Martes 16 de Diciembre de 2025, 16:39
El periodista británico Guy Adams cuenta que decidió hacer un “reset” físico a mediados de septiembre, después de un verano de excesos. En diez semanas, dice, logró bajar 5 kilos, achicar 15 centímetros de abdomen y mejorar el descanso y la concentración. En el relato usa como disparador el caso de Sacha Baron Cohen, que en julio apareció en la tapa de Men’s Fitness con un cambio físico muy marcado, pero aclara que su objetivo no fue “vivir en el gimnasio”, sino ordenar rutina, comida y descanso.Adams describe que el plan tuvo tres ejes: entrenamiento con estructura, ajustes de alimentación y un esquema básico de suplementos. Para el entrenamiento trabajó con un entrenador (Jason Smith) que le armó rutinas cortas y concretas, pensadas para alguien con trabajo y familia: sesiones de hasta 45 minutos. Hizo pesas cuatro días por semana, cardio dos días y un día de descanso. Sostiene que la diferencia estuvo en ir con un plan cerrado, sin “dar vueltas” en el gimnasio, y que en ese proceso mejoró marcas de fuerza (por ejemplo, pasar de 60 kg a 80 kg en press de banca).
En la comida, el cambio fue más de recortes puntuales que de “dieta extrema”. Eliminó fritos, gaseosas, ultraprocesados y comida de delivery. Bajó carbohidratos (menos papa y pasta) y subió proteína y verduras. Para desayunar priorizó yogur alto en proteína con fruta y semillas; y para picar cambió golosinas por opciones más “limpias”. En alcohol no lo dejó del todo, pero lo limitó a un par de noches por semana y asegura que, al entrenar seguido, terminó tomando menos casi sin esfuerzo.
Más adelante sumó suplementos recomendados en una consulta en una cadena de nutrición: creatina a diario, electrolitos durante el entrenamiento, proteína whey al terminar y aminoácidos para recuperación. Reconoce que puede haber algo de placebo, pero insiste en que los cambios se vieron en la balanza y en el cuerpo. Para la producción de fotos, cuenta que le hicieron depilación de pecho y spray tan el día anterior, y que ahí estuvo lo más incómodo.
El cierre del texto es directo: con un esquema ordenado, sesiones cortas y constancia, sostiene que cualquier tipo de mediana edad puede mejorar fuerte su estado físico sin vivir a base de sacrificios imposibles.
En cuanto a la dieta, Adams aclara que no siguió un plan extremo ni pasó hambre, sino que hizo ajustes concretos y sostenidos durante las diez semanas. El primer paso fue eliminar por completo cuatro cosas: fritos, gaseosas (tomaba una lata de Coca común casi todos los días), alimentos ultraprocesados y comida tipo delivery. A partir de ahí, el resto del esquema se basó en ordenar porciones y priorizar calidad.En las comidas principales, redujo fuerte los carbohidratos clásicos —papas, arroz y pastas— y los reemplazó por más verduras, sobre todo verdes, y proteína. No dejó la carne: siguió comiendo pollo, carne vacuna y pescado, pero con acompañamientos más livianos y menos harinas. La consigna fue simple: el plato tenía que tener proteína como base y vegetales como complemento, no al revés.
El desayuno pasó a ser casi siempre el mismo: yogur tipo Skyr, alto en proteína, mezclado con fruta y semillas de chía. El azúcar quedó prácticamente afuera y los postres solo aparecieron de manera muy ocasional. Según cuenta, ese cambio ayudó mucho a controlar el hambre durante el día.
Para las colaciones, especialmente a la tarde, dejó las golosinas y snacks salados. En su lugar usó tostadas de pan de masa madre con mantequilla de maní o frutas. Dice que fue uno de los cambios más fáciles de sostener en el tiempo.
En cuanto al alcohol, el plan original era eliminarlo, pero terminó acordando una reducción fuerte: de unas 20 a 30 unidades semanales a tomar solo dos noches por semana. En la práctica, asegura que al entrenar casi todos los días el consumo bajó solo, y muchas noches cambió la cerveza o el whisky por infusiones, como té de menta.
Un punto que destaca es que no contó calorías ni pesó la comida. La clave, según relata, fue qué comer y cuándo, más que la cantidad exacta. En la primera semana con estos cambios bajó 3,5 kilos, y en las nueve siguientes perdió otros 1,5 kilos, aun cuando el entrenamiento le sumó masa muscular en pecho y hombros.Adams concluye que la dieta funcionó porque fue simple, repetible y compatible con la vida diaria, sin menús raros ni prohibiciones imposibles de sostener.