir en un ambiente sano está por encima de la comodidad de un método de cosecha obsoleto y dañino.
Mientras los cañeros se victimizan, los hospitales reciben a personas con problemas respiratorios agravados por el humo de las quemas. La discusión no puede reducirse a una cuestión económica: se trata de vidas humanas, de calidad de aire y de un ambiente que se degrada cada año por estas prácticas.
El desafío del sector azucarero es adaptarse a técnicas más limpias y sostenibles, no aferrarse a costumbres que ponen en riesgo a toda la provincia. Quemar cañaverales no es una solución: es un problema que ya no puede seguir siendo tolerado.