Miércoles 24 de Septiembre de 2025, 06:09
Luego de varios días de confusión y tras un velorio marcado por un error insólito, la Justicia confirmó la identidad de Maximiliano Enrique Acosta (28 años), el joven que murió arrollado por un camión en el llamado Puente Negro, en la ruta alternativa a Alderetes. Sus restos fueron entregados a su verdadera familia, que el martes lo despidió con un multitudinario sepelio en el barrio El Paraíso de Delfín Gallo.El episodio se originó en la madrugada del jueves 18, cuando un muchacho se arrojó debajo de un camión cañero. Sin documentación ni objetos personales, la Policía no pudo identificarlo de inmediato. Horas después, una mujer se presentó en la comisaría de Alderetes y aseguró que se trataba de su hijo. Tras un reconocimiento apresurado, se autorizó la entrega del cuerpo.
En Villa Carmela comenzó el velorio, hasta que la tensión se transformó en desconcierto: el supuesto fallecido irrumpió en la casa diciendo “estoy vivo”. El fiscal
Carlos Sale ordenó suspender la ceremonia, trasladar el cuerpo a la Morgue Judicial y entrevistar al joven que se presentó, quien explicó que había estado en Alderetes consumiendo drogas y sin contacto con su familia.
El caso, que tuvo repercusión nacional, llevó a que la familia de Acosta sospechara que el cuerpo hallado era el suyo. Tras varias idas y vueltas en la Morgue Judicial —donde incluso mostraron por error otro cadáver a sus familiares—, finalmente se confirmó que el fallecido era Maximiliano.
Su hermano, Hernán Luna, cuestionó duramente las irregularidades. “Está todo mal desde el comienzo. Primero entregaron el cuerpo sin la debida identificación. Después me hicieron ir dos veces a la morgue. Todo lo que sufrimos no puede quedar así”, reclamó.
El Ministerio Público Fiscal inició una investigación interna para determinar cómo se produjeron los errores en el procedimiento de identificación.
La noticia conmovió al barrio El Paraíso. Desde temprano, la casa de la madre de Acosta recibió a decenas de vecinos, amigos y allegados. “Era querido por todos, jamás le hizo mal a nadie”, contó un vecino. Otros recordaron que el joven, marcado por su adicción, solía hacer changas para sobrevivir y recibía ayuda de la comunidad.
“Ese día me dijo: ‘hoy voy a dejar las cosas malas’ y se despidió como si lo hubiera presentido”, relató Fátima, una vecina que solía darle de comer.
El velorio estuvo marcado por escenas de profundo dolor. Pasadas las 15.30, un hombre con una guitarra ingresó al domicilio y, entre lágrimas, entonó canciones religiosas junto a los presentes. Poco después, el ataúd fue retirado y un nutrido cortejo fúnebre recorrió las calles de Delfín Gallo hasta el cementerio de Cevil Pozo, donde Maximiliano Acosta recibió sepultura definitiva.