Mujeres que accedieron al aborto legal descubrieron cruces con sus nombres en un cementerio donde enterraron los fetos

Viernes 16 de Octubre de 2020, 17:14

El cementerio en Roma, Italia, que se hizo con los fetos de decenas de mujeres a las que no le consultaron.



Pequeñas cruces de madera y metal, algunas pintadas de blanco, otras ya caídas, se alinean en el sector 108 del cementerio Flaminio de Roma. Todas llevan nombres de mujeres pero ninguna de ellas está enterrada ahí. Son personas gestantes que optaron por un aborto legal. El descubrimiento de ese cementerio de fetos enterrados sin la autorización de la madre, cuyo nombre aparece en las tumbas, provocó una oleada de indignación y denuncias por parte de las asociaciones de defensa de los derechos de las mujeres.

“Pensar que alguien se apropió de su cuerpo, celebró un rito, y lo enterró con una cruz que lleva mi nombre encima fue abrir una herida”, contó a AFP Francesca, una de las madres afectadas. “Me siento traicionada por las instituciones”, lamenta. En septiembre de 2019, Francesca, de 36 años, quien reside en Roma, decidió abortar porque el feto presentaba un grave defecto cardíaco. Un año después, descubrió que fue enterrado sin su consentimiento y con un símbolo religioso que no la representa. Francesca no es la única indignada.

Hace un mes otra mujer que tuvo un aborto descubrió su nombre en una cruz en el cementerio Flaminio, por lo que decidió publicar en Facebook una foto sobre el caso, desatando reacciones, comentarios y protestas. Para Elisa Ercoli, presidenta de la asociación de defensa de la mujer “Differenza Donna” (Diferencia Mujer), se trata de “un acto horrible y autoritario”, por lo que decidió pedir una investigación oficial.

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En las cruces ubicaron los nombres de las madres que abortaron sin que ellas supieran.Por: AFP | AFP

En Italia, que legalizó en 1978 el aborto, se autoriza la interrupción del embarazo dentro de los tres meses posteriores a la concepción, pero también autoriza a los médicos invocar la objeción de conciencia, lo que dificulta abortar libremente.
En un país sumamente católico, siete de cada diez ginecólogos se niegan a realizar abortos, por lo que en algunas regiones son pocos aquellos dispuestos a prestar ese servicio médico público. La mayoría de las cruces en el cementerio romano son de mujeres que abortaron entre 2017 y 2020, pero se entierran fetos desde el año 2005 y no solo en la capital.

Se descubrieron cementerios también en la ciudad de Brescia, en el norte del país. Una ley de 1990 estipuló que los fetos menores de 20 semanas deben ser tratados como desechos hospitalarios especiales e incinerados, pero en caso de un aborto después de la vigésima semana, los hospitales deben entregar los fetos a los servicios funerarios para su entierro, incluso sin el consentimiento de los familiares. Las autorizaciones requeridas para el transporte y entierro, emitidas por los hospitales, incluyen en general los datos personales de los padres, que deben mantenerse confidenciales.

La norma no se respetó en el caso del cementerio de Flaminio. Los servicios funerarios están a cargo de AMA, la empresa municipal responsable de la gestión de la basura y la limpieza de la ciudad. En un comunicado emitido tras el escándalo generado con la publicación de la primera foto en Facebook, AMA explicó que el feto había sido enterrado “según las instrucciones específicas del hospital donde se había realizado la intervención”. AMA no precisó, como fue solicitado por AFP, sobre quién o qué entidad dio el nombre de la mujer que abortó y por qué se violó el anonimato, que se respeta en otros cementerios.

Muchas mujeres, incluida Francesca, se enteraron de que sus fetos fueron enterrados solo después de la denuncia aparecida en Facebook, el 28 de septiembre. Francesca, que no quiso revelar el nombre del hospital público donde interrumpió su embarazo, contó a AFP que en tres ocasiones pidió información sobre el feto, pero que nunca le informaron sobre el eventual entierro y que solo recuerda que firmó unos papeles en el momento de las contracciones.

“Los médicos indujeron un parto prematuro. Cuando el dolor de las contracciones aumentó, me hicieron caminar mucho y de camino a la sala de partos, me entregaron varios papeles, que firmé sin ni siquiera leerlos”, recuerda. El caso romano afecta también la vida privada de las personas al señalar sólo a la mujer que pone fin a su embarazo, con nombre y apellido, y sin tener en cuenta además que un hijo en general lleva también el apellido del padre. “Ver mi nombre en la cruz fue como recibir un castigo”, confesó Francesca. /TN