Martes 02 de Diciembre de 2025, 05:32
La populosa barriada de Villa 9 de Julio no logra salir de la conmoción, mientras el Ministerio Público Fiscal intenta establecer qué originó la muerte de un niño de 10 años, hallado sin vida en una vivienda de Paraguay al 100. Las primeras pericias confirmaron que el menor falleció por asfixia causada por estrangulamiento, y se aguarda la autopsia para precisar más detalles. El acusado, un adolescente de 16 años, permanece bajo evaluación médica para determinar si es imputable.
El hermetismo marcó gran parte de la investigación debido a la edad de los involucrados y al fuerte impacto social del caso. Sin embargo, con el correr de las horas se fue delineando una reconstrucción preliminar de lo sucedido dentro de la casa donde convivían la víctima y sus dos hermanos, de 15 y 11 años, bajo el cuidado de su tío abuelo de 65. Según revelaron fuentes judiciales, la madre los habría abandonado y el padre falleció tiempo atrás.
El sospechoso, amigo de los hermanos y habitual visitante del domicilio, había pasado la tarde del domingo jugando con ellos por el barrio. Como ocurría con frecuencia, se quedó a dormir en la vivienda. Cerca de las 7 de la mañana del lunes, el propio adolescente llamó al 911. En esa comunicación, según trascendió, habría dicho que “ahorcó con sus manos al hermano menor” y que no sabía si seguía con vida, indicando además el domicilio donde se encontraba.
La alerta movilizó de inmediato a la División de Homicidios, conducida por los comisarios Susana Montero y Leonardo Robles. Los efectivos localizaron al sospechoso y luego ingresaron a la vivienda con autorización del tío abuelo. En la habitación donde dormían los hermanos, solo dos de ellos reaccionaron al ser despertados. El tercero permanecía inmóvil. El equipo médico del 107 confirmó su muerte minutos después.
Las marcas detectadas por el médico forense reforzaron la hipótesis de estrangulamiento: escoriaciones compatibles con presión manual alrededor del cuello y lesiones en la mano izquierda del niño. Peritos del ECIF trabajaron en la escena para reconstruir la mecánica del hecho y precisar si hubo intervención de más personas.
Mientras tanto, la familia del adolescente de 16 años perdió contacto con él minutos después de la llamada al 911. Su hermana declaró que regresó a la casa poco antes de las 7, “visiblemente alterado”, pidiendo perdón a su madre y explicando que había cometido “un error”, antes de retirarse vestido completamente de negro. Más tarde, le envió mensajes pidiéndole que la familia abandonara la vivienda y, según la joven, también le escribió a una tía en Buenos Aires manifestando intenciones suicidas.
La hermana contó además que el joven había recibido atención psicológica por episodios de angustia, aunque aseguró que jamás mostró conductas violentas y que solía calmarse caminando cuando se sentía mal.
Cuando el fiscal Pedro Gallo tomó conocimiento de los hechos, ordenó que el adolescente fuera trasladado al Centro de Admisión y Derivación (CAD), donde permanece aislado y bajo evaluación médica para determinar si se encuentra en condiciones de afrontar una imputación penal. Hasta el momento, no existen confirmaciones oficiales sobre posibles trastornos mentales del sospechoso.
Además, los investigadores dispusieron exámenes para el hermano de 15 años, quien dormía en la misma cama que la víctima, mientras que el acusado compartía colchón con el niño de 11 años. Los estudios preliminares indicarían que no existen signos de abuso sexual en la víctima, aunque la rigidez que presentó el cuerpo motivó la recomendación de realizar una autopsia completa.
La investigación continúa en manos de la Fiscalía de Homicidios, que intenta determinar el móvil del crimen y delinear con precisión qué ocurrió dentro de la vivienda en las horas previas al asesinato. El caso mantiene en vilo a la comunidad y abre un debate inevitable sobre la contención familiar, la salud mental adolescente y los mecanismos de protección estatal en contextos de vulnerabilidad extrema.