
Sábado 20 de Diciembre de 2025, 10:08
Juan Grabois encabezará nuevamente la llamada “Navidad solidaria” frente al Congreso, con una cena para unas 5.000 personas en situación de calle. El evento, presentado como un gesto humanitario bajo la consigna “Ninguna familia sin Navidad”, vuelve a despertar fuertes críticas: para muchos, se trata menos de una acción desinteresada y más de una postal cuidadosamente armada para limpiar imagen política y ganar visibilidad aprovechando la urgencia de los sectores más vulnerables.
La iniciativa, impulsada por el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y su entramado de organizaciones sociales, se realizará el 24 de diciembre en la Plaza de los Dos Congresos. Allí se montará una cena masiva, con voluntarios, espectáculos y servicios básicos. Sin embargo, el foco no está solo en la asistencia puntual, sino en el uso político del hambre y la exclusión como escenario.
Grabois y su espacio repiten año tras año el mismo formato: una Navidad multitudinaria, cámaras, discursos emotivos y consignas que apuntan al Estado, pero sin ofrecer soluciones estructurales ni autocrítica por años de gestión social y política que no lograron revertir aquello que dicen combatir. La pobreza, lejos de disminuir, se consolida, mientras ellos siguen administrando la emergencia como capital simbólico.
Aunque los organizadores insisten en que no se trata de asistencialismo, la escena se repite: miles de personas dependen de una cena excepcional para atravesar una noche clave del calendario. La pregunta de fondo persiste: ¿qué cambia el 26 de diciembre? La respuesta suele ser incómoda. Pasada la foto, la calle sigue siendo la misma.
El despliegue incluye comida, duchas, atención sanitaria y actividades recreativas, recursos valiosos que, paradójicamente, solo aparecen de manera concentrada cuando hay una fecha simbólica y un escenario político de alto impacto. Para los críticos, esta lógica refuerza la dependencia y convierte la pobreza en un acto público, útil para el relato pero estéril para una salida real.
En el operativo participan dirigentes y referentes del espacio de Grabois, entre ellos legisladores y figuras que desde hace años orbitan entre el discurso combativo y los privilegios del sistema que dicen cuestionar. Mientras tanto, miles de personas siguen sin trabajo formal, sin vivienda y sin horizonte, más allá de una noche distinta.
La Navidad solidaria vuelve a instalarse como un gesto de ocasión, emotivo y marketinero, que tranquiliza conciencias pero no incomoda estructuras. En nombre de la dignidad, se repite una postal que expone la desigualdad sin resolverla y que utiliza la necesidad ajena como plataforma política. Una cena que dura horas; un problema que lleva décadas.