Lunes 22 de Diciembre de 2025, 05:38

LOS ALE. Rubén "Chancha" y Angel "Mono" Ale zafaron de la condena tras el fusilamiento de varios "Gardelitos", pero no pudieron eludir una condena por lavado de activos.
Durante más de 40 años, el enfrentamiento entre los clanes Ale y los llamados Gardelitos marcó buena parte de la historia criminal de Tucumán. Amenazas, tiroteos, traiciones y al menos dos muertes jalonaron una rivalidad que, durante décadas, se explicó con versiones difusas sobre disputas personales o luchas de poder barrial.
Hoy, sin embargo, las investigaciones judiciales avanzan sobre una hipótesis que gana cada vez más fuerza: el verdadero origen del odio estaría vinculado al control del tráfico y la comercialización de drogas, un negocio que ambos grupos comenzaron a disputar desde los años 80 y que terminó llevándolos, una vez más, a confluir en la Justicia Federal.
En aquellos primeros años del narcotráfico en la provincia, el escenario era muy distinto al actual. El consumo de marihuana era marginal y severamente castigado, la cocaína se comercializaba en pequeñas “tizas” y no existían ni el paco ni las drogas sintéticas.
En ese contexto emergieron dos grupos antagónicos: los Ale, ligados al Mercado de Abasto, y los Gardelitos, una familia con fama nacional por delitos contra la propiedad como carterismo, mecherismo, escruches y asaltos. Lo que comenzó como una disputa territorial terminó derivando, con el correr del tiempo, en una guerra por el control de un negocio ilícito en expansión.

Las versiones que atribuían la enemistad a cuestiones sentimentales o a una competencia por demostrar quiénes eran los más “guapos” fueron perdiendo sustento a medida que avanzaron las investigaciones.
La hipótesis del narcotráfico cobró fuerza, especialmente cuando salió a la luz el rol del grupo para-policial Comando Atila, surgido en los años 80 e integrado por efectivos que no solo debían combatir el delito, sino que terminaron involucrados en actividades ilegales y en la disputa entre bandas. Su líder, Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra, se suicidó muchos años después frente a las cámaras, y varios de sus integrantes luego abandonaron la fuerza en circunstancias controvertidas.
El punto de quiebre se produjo el 31 de diciembre de 1986, cuando dos integrantes de los Gardelitos fueron asesinados a balazos por los hermanos Rubén “La Chancha” y Ángel “El Mono” Ale.
El derrotero judicial de ese caso estuvo plagado de irregularidades: uno fue sobreseído y el otro recibió una condena menor dictada durante una feria judicial por magistrados ajenos al expediente. Tras esos hechos y ante la persecución del Comando Atila, los Gardelitos comenzaron a dispersarse hacia Buenos Aires, Mendoza y Córdoba.
Años más tarde, la desaparición de María de los Ángeles Verón volvió a poner a los Ale en el centro de la escena. Las denuncias de Susana Trimarco derivaron en una investigación que, con el impulso de los fiscales Pablo Camuña y Agustín Chit y el apoyo de la UIF, concluyó que los hermanos lideraban una asociación ilícita que entre 2002 y 2013 habría lavado unos $ 39 millones provenientes de la trata de personas, el narcotráfico, el juego ilegal, la usura y las extorsiones.
El juicio iniciado en 2016 fue histórico por su magnitud y culminó con la condena de 13 de los 16 imputados, entre ellos los hermanos Ale, sentenciados a 10 años de prisión como jefes de la organización.

El nombre de Walter “Petiso David” Lobo, vinculado al clan de los Gardelitos, volvió a emerger con fuerza en 2022, cuando el fiscal Chit inició una investigación por lavado de activos. La ostentación de su vida en redes sociales contrastaba con la ausencia de ingresos formales. La pesquisa reveló que entre 2012 y 2025 Lobo acumuló ocho causas por drogas en Tucumán, Salta y Córdoba, y figuraba reiteradamente en registros de fuerzas federales como presunto traficante.
Según la hipótesis fiscal, Lobo habría montado una estructura para ingresar al sistema financiero unos $ 500 millones, utilizando como engranajes a su esposa, su ex pareja, varios de sus hijos y su madre. Días atrás se realizaron allanamientos en los que se secuestraron elementos considerados clave para sostener la acusación. El juez federal José Manuel Díaz Vélez deberá ahora definir los próximos pasos, entre ellos la citación a indagatoria de los investigados.
Mientras la defensa niega cualquier vínculo con el narcotráfico y cuestiona la solidez de la prueba, la causa vuelve a poner en primer plano una historia de violencia y crimen organizado que atraviesa generaciones. Cuatro décadas después, Ale y Gardelitos vuelven a encontrarse en los tribunales, con el narcotráfico como telón de fondo y un expediente que promete reescribir buena parte de la historia del hampa tucumana.
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