Domingo 02 de Noviembre de 2025, 08:47

Cuerpos en una favela de Río, luego del operativo policial
Todo empezó el 3 de abril pasado, a las 17.33. Ese día, a esa hora, el funcionario de la policía judicial Moyses Santana Gomes firmó el primer documento de la investigación que terminaría seis meses después, el martes pasado, con la Operación Contención, el operativo policial más sangriento en la historia de Rio de Janeiro.El expediente completo, al que accedió Clarín, tiene 18 archivos con 3.214 fojas plagadas de información de inteligencia sobre el Comando Vermelho, la principal banda narcocriminal de la ciudad y una de las más grandes y más temidas de Brasil.
Hay allí cientos de teléfonos que la justicia ordena intervenir para hacer un seguimiento de los sospechosos, decenas de organigramas sobre la organización de la banda narco en las favelas Alemao y Penha, al norte de la ciudad, y hasta una foto de Carlitos Tevez con la camiseta de Boca.
¿Qué hace allí? Uno de los narcotraficantes buscados disfrazaba su identidad en las redes usando la foto del futbolista argentino, que en Brasil jugó para el Corinthians de San Pablo.
No es la única celebridad del fútbol al que recurren los narcos en busca de camuflaje. Uno de los celulares intervenidos durante la investigación judicial pertenece a un narco que envía y recibe sus mensajes como “MBappé”.
Gambetas a la Policía, hasta que los operativos de inteligencia ordenados por el Grupo de Actuación Especial contra el Crimen Organizado (GAECO) del Ministerio Público de Río de Janeiro revelaron sus identidades. Y empezó la búsqueda implacable.
El martes pasado, 2.500 policías de los grupos de elite del estado de Río de Janeiro entraron a sangre y fuego en dos complejos de favelas cuya extensión duplica la superficie del barrio entero de Copacabana, en aquella parte del sur de la Cidade Maravilhosa que es sinónimo de playa, samba, alegría y carnaval.Pero aquí, en el norte paupérrimo, los narcos del Comando Vermelho esperaban a la Policía vestidos de combate, camuflados entre el follaje intenso de la Sierra de la Misericordia, que separa -y a la vez une- a los complejos de Alemao y Penha.
Subiendo la colina de un lado se baja del otro, y así las interminables favelas de Alemao y Penha son también gemelas simbióticas unidas por un cordón umbilical de piedra y bosque de 300 metros de altura.
Cuando la Policía subía por la calle José Rucas, del lado de Penha, los narcos cuyas casas estaban siendo allanadas se avisaban por whatsapp para dejar los sitios vacíos y reagruparse sierra arriba.
Tenían pistolas, fusiles y granadas.
La persecución subió la temperatura cuando los narcos volaron un dron sobre la base del cerro y soltaron una granada sobre los policías. Lo hicieron adosándole al dron una mano mecánica como las que levantaban los peluches en aquellos cubos de vidrio de los 80. La explosión mató a dos. Los otros dos policías muertos en el operativo fueron baleados.
Cuando todo terminó, en las favelas quedaron 58 cadáveres. Pero en la cima de la montaña había 59 más. Entre esos 117 muertos y los 113 detenidos que arrojó la Operación Contención -como la bautizó el gobierno de Rio- no estaba, sin embargo, el hombre al que fueron a buscar. El principal objetivo de la Operación. El nombre que la monumental investigación judicial previa había puesto en lo más alto de la pirámide del Comando Vermelho: Doca, el jefe de las bestias.
Doca, el jefe del Comando Vermelho que logró escapar.Según los documentos secretos del expediente, Doca -cuyo nombre real es Edgar Alves Andrade, de 55 años- debía estar allí por dos cuestiones: porque se crió y vive en el Complejo Penha, y porque ahora ese complejo es la sede nacional del Comando Vermelho.
