Martes 30 de Septiembre de 2025, 21:57

El shrekking es un espejo de cómo la presión por mantener el control y la apariencia puede distorsionar la forma en que se construyen los vínculos afectivos.
El mundo de las relaciones no escapa a las
modas de internet. Cada cierto tiempo, las redes sociales instalan
términos y prácticas que rápidamente se convierten en
tema de debate. El último fenómeno en ganar notoriedad es el
shrekking, una tendencia que
consiste en salir a propósito con alguien percibido como “por debajo de los propios estándares”, ya sea en apariencia física, estatus social o logros personales.
La lógica detrás de este comportamiento, según especialistas, es
minimizar los riesgos de rechazo y reforzar la autoestima mediante la
creación de una jerarquía artificial en la pareja. El nombre proviene del icónico personaje animado Shrek, convertido en metáfora de una elección deliberada de pareja
“menos atractiva” como sinónimo de control y superioridad.
Un mecanismo defensivo disfrazado de estrategiaEl psicólogo Mark Travers explicó en Forbes que el
shrekking actúa como un mecanismo defensivo frente a la
vulnerabilidad inherente a las relaciones. En lugar de exponerse al riesgo emocional que implica vincularse con alguien considerado un igual —o incluso “fuera de alcance”—, algunos optan por una pareja que perciben como menos valiosa en esa
jerarquía subjetiva.
Investigaciones en
psicología social respaldan esta dinámica. Un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology mostró que quienes presentan baja autoestima relacional suelen adoptar estrategias para evitar el rechazo, aun a costa de sacrificar la autenticidad del vínculo. El resultado es una relación construida más sobre la necesidad de protección que sobre la intimidad genuina.
El primer riesgo: distanciamiento e infidelidadEl shrekking no solo genera un desequilibrio de poder, también altera la forma en que se conciben la atracción y el compromiso. Cuando uno de los integrantes se siente deliberadamente superior, el foco se desplaza hacia la validación constante y la búsqueda de alternativas románticas.
Un estudio de 2024 en Archives of Sexual Behavior reveló que las personas que se perciben con mayor poder dentro de la pareja tienden a mostrar más interés en otras opciones, alimentadas por la idea de tener un “valor de mercado” más alto. Esta dinámica eleva el riesgo de infidelidad y erosiona la confianza, incluso si el desequilibrio de poder parece mínimo.
El segundo riesgo: dominancia y controlEl supuesto beneficio de sentirse “fuera del alcance” de la pareja puede derivar en actitudes condescendientes, donde se espera gratitud o complacencia constante del otro. A largo plazo, esto fomenta patrones de dominancia.
Durante la pandemia, un estudio recogido en Social and Personality Psychology Compass analizó a más de 1800 participantes y encontró que quienes experimentaban mayor poder y estrés en sus relaciones eran más propensos a desarrollar conductas dominantes, desde imponer decisiones hasta establecer rutinas rígidas. Este tipo de comportamiento, aunque pueda comenzar de forma sutil, tiende a consolidarse y a dañar la igualdad en la pareja.
El poder como variable silenciosaTravers subraya que el poder rara vez se distribuye de forma consciente, pero su influencia es determinante. Cuando uno de los miembros asume la toma de decisiones o impone sus preferencias sin cuestionamiento, se genera un terreno desigual.
El shrekking exacerba este escenario al introducir un componente explícito de jerarquía. La pareja ya no se percibe como un espacio de cooperación e igualdad, sino como una escala competitiva en la que uno domina y el otro depende.
Una ilusión de seguridad con un alto costo emocionalLo que en apariencia se presenta como una estrategia para reducir la vulnerabilidad y proteger la autoestima termina debilitando los cimientos de la relación. Clasificar a la pareja en un nivel inferior no solo refuerza inseguridades propias, sino que también impide ver al otro como un igual.
Según Travers, el shrekking es una de las tendencias más tóxicas porque ofrece una ilusión de seguridad inmediata, pero a costa de la confianza, el respeto y la intimidad. En última instancia, alimenta dinámicas de control que erosionan el bienestar emocional de ambos integrantes.
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