Jueves 25 de Diciembre de 2025, 09:44
“Indignante, horrible, lo que no se le desea a nadie. Que tu amiga te ocupe el departamento y te lo deje así”, tuiteó el abogado Diego Martín Proetti, quien representó a una mujer que le prestó de “buena fe” el departamento a estrenar a una compañera de trabajo, que estaba recién separada y era víctima de violencia, y tuvo que echarla con un juicio de desalojo.
Junto a esa frase, el letrado publicó un video sobre el estado en que quedó la vivienda, ubicada dentro del complejo habitacional Estación Buenos Aires del Plan Procrear, en el barrio porteño de Parque Patricios. Paredes destrozadas y grafiteadas, vidrios estallados, artefactos desaparecidos y zonas en las que la mugre daba vergüenza ajena. “¿Por qué tanto odio y maldad?”, se preguntó el profesional al compartir la filmación en sus redes @abogado_del_consumidor y recorrer el lugar junto a
Mariela, la damnificada, que logró tomar posesión del inmueble tras dos años de batalla judicial.
La puerta del departamento, que un día fue nuevo y blanco, se abrió a fines de noviembre en presencia de un oficial de justicia. Mariela se encontró en un sitio inhabitable, con las paredes tatuadas de rabia y el aire denso de la desolación. En marzo de 2023 se lo había prestado a una amiga porque ella todavía tenía un contrato de alquiler vigente que le salía muy caro cancelar.
El acuerdo “de palabra” fue que la mujer se hiciera cargo de los gastos (expensas y servicios), pero sin pagar alquiler, ya que se trataba de un comodato temporario. Pero nada de eso ocurrió. Y un año después, cuando llegó el día en que Mariela tenía que mudarse, su compañera no solo se negó a irse sino que le dejó una millonaria deuda y esbozó una insólita justificación de su accionar.
“A mí no me hicieron ningún favor, en realidad. Ustedes tendrían que haber ido a vivir. Es una vivienda del Estado y que, prácticamente, la están sacando gratis. Y parte la pagué yo también porque eso sale de la plata de los impuestos de todos nosotros”, le dijo sin titubear.
Durante el juicio, la “ocupa” aseguró que el acuerdo nunca fue un comodato si no un alquiler pactado en 75.000 pesos mensuales. Alegó, además, que el departamento presentaba problemas de humedad y cañerías rotas (a pesar de ser nuevo), y que al reclamar las reparaciones no obtuvo respuesta de la dueña.
“Lo que la mujer presentó ante la Justicia no eran los pagos del alquiler, sino los pagos de las expensas. Solo mostró dos comprobantes. Su defensa fue insostenible desde el punto de vista legal. ‘No firmé nada, pero estoy alquilando’, dijo cuando en realidad está ocupando una propiedad que no es de ella”, explicó Proietti, quien logró obtener un resultado favorable del Juzgado Civil N° 67.
Si bien la sentencia de desalojo fue emitida en julio de 2025, recién se hizo efectiva en noviembre. “Cuando el funcionario judicial le preguntó a mi representada si aceptaba las condiciones del inmueble tal como estaba, ella respondió mecánicamente que ‘sí’, intentando ocultar la decepción, aunque eso no implica prestar conformidad. Aceptar la devolución era, simplemente, dar otro paso legal, no un acto de perdón”, precisó Proetti.
Cuando Mariela cruzó el umbral de su propio departamento, la sensación fue la de una intrusa en un territorio venido a menos. A pesar de haber recuperado las llaves y el derecho legal sobre esas paredes, no pudo reconocerse en ellas: el lugar había dejado de ser su hogar y se sentía ajeno, marcado por el descuido y los mensajes amargos que la antigua ocupante dejó como cicatrices visibles en la pintura desgastada.