Doca lo hizo. Después de que metieran presos a los diez miembros de “La Comisión” -la jefatura histórica de los narcos del CV-, Doca tomó la conducción y recuperó territorio que el Comando había perdido tras el descabezamiento de su estructura anterior.
Con su gestión, el Comando pasó de administrar un tercio de la actividad criminal en Río a más del 50 por ciento, según datos de inteligencia de la Policía.
Los informes del expediente tienen datos objetivos para sostener que el complejo Penha es el centro del Comando, comprobado incluso después del sangriento enfrenamiento del martes.
De los 109 muertos identificados hasta ahora, 40 eran narcos que no viven en Río de Janeiro sino que habían llegado desde los estados de Pará, Amazonas, Bahía, Goias, Espíritu Santo, Ceará y Paraíba.
De los 113 detenidos, otros 30 eran “inmigrantes”.
Según la principal hipótesis del Gobierno y la Justicia de Río, esto significa dos cosas: primero, que los narcos que llegaron de otros estados lo hicieron para reforzar la defensa armada de su cuartel general en las favelas ante la información -filtrada varias horas antes- de que la Policía preparaba una operación para irrumpir en cualquier momento.
Segundo, que Penha y Alemao ya no son las favelas que maneja el Comando Vermelho sino mucho más que eso: la sede nacional del imperio.
La Roma de los narcos brasileños.
Como toda capital imperial, Penha-Alemao tiene seguridad, justicia y tribunales propios. Y es el faro para las periferias. Los narcos que crecen en la organización dentro de los estados más chicos, suben en la escala del prestigio interno y llegan a Penha-Alemao o para ocupar puestos gerenciales en la banda, o para entrenarse en la sierra en tácticas de guerrilla urbana o para sumarse al ejército de combatientes como soldados.
Las dos últimas opciones se vieron, con mucha nitidez, en el combate del martes.
En los papeles secretos de la investigación, la fiscalía denuncia a 69 personas. Sólo una de ellas es una mujer: Rosimaria De Souza, 61 años, natural de Pitimbú.
Sin embargo, ninguno de los 69 están entre los 109 muertos identificados hasta ahora, según un informe publicado este sábado por el diario O Globo.
Basados en los trabajos de inteligencia que vienen haciendo desde hace dos años, los fiscales escriben en el Archivo Confidencial Nº12 que el Comando Vermelho viene desarrollando “un proyecto expansionista que está dejando decenas de muertos” y que ha eligido instalarse en el Complejo Penha porque “está cerca de vías rápidas, de fácil circulación para drogas y armamentos, y con protección facilitada por el crecimiento urbano desordenado”.
A Doca -a quien colocan como el líder de toda la estructura- lo llaman también “Urso”.
Debajo de él aparece “Pedro Bala”, como una especie de lugarteniente principal o jefe adjunto y, luego, “Gardenal” y “Grandao” a quienes los investigadores llaman, sin medias tintas, “gerentes generales” del Comando Vermelho.
La investigación avanzó sobre la totalidad de la banda gracias a que pudieron “pincharle” el WhatsApp a Gardenal. Entonces comenzaron a aparecer todos los nombres, los teléfonos, las direcciones y las funciones específicas de cada uno en el nuevo imperio narco de Río.
En miles de mensajes, queda claro cómo la banda destina dinero, “recursos humanos” y logística para sus tres actividades cotidianas: la venta de drogas en los puestos llamados “bocas de fumo” (guaridas de crack), los puntos de “visado” (vigilancia y monitoreo) y los sitios de “contención” (seguridad armada).
Debajo de los gerentes generales, hay “directores” que se ocupan de temas laterales que se describen en la foja 2.311 de los archivos secretos: vehículos robados, monitoreo en tiempo real de las patrullas policiales, administración de bienes, contabilidad de las operaciones de droga y “hasta la ejecución de individuos que contraríen sus intereses criminales, ya sean rivales o propios”.
