Lunes 08 de Diciembre de 2025, 08:19
Las bebidas energizantes se consolidaron como el producto de consumo más extendido entre los estudiantes secundarios y desplazaron al alcohol y al tabaco, históricamente al tope de las estadísticas. Así lo revela la Séptima Encuesta Nacional a Estudiantes de Enseñanza Media, cuyos resultados encendieron una señal de alarma en el sistema sanitario por el impacto que esta práctica tiene en adolescentes cada vez más jóvenes y con una percepción de riesgo mínima.
El relevamiento, realizado este año en todo el país y con participación de Tucumán, muestra que el 75% de los estudiantes secundarios de la provincia consume bebidas energéticas, una cifra sin precedentes que marca un punto de inflexión respecto de mediciones anteriores. El estudio fue coordinado por la Sedronar y, a nivel local, por la Secretaría de Estado de Políticas Integrales sobre Adicciones de Tucumán, y abarcó a más de 5.100 alumnos de entre 11 y 17 años, pertenecientes a 42 establecimientos educativos públicos y privados.
El cambio de patrón es contundente: los energizantes ya no están asociados exclusivamente a la noche o al consumo combinado con alcohol. Hoy son utilizados durante el día para estudiar más horas, rendir exámenes, entrenar, mantenerse despiertos o “estar al palo”, como describen los propios jóvenes. Esta naturalización, advierten los especialistas, es uno de los factores más preocupantes.
Detrás de los energizantes, el alcohol permanece en niveles elevados, con un 72% de prevalencia, y con un dato especialmente sensible: la edad de inicio descendió a los 13 años, un año antes que en la encuesta previa. El vapeo, en tanto, se ubicó en tercer lugar con un 35% de consumo, superando ampliamente al tabaco tradicional, que alcanzó al 28%. Más atrás aparecen la marihuana (17%), la cocaína (4%) y el paco (1,5%).
Lucas Haurigot Posse, secretario de Estado de Políticas Integrales sobre Adicciones de Tucumán, reconoció que el liderazgo de los energizantes fue el dato más inesperado del estudio. Advirtió que muchos adolescentes los equiparan a una gaseosa, sin advertir que una sola lata puede equivaler a varias tazas de café en términos de estimulación. En organismos en desarrollo, sobre todo entre los 12 y los 15 años, esa sobreestimulación puede impactar a futuro en el manejo de impulsos y el autocontrol.
Aunque el consumo de marihuana descendió respecto de ediciones anteriores —lo que las autoridades adjudican al efecto de campañas preventivas en escuelas—, el estudio detecta nuevos fenómenos en expansión. Uno de ellos es el juego, especialmente las apuestas online: el 35% de los varones admitió haber apostado alguna vez, al igual que el 17% de las mujeres. Si bien el relevamiento no determina adicción, sí identifica un riesgo temprano en tres de cada diez adolescentes.
La encuesta también expone una dimensión menos visible pero igual de crítica: la soledad emocional. Ante un problema, casi uno de cada cuatro estudiantes aseguró no recurrir a nadie. El 48% busca apoyo en amigos, el 18% en la madre, el 15% en el padre y apenas el 3% en un docente. Para los equipos de salud, este dato refleja una desconexión profunda con el mundo adulto y anticipa cuadros de ansiedad, depresión e ideación suicida.
Desde el punto de vista médico, los riesgos del consumo de energizantes no son menores. El cardiólogo Luis Aguinaga, especialista en arritmias y expresidente de la Federación Argentina de Cardiología, explicó que la cafeína actúa como un fármaco estimulante que eleva la frecuencia cardíaca, la presión arterial y puede desencadenar alteraciones del ritmo del corazón. Las bebidas energéticas pueden contener entre 80 y 100 miligramos de cafeína por envase, muy por encima de una taza de café tradicional. En personas con patologías previas, estos efectos pueden derivar en arritmias y complicaciones más serias.
A once años del último relevamiento nacional, el escenario cambió de manera drástica: el consumo de energizantes creció un 36%; las edades de inicio bajaron; el vapeo se naturalizó; y las apuestas irrumpieron como un problema emergente. Frente a este mapa, Tucumán reforzó su red de Centros de Atención Primaria en Adicciones (CEPLAS) y programas de prevención escolar, con un enfoque que ya no se limita al consumo de sustancias, sino que aborda la salud mental y la vulnerabilidad emocional desde edades tempranas.
“El problema no es sólo qué consumen, sino por qué”, resume Haurigot Posse. La encuesta confirma que las adicciones —con o sin sustancia— encuentran su puerta de entrada en el malestar emocional. Y ese dato, más que ningún porcentaje, interpela hoy al sistema de salud, a la escuela y a las familias.