“Vos que me ensuciaste en público, ahora espero que disfrutes limpiando las paredes”, le escribió en uno de los grafitis. Pero el más extenso de ellos lo dejó plasmado en el pasillo: “Acá, en este cuarto, en estos muros queda la energía de un Procrear sin acomodos. La apuesta por un futuro mejor, la certeza de que la vida puede ser de todxs. Y aunque los favores se deben devolver, la dignidad no se negocia”.
En la frase, la “ocupa” dejó un interrogante sobre la legitimidad de la adjudicación del Plan Procrear. En su texto, la mujer sugirió que Mariela no obtuvo el inmueble por mérito ni por necesidad, sino gracias a un “acomodo” dentro del sistema, una suerte de privilegio discrecional que, a sus ojos, dejó fuera a quienes más lo requerían.
La mujer estaba convencida de que ella era más merecedora del Procrear que Mariela y así lo dejó entrever en varias de sus publicaciones en Instagram. “Anoche hubo banquete y gracias a una política pública que construyó viviendas sociales para el pueblo pudimos compartirlo con mucho amor”, escribió mientras comía un choripán en el balcón del departamento.
Durante los dos años que la “ocupa” permaneció en el departamento de Mariela, la convivencia con los demás habitantes del complejo también se volvió insostenible. Las quejas de los vecinos del edificio Estación Buenos Aires no tardaron en acumularse en el grupo de WhatsApp del consorcio, que en reiteradas ocasiones se vio sacudido por discusiones, llamados a la policía y reclamos por música a alto volumen.
Vecinos alertaban la presencia constante de patrulleros en el piso donde residía la mujer, mientras que otros insistían en su molestia por el ruido excesivo y la indiferencia de la ocupante ante los pedidos de bajar el volumen o mantener la tranquilidad. “Ya fui tres veces a pedir al 3K que baje la música. Nadie más lo escucha”, protestó una vecina, agotada, mientras otra se sinceraba directamente: “Ya les grité por la ventana, me tienen harta. Estoy harta de los ruidos”.
Los problemas también abarcaron las áreas comunes: varios propietarios narraron discusiones por el comportamiento de los hijos de la mujer, que corrían y jugaban en la terraza generando molestia y, según fueron advertidos, también situaciones de peligro. La respuesta de la ocupante, lejos de apaciguar los ánimos, avivaba el conflicto: “Me dijo que me joda, que si elegí vivir acá que me la banque porque va a haber música y gritos. Una maleducada total”, relató un vecino entre el enojo y la resignación.
La tensión vecinal se sumó así al drama personal de Mariela, que no solo debía soportar el avance del juicio de desalojo y la imposibilidad de usar su propia vivienda, sino también la carga económica de pagar dos departamentos y el crédito hipotecario a 20 años, todo mientras le llegaban a diario las notificaciones de que el ambiente en su hogar seguía lejos de la armonía.
Hoy, a Mariela le resulta imposible mudarse. “Tiene que invertir una importante suma en reparaciones, pintura y limpieza profunda para borrar esas huellas y devolverle al espacio no solo su funcionalidad, sino una sensación de pertenencia que hoy, después de todo lo vivido, le parece lejana”, precisó su abogado. “Nadie quiere entrar a su casa y verla así”, agregó sobre la angustia que le genera a su clienta esta situación.
A pesar del desgaste, Proietti dijo que no es fácil reclamar por daños y perjuicios cuando no existe un contrato firmado que detalle el estado original, admite el abogado: “El proceso judicial solo garantizó la recuperación física del lugar. Sobre la deuda de expensas y servicios, todo parece incobrable. Seguramente esté toda embargada”, admitió resignado.
Proietti contó que Mariela aprovechará sus vacaciones para poner su departamento en orden y la mudanza definitiva se realizará a fines de febrero o principios de marzo. “Cuando lo veas todo blanco e inmaculado otra vez, vas a ver que cambia tu perspectiva”, le dijo el abogado para levantarle el ánimo, a pesar de que sabe que las cicatrices tardarán bastante tiempo en irse. /
Infobae