Investigan el fallecimiento de una mujer en la cárcel de Delfín Gallo: estaba condenada por la muerte de un bebé de 10 meses

Martes 09 de Diciembre de 2025, 17:53

Graciela Margarita Pariente falleció por un infarto el viernes a la madrugada.



La Justicia investiga el fallecimiento de Graciela Margarita Pariente, de 44 años, una interna del Complejo Penitenciario de Delfín Gallo que murió en la madrugada del viernes por un infarto agudo de miocardio. Pariente, quien en 2023 había sido condenada por la muerte de un bebé que estaba bajo su cuidado, había denunciado problemas de salud y, según testimonios de quienes convivían con ella, no habría recibido asistencia médica a tiempo. El Servicio Penitenciario negó estas acusaciones y afirmó que la interna había sido atendida días antes de su muerte.

Pariente fue sentenciada en septiembre de 2023 a seis años y seis meses de prisión por el delito de abandono de persona agravado por el fallecimiento de la víctima. Según la causa, el 9 de junio de 2023 estaba bañando a un bebé de 10 meses cuando se retiró a otra habitación por unos instantes. Al regresar, lo encontró sumergido sin signos vitales. El niño estuvo internado dos meses y finalmente murió. Tras un juicio abreviado firmado por todas las partes, la niñera fue condenada.

Durante el primer tramo de su detención estuvo alojada en la comisaría 1°, debido a la falta de cupos en la cárcel de Banda del Río Salí. Recién en diciembre de 2024 fue trasladada al penal de Delfín Gallo.

“Durante ese año y medio fuimos a verla todos los días a la comisaría, le llevábamos comida y le acercamos sus medicamentos porque tenía diabetes y problemas de tiroides y de presión”, contó I.H., una allegada de Pariente. Según relató la joven de 29 años, Graciela llegó a su familia cuando tenía 8 años. Durante su infancia y adolescencia fue criada por la abuela de I.H., y luego se dedicó a cuidar a los nietos y sobrinos de dicha familia durante generaciones, hasta que la recomendaron para trabajar en la vivienda del bebé de 10 meses.

“Ella era un miembro más de nuestra familia y una excelente persona. Cuando pasó todo esto, entre los primos de la familia juntamos el dinero para pagarle un abogado. En ese momento el profesional nos explicó que lo mejor era ir por el abreviado y Graciela lo aceptó”, dijo. “Cuando la pasaron al penal pensábamos que iba a ser lo mejor porque creíamos que iba a tener más espacio, que podría estudiar, leer, hacer ejercicio y que sería mejor para su cabeza. Pero no fue así; bajó mucho de peso y había días que lo único que hacía era llorar en el teléfono”.

Al llegar a Delfín Gallo, Pariente abandonó a su abogado particular y buscó a uno de la Defensoría Oficial. La mujer les manifestó a sus allegados que se quedaran tranquilos porque estaba recibiendo su medicación correspondiente, pero sí les contó que su nuevo representante legal había presentado varios pedidos para que le hicieran controles médicos dado sus problemas de salud. 

El viernes 5 de diciembre, alrededor de las 5.30 personal del Servicio Penitenciario se contactó con la prima de I.H., para avisarle que Graciela había fallecido por un paro cardíaco y que estaba en el Hospital del Este.

“Más tarde nos llamaron dos internas por celular y nos dijeron que Graciela se estuvo sintiendo mal desde el martes y que el jueves 4 se sintió mucho peor y pidió que la sacaran de la celda, pero nadie le hizo caso. Nos contaron que esa noche se despertó entre las 24.30 y a la 1 pidiendo ayuda a los gritos y luego murió. Según sus compañeras, habría fallecido en el penal, no en el hospital como nos dijeron en un principio”, dijo I.H.

En paralelo, las reclusas también se contactaron con Fernando Korstanje, el comisionado civil del Comité Nacional de Prevención Contra la Tortura (CNPT) en Tucumán, para ponerlo al tanto de la situación.

“El día que murió estuvo toda la tarde y noche pidiendo auxilio a los gritos. Sus compañeras también pedían ayuda porque tenía todos los síntomas de un infarto. Las penitenciarias estaban festejando el aniversario de un año de la cárcel de Delfín Gallo entonces no prestaron atención al reclamo desesperado de las presas. Y murió. La sacaron del calabozo arrastrándola en una sábana porque no había ni una camilla”, dijo Korstanje.

“Los presos tienen derecho a ser atendidos de la misma manera que la población libre. Hay que ser muy mal intencionado y muy torpe para no asistir a una persona. Esta muerte cae fuertemente dentro de la responsabilidad del Estado. Cuando hay alguien muerto bajo la custodia del Estado la presunción de inocencia se invierte y hay una presunción de responsabilidad del Estado, que tendrá que probar lo contrario”, apuntó el comisionado civil. 

La versión del Servicio Penitenciario 

El subsecretario de Asuntos Penitenciarios, Sebastián Tula, aseguró que Pariente “no murió en el penal, sino en el Hospital Eva Perón tras maniobras de reanimación”. Dijo que recibió su medicación habitual y que el lunes 1 de diciembre fue atendida por una endocrinóloga en el Hospital Padilla, con estudios médicos programados.

“No hay registros de que haya pedido ayuda después de esa consulta. Hizo vida normal y se acostó a dormir con el resto de las internas. Entre la 1 y 1.15, el personal fue alertado por las detenidas de una emergencia en su pabellón”, indicó Tula.

Según su versión, la interventora de la Unidad y dos enfermeras trasladaron a Pariente en un móvil del Servicio Penitenciario mientras le hacían RCP. En el hospital, el médico Federico Suárez confirmó su fallecimiento a la 1.49.

Por pedido del fiscal Pedro Gallo, se realizó una autopsia que determinó como causa de muerte un infarto agudo de miocardio y no registró lesiones externas.

Tula sostuvo que el penal actuó correctamente y pidió que la Justicia revise las cámaras de seguridad: “Tenía una enfermedad cardíaca avanzada. Es lamentable la pérdida de una vida, pero no es cierto que no se la atendió”.