Sábado 23 de Julio de 2016, 09:43
Si bien se trata de mujeres hechas y derechas, el fastidio de las hijas –cuando sucede– está lejos de ser infantil. Según explica la psicóloga Adriana Grabowski, “es inevitable que la situación les haga ruido porque se vincula con lo edípico, por eso genera inquietud y malestar”.
De acuerdo con lo que plantea la teoría psicoanalítica, el complejo de Edipo se da durante la niñez y hace que, a nivel inconsciente, la niña quiera amar carnalmente a su padre y fantasee con la muerte de su madre. Se trata de un conflicto que una vez resuelto no deja secuelas, pero aun cuando se haya superado esa etapa con éxito, la relación del progenitor con una mujer menor o de la misma edad que la hija, remueve cuestiones relacionadas a este conflicto inicial.
“De pequeña, la niña fantasea quedarse con su papá”, explica Grabowski, “ya de adulta, si el padre sale con alguien que tiene la misma edad que su hija estaría, de alguna manera, realizando esa fantasía, lo cual a esa altura pasa a ser revulsivo”, señala la especialista.
La teoría es muy clara en los libros, pero en la vida es difícil de advertir. “Hay componentes que le dan sentido a la molestia que experimenta la hija, aunque ella no los pueda discriminar de manera consciente”, agrega Grabowski.
Y si bien las situaciones no son definitorias, ya que cada persona las vive de manera diferente, hay dos factores que inciden a la hora de procesar la noticia: el tipo de relación que mantengan padre e hija y el grado de influencia que ejerce lo cultural.
Es que, en la vida de manual, el amor es para siempre, pero esa idea se desmorona cuando en una pareja la diferencia de edad es notoria: se asume que no hay mucho futuro de a dos, ya que el más joven estará destinado a quedarse solo antes de tiempo. En ese sentido, las parejas disparejas no cuadran en el esquema tradicional.
“Estamos en un momento de transformación social y empezamos a encontrar modelos de amor que no son los convencionales y eso, dependiendo de la apertura de cada uno, podrá ser mejor o peor metabolizado”, indica Claudia Peires, psicóloga y secretaria científica de la Asociación Gestáltica de Buenos Aires (AGBA). Así, para las hijas que tengan mentalidad más abierta, la noticia será menos impactante.
Otro punto clave es el tipo de vínculo que tienen el padre y su hija. “Si ella es muy dependiente de la figura paterna, si tiene muy idealizado a su padre y necesita que él le brinde atenciones especiales, la llegada de una pareja no va a ser bien recibida”, señala Peires y aclara que, en ese caso, la edad es tan solo un dato más, “sucedería lo mismo si la nueva pareja fuera coetánea del padre”. Pese a que el panorama es complejo, pasar de un rechazo inicial a la aceptación amorosa es posible. Para Grabowski, “encontrar esos componentes internos que son inconscientes alivia porque ayudan a comprender el enojo y el malestar, y ese es el primer paso para poder elaborarlo”.
También es fundamental conversar sobre el tema en familia. “Hay que plantear el problema y que cada uno pueda expresar qué siente, qué hubiera esperado, la colaboración que está dispuesto a dar, entre otras cuestiones”, indica María Esther De Palma, terapeuta familiar e integrante de Sociedad Argentina de Terapia Familiar.
Algunas familias saben sacar los trapitos al sol, pero a otras les cuesta. Incluso en esos casos, De Palma advierte que lo mejor es conversar de inmediato. “Cuanto más rápido se aborda el tema, mejor es el pronóstico; porque uno tiene reacciones que a veces ni siquiera comprende y eso va generando más discusiones y peleas que lo único que hacen es empeorar la relación”. Es que obstinarse y generar conflictos con la nueva “nena de papá” no sirve de nada. Ya lo dice la famosa frase, más allá de ser trillada: para “el amor no hay edad”, le pese a quien le pese.