Miércoles 20 de Diciembre de 2017, 20:33

Alberto Vier le saca brillo a los zapatos del microcentro tucumano.
El sol de diciembre rebota en todas las esquinas de Tucumán, pero en ningún lado brilla tanto como en los zapatos que pasan por las manos de Alberto Antonio Vier. Tiene 70 años y desde los 12 es el lustrador que le pasa tinta y pomada a hombres y mujeres en su parada de la San Martín al 400, entre locales de empanadas y minutas. "Hace 59 años estoy en esta misma galería. Han pasado muchos años. Acá estoy desde que usaba pantalón corto. Acá he pasado mi niñez, mi juventud, y acá me voy haciendo viejo".Alberto tenía 12 años cuando ocupó el banco de madera y el lugar que nunca iba a dejar: sentado en la entrada de la galería, pegado a la pared que da a la Federación Económica Tucumana, debajo del mítico cartel donde años atrás un Maradona de neón hacía jueguitos con la pelota y ahora sólo queda la pared pintada a mano de Salvic Deportes. Desde aquí, el lustrador lo ha visto todo: "Acá lustré zapatos desde presidentes de la Argentina hasta al barrendero de la calle. Acá le lustré los zapatos al doctor Menem, al presidente de facto Lanusse, al doctor Mender de la Cámara Federal. Pero sobre todo trabajo con mucha gente de pasada, que las ubico por el saludo. Clientes míos tengo en la Caja Popular de Ahorros, en los bancos, en Casa de Gobierno. Es gente con la que hicimos amistad en todos estos años". Y, como lo contaba recién, despide a un conocido: "¡Chau, Roberto!"
El lugar de trabajo de Alberto es simple y bello: lo rodean botellitas de tinta Fix, latas de pomada Cobra y Wassington, paños y cepillos con el mango de madera y las cerdas de crín de caballo. Todo sobre una alfombra de papel de diario que sostiene al fiel compañero de todas las mañanas. "Este cajón, así como usted lo ve, tiene 60 años. Es incalculable saber cuántos zapatos de Tucumán han pasado por aquí. Me lo hizo mi papá. Él era empleado de la universidad. Donde se coloca el pie iba enterrado un fierro macizo. Como era de bronce, se gastó con los años. Lo hicimos sopletear hasta que se rompió. Entonces un herrero conocido mío me dice: ’Alberto, le sacamos la parte gastada, yo le voy a poner una planchuela de máquinas agrícolas, vas a ver el resultado que va a dar’. Y así quedó: está intacto el cajón".
Sobre esta planchuela con forma de zapato y tacón han pasado pares de botas y zapatos de transeúntes anónimos desde la década del 60, otros tiempos. "La gente que viste bien, siempre usa zapatos. Ahora la muchachada, la juventud, anda mucho con zapatillas, con sandalias, nada que ver con nosotros porque zapatillas no podemos lustrar salvo que sean zapatillas de cuero. Si son zapatillas de tela, tendrán que lavarlas en la casa", se ríe.
Lo que no ha cambiado es cómo lustra el señor Vier:
"Yo tengo mi propio estilo. El zapato, antes de lustrarlo, hay que cepillarlo, sacarle la tierra que tiene, el polvillo, ponerle la tinta y, si es que hace falta, dejar que se seque solo. Yo ya conozco: cuánto tarde en secarse depende si el cuero está más gastado o no. Luego se le pone cera, aunque casi ya no se consigue, y pomada. Si yo veo que puedo terminar un zapato ahí mismo lo hago y sino hago que el cliente suba el otro pie y sigo con el mismo sistema".La lustrada cuesta 40 pesos y dura unos 10 minutos: Alberto hace unos 25 pares por mañana. "Tenemos días buenos, días malos, regulares. La mayoría son hombres, pero también hay mujeres. Hay una señora de canal 8 que siempre me trae las botitas para que les lustre. En general, las mujeres siempre están más apuradas. No se quedan tanto de pie como los hombres a los que les lustro. Ellas dejan los zapatos y las botas en una bolsa y después vienen a retirarlas".
¿Cómo ha visto este Pichuco sin bandoneón el brillo de Tucumán durante el correr de los años? "La plaza Independencia siempre fue mi vecina. A pesar de que la limpian, está abandonada. Antes había un cuidador que no dejaba que se sienten en los respaldos de los bancos. El que toma helado, tira el helado; el que fuma, tira el cigarro. No se ensuciaba el banco de la plaza. Apagaba el cigarrillo con el zapato, lo levantaba y lo tiraba en el papelero. Antes había un respeto único y la gente vestía bien, humilde o no, pero siempre con zapato".
Y si de zapatos hablamos, los que no pueden dejar de brillar son los del propio lustrador.
"Es el ejemplo mío que tengo que dar. Si yo voy a tener los zapatos sucios, la gente va a decir: ’Si éste no se lustra sus propios zapatos, ¿qué va a lustrar a otros?’. Eso es clave. Eso y respetar las paradas. A mí no me gustaría ir a meterme a la parada de otro colega, como otro colega no se metería en la mía. Antes éramos muchos lustradores: la mayoría estaban en los bancos, en la confitería Colón, en la farmacia Massini. Antes, más allá de la condición económica, se vestía mucho el zapato. Ahora ya no hay tantos lustradores, pero estoy yo, siempre en el mismo lugar. Como todos los días, hace casi 60 años", cierra Alberto, y se pone de pie. Lo aplaudamos. Para Alberto, todos de pie.
Fuente: http://www.eltucumano.com/noticia/245709/alberto-lustrabotas-hace-59-anos-saca-brillo-mismo-lugar
Más leídas hoy
Más leídas en la semana
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10