Viernes 26 de Diciembre de 2025, 10:08
El libro El libro negro de Gerardo Zamora, del periodista Marcelo López Macía, se presenta como una de las investigaciones políticas más contundentes publicadas en los últimos años sobre la realidad institucional de Santiago del Estero. No se trata de una biografía ni de una crónica partidaria, sino de un trabajo que busca reconstruir, con datos, testimonios y análisis, el modo en que se consolidó un sistema de poder que lleva casi dos décadas gobernando la provincia.Desde las primeras páginas, el autor deja en claro su intención: exponer lo que, según su investigación, permaneció oculto detrás del relato oficial de progreso, estabilidad y modernización. El libro propone una lectura incómoda, porque no se limita a describir gestiones, sino que intenta explicar cómo se armó un esquema político capaz de concentrar poder, disciplinar opositores, condicionar a la prensa y administrar los recursos del Estado de manera discrecional, todo bajo una apariencia de normalidad democrática.
La obra comienza contextualizando el ascenso de Gerardo Zamora tras el fin del juarismo. En aquel momento, su figura emergió como una alternativa renovadora, asociada a la promesa de institucionalidad, transparencia y cambio. Sin embargo, el autor sostiene que ese impulso inicial pronto dio lugar a un modelo político distinto, caracterizado por una creciente centralización de decisiones y una lógica de poder orientada a la permanencia.
A lo largo del libro se desarrolla la idea de que el zamorismo no fue simplemente una administración prolongada, sino la construcción de un sistema. Un entramado político que combinó control legislativo, alineamiento judicial, disciplinamiento social y manejo estratégico de los recursos públicos. En ese esquema, el poder no se alterna: se administra, se reproduce y se protege.
Uno de los núcleos centrales del libro es el análisis de cómo se garantizó esa continuidad. López Macía dedica amplios pasajes a explicar el papel de las reformas institucionales, el funcionamiento del Poder Legislativo y la consolidación de mayorías automáticas que permitieron sostener decisiones clave sin mayores resistencias. La alternancia formal entre Gerardo Zamora y Claudia Ledesma Abdala aparece descripta como una estrategia política que mantuvo intacto el control del poder, aunque cambiara el nombre del cargo ocupado.
El autor sostiene que esta dinámica configuró una suerte de dinastía moderna, legal en términos formales, pero profundamente cuestionable desde el punto de vista republicano. No se trata, plantea el libro, de una violación explícita de la ley, sino de una utilización sistemática de los márgenes legales para perpetuarse en el poder.
Otro de los ejes más contundentes de la obra es el análisis del funcionamiento del Poder Judicial. Según el autor, la justicia provincial perdió progresivamente su autonomía y se transformó en una pieza clave del engranaje político. El libro describe designaciones de jueces afines, causas sensibles que no avanzan, expedientes que se archivan sin explicación y una marcada selectividad en la persecución judicial. Mientras algunas denuncias se diluyen, otras avanzan con rapidez cuando afectan a sectores opositores.
En este contexto, la justicia deja de cumplir su rol de contrapeso institucional y pasa a ser, según el autor, un instrumento más del poder político. Esta situación, advierte, no sólo debilita la división de poderes, sino que genera un clima de impunidad estructural.
La relación del gobierno provincial con los medios de comunicación ocupa también un lugar central en el libro. López Macía describe con detalle el uso de la pauta oficial como herramienta de control. La asignación discrecional de recursos publicitarios, sostiene, generó un sistema de premios y castigos que condicionó la libertad editorial. Los medios alineados reciben financiamiento; los críticos, silencio o asfixia económica. De este modo, la censura no opera de manera directa, sino a través de la dependencia financiera.
El resultado, según el autor, es un ecosistema mediático donde la autocensura se vuelve una práctica habitual y donde la información crítica queda marginada del debate público. En este punto, el libro plantea una reflexión más amplia sobre la degradación del periodismo en contextos de poder concentrado y escasa pluralidad.
Otro capítulo relevante está dedicado al manejo de la obra pública y los recursos del Estado. El autor describe un patrón reiterado de contrataciones, licitaciones cuestionadas y empresas recurrentemente beneficiadas. A lo largo del texto se señala la falta de controles efectivos, la opacidad en el uso de fondos y la existencia de un entramado económico que se retroalimenta del poder político.
Este modelo, sostiene López Macía, no sólo impacta en las finanzas públicas, sino que consolida una red de intereses que depende directamente del sostenimiento del gobierno de turno. El Estado, en ese esquema, deja de ser un administrador del bien común para convertirse en el eje de un sistema de favores, negocios y lealtades.
El libro dedica también un apartado especialmente crítico al modelo extractivo y al impacto ambiental. Se describen desmontes masivos, avances sobre territorios protegidos y una débil aplicación de la legislación ambiental. El autor vincula estas prácticas con intereses económicos cercanos al poder y con la falta de controles efectivos por parte del Estado provincial. Las consecuencias, señala, no son solo ecológicas, sino sociales, ya que afectan a comunidades rurales y profundizan desigualdades estructurales.
Otro aspecto central del análisis es el control social. El texto sostiene que el empleo público y los programas de asistencia fueron utilizados como herramientas de disciplinamiento político. En una provincia con altos niveles de dependencia del Estado, el acceso a un trabajo o a un beneficio social se convierte, muchas veces, en un mecanismo de presión. Según el autor, esta lógica contribuye a desalentar la crítica, debilitar la organización social y garantizar apoyos electorales.
En los capítulos finales, el libro aborda el rol del matrimonio gobernante y la consolidación de una estructura de poder cerrada, con escasa renovación dirigencial y una oposición fragmentada o cooptada. El resultado, plantea López Macía, es una democracia formal, con elecciones periódicas, pero con serias limitaciones en términos de competencia real, pluralismo y control institucional.
La conclusión del libro es contundente. Santiago del Estero aparece retratada como una provincia donde se consolidó un modelo de poder propio del siglo XXI, adaptado a los tiempos modernos, con formas democráticas pero prácticas autoritarias. Un sistema que no necesita recurrir a la represión abierta, porque se sostiene en el control económico, institucional y simbólico.