Los informes de inteligencia muestran la tortura a una mujer sumergida en hielo.
El informe describe que la organización recluta “adolescentes” como “soldados” y que por eso no es extraño que instalen algún puesto a pocos metros de las escuelas.Uno de los puestos de vigilancia armada del Comando es llamado, en los chats internos, “Brizolao”, una expresión informal con que los vecinos de las favelas llaman al Centro Integral de Educación Pública que queda en la entrada de uno de los barrios.
La estructura del CV es relatada en 180 fojas con un volumen de información abrumador.
Allí los investigadores describen con minuciosidad cómo las órdenes de Doca y Pedro Bala bajan a los gerentes generales, de ellos a los directores y así sucesivamente. En un WhatsApp del grupo, Grandao escribe: “Nosotros vamos a monitorear eso. Ninguno dispara sin orden de Doca o de Bala. Les avisaremos”.
El chat termina con la cara de un oso, el símbolo de una de las facciones de la organización.
Para la “justicia” narco y sus ejecuciones hay un director designado y empoderado.
Juan Breno Malta Ramos, conocido como BMW, es el jefe del Equipo Sombra (“Team Shadow”, en los chats), una asociación de asesinos a sueldo que trabaja para el Comando Vermelho sin que sus integrantes conozcan más que a sus jefes directos. Como en células de organizaciones terroristas.
El Equipo Sombra usa armamento pesado y actúa con violencia extrema contra los rivales, dice el informe judicial. Su función principal es la de limpiar competidores en la zona de Jacarepaguá.
Breno Malta Ramos usa un fusil de asalto AK-47 que nadie se atreve a tocar porque tiene su marca personal: una calcomanía de BMW, la marca alemana de autos, en la culata del arma.
BMW fue el encargado de instalar en las 13 favelas del Complejo Penha un enjambre de cámaras de seguridad para monitorear cada detalle. Muchas de ellas son de última tecnología y con sensor de movimiento.En Penha no entra un insecto sin que BMW lo sepa. Eso lo valoriza en la estructura interna: información es poder.
BMW también lidera los llamados “Tribunales del tráfico”, un grupo de narcos que decide las penas a los competidores y a los traidores, y que el propio BMW se encarga de ejecutar de manera inmediata a través del Equipo Sombra.
Justicia exprés.
Los narcos del Comando Vermelho filman a los prisioneros torturados.Más allá de los asesinatos -el líder Doca, aún prófugo, está acusado de más de un centenar de homicidios- una de las penas más aplicadas es “torturas”.
En esa misma página del expediente -la foja 48 del cuerpo 12- hay una foto de una mujer que parece semidormida, completamente sumergida en hielo. Y en un video se ve a un adolescente amordazado y maniatado mientras es arrastrado por un auto durante varios minutos por el interior de la favela, supuestamente por haber delatado a alguien ante un grupo rival.Como en el Far West. Sólo que lo arrastra un coche en vez de un caballo.
Mientras lo arrastran, grita varias veces el nombre de BMW implorando una piedad que no llega, por más que todo suceda al pie de la Sierra de la Misericordia.
Acciones como esas -y la tortura y asesinato a tres chicos de 8, 10 y 12 años que ordenó Doca en persona, porque habían robado un pajarito- lleva a los jefes del Comando Vermelho a la categoría de bestias.La acción del arrastre al adolescente amordazado pudo haber sido detenida por el superior de BMW, Grandao, pero eso nunca ocurrió: estaba organizando actividades sociales y recreativas para la comunidad.
Uno de los sitios donde se suelen hacer es la cancha de fútbol donde este viernes se juntaron unas 2.000 personas a pedir justicia por los muertos en el combate del martes, y repudiar al gobernador y a la Policía.
El grupo de WhatsApp que maneja Grandao para sus narcos subordinados se llama Familia, y tiene los emojis de dos banderines rojos. Familia Vermelha. /
Clarín
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