Jueves 18 de Septiembre de 2025, 06:29

Casi la mitad de los chicos de 5 a 17 años tiene exceso de peso.
La creciente obesidad infantil en Argentina preocupa a pediatras y especialistas en salud cardiovascular. Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son la principal causa de morbimortalidad en el mundo y, según la evidencia, tienen su origen en hábitos adquiridos desde la niñez.
La combinación de sobrepeso, sedentarismo y exceso de tiempo frente a pantallas aumenta significativamente el riesgo de problemas de salud a futuro.
En Argentina, los datos preocupan. La Encuesta Nacional de Nutrición y Salud reveló que el 13,6% de los menores de 5 años presenta exceso de peso, cifra que trepa al 41,1% en niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años. A esto se suma que la inactividad física alcanza al 35% de los escolares y al 39% de los adolescentes. “Estas cifras cobran aún más relevancia si se considera que, según la Organización Mundial de la Salud, el 80% de las ECV podrían prevenirse con hábitos saludables adquiridos desde etapas tempranas de la vida”, explica la Dra. Valeria El Haj, Directora Médica Nacional de OSPEDYC.
Los especialistas aseguran que la alimentación equilibrada y el ejercicio regular son pilares de la prevención desde el nacimiento. En los primeros meses de vida, la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses y complementaria hasta los dos años o más constituye la mejor estrategia nutricional. “La obesidad en menores de 2 años se asocia a un 30% más de riesgo de obesidad en la adolescencia”, advierten especialistas.
Con el correr de los años, los hábitos se vuelven fundamentales. La dieta variada, el movimiento constante y el juego activo en la primera infancia, la reducción de ultraprocesados y del tiempo frente a pantallas en la etapa escolar, y la práctica diaria de actividad física en la adolescencia marcan la diferencia. Un niño con obesidad a los 5 años tiene cuatro veces más riesgo de continuar con exceso de peso en la adolescencia.
Hábitos saludables en cada etapa: de la infancia a la adolescencia
Según los expertos, en la edad preescolar (3 a 5 años), se recomienda una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas magras, limitando los azúcares agregados. A esta etapa le corresponden 180 minutos diarios de actividad física de cualquier intensidad, preferentemente a través del juego, además de entre 10 y 13 horas de sueño.
Durante la etapa escolar (6 a 12 años), el desayuno equilibrado cada mañana resulta clave, así como la reducción de gaseosas, snacks altos en sodio y productos ultraprocesados. Actualmente, el exceso de peso afecta al 30% de los escolares argentinos. También se recomienda fomentar deportes, caminatas o bicicleta como medio de transporte hacia la escuela, y limitar el tiempo de pantallas recreativas a un máximo de dos horas diarias.
En la adolescencia (13 a 17 años), un momento de consolidación de la autonomía y de la identidad, las elecciones alimentarias cobran mayor peso. Promover el consumo de hierro, calcio y proteínas de calidad, evitar bebidas energéticas y alcohol, y acompañar el desarrollo de una relación responsable con la comida son pasos fundamentales. A nivel físico, se sugieren al menos 60 minutos diarios de actividad moderada o vigorosa junto con deportes en equipo o actividades al aire libre.
El desafío no se limita a la alimentación y el movimiento. En esta etapa también resulta crucial la prevención del tabaquismo y del consumo de alcohol, factores que aumentan el riesgo cardiovascular en forma temprana. En la Argentina, más del 35% de los adolescentes es sedentario, un dato que se asocia a la aparición de hipertensión arterial y resistencia a la insulina en la adultez joven.
“La adquisición de hábitos saludables desde el nacimiento hasta la adolescencia constituye una estrategia fundamental de prevención primaria en salud cardiovascular. Para lograrlo, el rol de los adultos —padres, madres, cuidadores, docentes y profesionales de la salud— es indispensable”, subraya la Dra. El Haj.
Emergencias: cómo actuar ante un paro cardíaco o un atragantamiento
Más allá de la prevención, es crucial saber cómo actuar ante emergencias. La cadena de supervivencia es un conjunto de pasos que puede marcar la diferencia ante un paro cardíaco o una obstrucción de la vía aérea. En lactantes e infantes, conocer y aplicar las maniobras de RCP y desobstrucción es fundamental, ya que sus cuerpos son más frágiles y cada segundo cuenta.
Todo comienza con el reconocimiento inmediato de la emergencia: si un lactante o niño pequeño deja de respirar, presenta coloración azulada o no responde, se debe actuar sin demora:
Activá el sistema de emergencias llamando al 107 o al número local de urgencias.
Verificá si no hay obstrucción de la vía aérea.
Iniciá compresiones con la misma frecuencia que en los adultos, verificando que el tórax descienda 1 a 3 cm de su altura.
La posición de las manos en el tórax varía según la edad del niño. Si es un lactante, debés colocar los dedos índice y medio en el centro del esternón, entre los pezones, o con ambos pulgares y, en niños más grandes, puede requerir compresiones con toda la mano.
Aplicá 2 insuflaciones de 1 segundo cada una, apenas soplando, que eleven el pecho del bebé.
Alterná 30 compresiones y 2 insuflaciones hasta que llegue la ambulancia.
Al mismo tiempo, de ser posible, se debe buscar un Desfibrilador Externo Automático (DEA). Al momento de conseguirlo, un segundo operador debe conectarlo a la víctima sin interrumpir las compresiones e insuflaciones, una vez que el dispositivo esté colocado, indicará en qué momento detenerse y cuándo retomar las compresiones.
Obesidad: avanzar sin mitos pero con soluciones
Por otro lado, en caso de atragantamiento, la maniobra de Heimlich adaptada a la edad puede salvar vidas. En lactantes, se recomienda colocar al bebé boca abajo sobre el antebrazo, dar cinco golpes fuertes en la espalda y luego cinco compresiones torácicas con dos dedos, alternando hasta que el objeto salga.
“La enseñanza de estas maniobras a la comunidad resulta indispensable. Cualquier persona puede convertirse en el primer eslabón de la cadena de supervivencia y, con un gesto a tiempo, evitar una tragedia. La capacitación en RCP y en maniobras de desobstrucción para bebés y niños no solo brinda seguridad a las familias, sino que también construye una red de protección para toda la sociedad”, concluyó la Dra. Valeria El Haj. /Perfil
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