Bill Gates y Jeff Bezos invierten en un tucumano que quiere salvar al mundo

Viernes 20 de Noviembre de 2020, 14:07

Diego Sáez-Gil



En 2014, un grupo de argentinos había creado una serie de valijas inteligentes y financiado su aventura por crowdfunding: así habían logrado sacar el producto a la calle y nacía Bluesmart, con sede en Brooklyn, Nueva York, pero con el corazón celeste y blanco.

Tanto éxito lograron que hasta el mismo Usain Bolt usara sus productos y Marcos Galperín les había ofrecido su plataforma, MercadoLibre, para vender sus productos a escala local. Envalentonados, en 2015 habían anunciado inversiones por 100 millones de dólares para abrir un centro de distribución en el país. Pero a finales de 2018, la prohibición de llevar baterías de litio en el equipaje despachado dio un duro golpe a su modelo de negocios. En lo que llamaron un "smart luggage ban" (prohibición, de facto, al equipaje inteligente), la compañía anunció un cese de operaciones y la venta de sus activos a la empresa Travelpro.

El tucumano Diego Sáez-Gil, uno de los fundadores, ahora volvió con un nuevo proyecto llamado Pachama, que ya llamó la atención de inversores como Ryan Graves (Uber), Paul Graham (Y Combinator) y Chris Sacca (Google). Pero también de Bill Gates y Jeff Bezos, los hombres más ricos del mundo.

Luego de recorrer Asia, Sáez-Gil volvió a su Tucumán natal y se fue con sus dos hermanos menores de viaje al medio de la Amazonas, en una travesía en auto por Perú y Bolivia. Ahí se reconectó con la naturaleza, y cuando volvió a vivir a California, se instaló en una casa en las montañas en Santa Cruz, rodeado de árboles de secoyas (redwoods).

"Luego de haber visto la contaminación industrial en China, de ver la desforestación en la Amazonia, de ver lo que está pasando con el cambio climático y de saber el poder que tiene una idea, me pasé mucho tiempo investigando y llegué a este emprendimiento", cuenta sobre el inicio de Pachama: un mercado que permite a las empresas comprar créditos de carbono para compensar las emisiones.


"Una de las soluciones más efectivas para combatir el cambio climático es reforestar y cuidar los bosques, porque los árboles capturan el carbono de la atmósfera. Hay 1000 millones de hectáreas en el planeta que pueden ser reforestadas sin competir con la agricultura", dice.

El mercado de créditos de carbono fue creado por las Naciones Unidas y funciona así: el "oferente", que es el que se ocupa de reforestar, contrata auditores -generalmente de Washington D.C. o de Suiza- que mandan inspectores al campo a contar los árboles y a medirlos. Después de un proceso lento, dan el certificado de crédito de carbono para vender.

Del lado de la demanda, hay empresas que están obligadas a compensar sus emisiones de dióxido de carbono (CO2), como sucede en Canadá, California y algunas partes de la Unión Europea, que compran estos créditos. Otras lo hacen voluntariamente, como Google, Apple y Patagonia. Cada crédito de carbono equivale a la vida de un árbol que captura en promedio una tonelada de CO2, y puede costar entre US$10 y US$30.

"Como todo el proceso para certificar el crédito de carbono es caro y difícil, no está sucediendo. Podríamos estar reforestando muchos bosques, pero el dinero está yendo a otros proyectos que son más fáciles de certificar", dice Sáez-Gil.

Su emprendimiento, el cual ya tiene un año de vida, se enfocó en construir herramientas tecnológicas que permiten que la certificación sea más fácil, utilizando imágenes satelitales e inteligencia artificial a través de machine learning (aprendizaje automatizado). "La inteligencia artificial lee las imágenes satelitales y puede hacer lo mismo que hacen los auditores yendo al campo: contar árboles y saber cuánto biomasa y carbono captura ese bosque. Es la misma tecnología que usan Facebook o Apple para identificar las caras", explica.

"Con esto vamos a permitir que estos créditos de carbono de bosques se emitan más rápido y más fácil. También estamos haciendo un mercado online, del estilo Airbnb o Mercado Libre, donde se conectan por un lado los dueños de bosques que tienen estos créditos con las empresas que necesitan comprarlos. Eso no existe hoy y vamos a ser uno de los primeros en hacerlo", indica.

La nueva startup con sede en California utiliza imágenes satelitales e inteligencia artificial para validar el trabajo que hacen los restauradores de bosques. "Una de las maneras de cuidar el medio ambiente es la reforestación, reforestar el planeta revierte los problema del cambio climático. En Tucumán se inunda porque los bosques no paran el agua, por la deforestación, son fuente de alimento para comunidades y la biodiversidad permite que la tierra sea fértil para la agricultura. Son una solución valiosa para el futuro de la humanidad", explicó en conversación con la Fundación del Tucumán. Otro de los puntos claves del proyecto es hacer crecer el mercado de permisos de emisión.

En la Argentina, la huella de carbono promedio por persona es de 8,4 toneladas de CO2 equivalente. La cifra surge del último reporte de Climate Transparency, que mide las emisiones de los países del G20. Por cierto, la huella media de estas naciones es de 7,5 toneladas. Lo que deja en evidencia algo de lo que poco se habla: más allá de sus vaivenes, el modelo de desarrollo de la Argentina es intenso en carbono: un modelo sucio. 

"Estamos recién empezando, tenemos perfil bajo. Pero ahora los millonarios del mundo ven que no les va a servir su fortuna en un planeta que puede quedar inhabitable", expresó el emprendedor Sáez-Gil. /Infotechnology