Jueves 09 de Noviembre de 2017, 15:18
"Giselle Rímolo contaba con un séquito que la seguía a todos lados. Aunque se trataba de amoldar a la vida tumbera lo mejor posible, nunca pasó desapercibida. Se cuidaba tanto en las comidas como en el más mínimo de los detalles de su imagen. Algunas de las compañeras hacían de estilistas, manicuras, cosmetólogas o psicólogas. En esta vida todo tiene un precio. Giselle lo pagaba sin chistar".
La que cuenta la intimidad de Giselle Rímolo en la cárcel de Ezeiza es María Silvina Prieto, condenada a perpetua por un crimen, ahora en libertad. Convivieron en el penal en 2004, cuando la falsa médica estuvo en su pabellón. Prieto escribió sus días con Rímolo en la cárcel y hace 4 años obtuvo 15 mil pesos por ganar el primer premio de Crónicas "La Voluntad", de la Fundación Tomás Eloy Martínez, la revista Anfibia, la editorial Planeta y los escritores Martín Caparrós y Eduardo Anguita.
Su abogado, Roberto Schlagel, contó que "ella tiene un estado psiquiátrico de estrés postraumático, producido por una brutal agresión que sufrió en su segunda detención en el año 2004 en el penal de mujeres de Ezeiza".
Rímolo hace lo imposible para no volver a la cárcel desde que la semana pasada la Corte confirmó su condena de 9 años por ejercicio ilegal de la medicina. El miércoles, en un estado de shock y sedada, el Servicio Penitenciario finalmente la sacó de su casa en Don Torcuato, la llevó a una clínica y su destino será la Unidad Penal 28 si la defensa no logra la prisión domiciliaria o en una clínica psiquiátrica.
La "doctorcita" como la llamaba su ex, Silvio Soldán, que también estuvo unos días preso
Deprimida, sin las extensiones y con algunos kilos más, sus días serán diferentes a los que relató su excompañera de celda:
"Seguíamos con tanta atención la vida de la diva que no nos dimos cuenta de que ya estaba entre nosotras. La habían traído de incógnito y no la podían alojar en pabellones comunes porque transitaba un post-operatorio de una lipoescultura reciente. Así, vendada e inflamada, no podía mostrarse en público. Por eso, pasó su primera etapa en cautiverio en el centro médico de la unidad.
Con Giselle, compartimos unos cuantos meses de ese fatídico 2004. Se fue un viernes, envuelta en un tailleur de reconocida marca de color rosa, que hacía juego con las uñas recién pintadas y el pelo medio ondulado. Nunca pareció una presa común, tampoco lo era, pero se encargó de no sobresalir demasiado".