Estuvo 11 años presa con su amiga por un crimen que no cometió: “Nadie me pidió perdón”

Lunes 23 de Noviembre de 2020, 07:26

Cecilia Rojas y Cristina Vázquez fueron sentenciadas sin pruebas a perpetua. La Corte las absolvió en diciembre: Cristina se suicidó en agosto.



"Nadie me pidió perdón", dice Cecilia.

Cecilia Rojas y Cristina Vázquez eran amigas, vecinas y compañeras del colegio. Estaban en quinto año del secundario cuando fueron detenidas a fines de julio de 2001.

Ersélida Dávalos, 79 años, jubilada del Poder Judicial de Misiones, había sido encontrada muerta en el lavadero de su casa de Posadas, supuestamente asesinada a golpes y con un martillo que había perforado su cabeza.

"Nadie nos decía nada al principio, nos tuvieron como una semana detenidas por averiguación de antecedentes", cuenta Cecilia. No los hubo, como tampoco hubo pruebas que las relacionaran al homicidio, pero la Justicia decidió entonces que igual ellas serían las asesinas.

"Esta es mi historia". Cecilia habla a la cámara y así empieza "Condenadas sin Justicia", el documental que hizo Fabián Pérez Battaglini y que se estrenó el domingo pasado por Youtube.

"Viajé a Misiones para filmar otro documental ("Por amor a la vida", cuenta la lucha de un niño contra el cáncer) y conocí la historia de Cristina y Cecilia, y ahí me contacté con ella y enseguida quise hacer algo", cuenta Pérez Battaglini a Clarín.

"Hice el documental para que se sepa la historia, se escuchen otras voces. Quiero que la gente que aún la señala mire cómo es que se armó una condena. La verdad es que la pobreza de estas chicas ayudó a que se las condene", asegura el director.

No es el primer documental sobre ellas. "Fragmentos de una amiga desconocida" se llama el que hizo Magda Hernández, quien entrevistó a Cristina en el penal para contar su historia y habló con todos los testigos que la noche del crimen que estuvieron con ella, y que nadie quiso escuchar.

En 2002 Cristina y Cecilia fueron presas, luego las liberaron y en 2008 fueron detenidas otra vez. Hubo un juicio oral y en 2010 fueron condenadas a prisión perpetua por "homicidio calificado criminis causa".

"Ella no entendía por qué era acusada de un homicidio si ni siquiera había estado por ahí esa noche", explica en el documental el abogado de Cecilia, Ricardo de la Cruz Rodríguez.

"Si nosotras somos inocentes, claro que vamos a salir, en el juicio esa era mi esperanza, si no había pruebas... nos acusaban de un delito terrible… -dice Cecilia-. Para la sociedad ya éramos delincuentes porque salíamos de noche, porque tomábamos, nos fumábamos un porro... Cuando escuché 25 años quise suicidarme, era perpetua, quise tirarme por los vidrios del tribunal... Yo perdí mi vida, lo que más amaba, la crianza de mi hija".

Bianca, la hija de Cecilia, tenía 3 años cuando ocurrió el asesinato y le arrancaron a su mamá, que la hacían entrar y salir de la cárcel hasta que ya no salió más. La criaron su abuelo y su tío. La mamá de Cecilia murió de un infarto, de tristeza.

"Sufrí mucho bullying, mi mamá estaba presa, y yo viviendo con mi abuelo y mi tío", cuenta Bianca en "Condenadas sin justicia". Cecilia podía ver a su hija todos los miércoles, si no llovía, porque si llovía no podía ir hasta el penal. La llevaba Raúl, su abuelo. El hombre llora ante la cámara, no puede terminar ninguna frase: "Ver a tu hija tras las rejas...".

"No siguieron ninguna otra prueba, no siguieron las pistas ni del electricista ni de su hija, con la que se llevaba muy mal y hasta le pegaba, teníamos testigos que aseguraban eso pero el tribunal no los aceptó", explica el abogado. La hija de la muerta -que trabajaba en el Poder Judicial- fue la querellante.

"A mí me condenaron por ser pobre, por ser mujer, por ser negra", dice Cecilia.

"Los medios eran un asco, a Cristina le decían la reina del martillo -dice en el documental una amiga de las mujeres-. Pensar que la justicia te puede inventar pruebas por cualquier cosa, sentís mucha impotencia, yo estaba con ella ese día". La amiga declaró ante la Justicia que aquella noche estaba con su padre y Cristina en Carupá, a ocho kilómetros de la casa de la muerta.

Los abogados de las dos mujeres apelaron la condena porque no había ninguna prueba que las relacionara ni al hecho ni las ubicara en el lugar. Incluso testigos aseguraron que aquella noche del asesinato las mujeres estaban en otros lados. El fallo fue confirmado por el Superior Tribunal de Justicia de Misiones.

La defensa recurrió entonces a la Corte Suprema, que en 2016 ordenó revisar la causa integralmente, lo que la Justicia de Misiones no hizo y por eso los abogados volvieron a la Corte.

Finalmente, en diciembre de 2019, los jueces Carlos Rosenkrantz, Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda, Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti absolvieron a las dos mujeres. Los miembros de la Corte remarcaron que "la causa resultó ser un ejemplo de un proceso indebido en el que se negó la vigencia del principio de inocencia y la aplicabilidad al caso del in dubio pro reo y que ello se debía a la revisión parcial y sesgada que se había hecho del fallo".

También señalaron que "la aplicación del principio in dubio pro reo permitió arribar a una solución que -aunque en forma tardía- pone fin a la injusticia con dos personas que han pasado varios años encarceladas". Lo que decía la Corte es que nunca hubo garantía de presunción de inocencia.

¿Qué me dejó la cárcel? Nada. Y la sociedad me sigue juzgando", dice Cecilia. "La dejaron libre de un día para el otro y no le dieron asistencia de ningún tipo, ni psicológica ni nada", asegura el abogado.

Ocho meses después, el 26 de agosto, Cristina se suicidó. La encontraron ahorcada en su departamento. Había dejado una nota de despedida. "Fue un dolor muy grande que aún hoy no puedo tolerar. Ella no pudo soportar la presión social, la sociedad es muy discriminadora -dice Cecilia-. Yo me aferro a mi vida por mi hija y por seguir pidiendo Justicia".

"Quiero recuperar los momentos perdidos, viajar, compartir cosas con ella", pide Bianca, que tiene 21 años, y estudia Turismo. Cecilia ahora vive con ella, y con la pareja de su hija, que les hicieron un lugar, porque no tiene dónde vivir.Cecilia tiene 38 y trabaja en el Comité de Prevención de la Tortura, un empleo que le dieron después de ser absuelta. Lo que cobra no le permite alquilar un lugar para ella. "Nadie hizo nada por mí", dice a Clarín.

Cuenta que dos semanas atrás la recibió el gobernador Oscar Herrera Ahuad: "Quieren ver si van a firmar la permanencia en mi trabajo, porque mi contrato se termina... y me ofrecieron una vivienda de madera en un asentamiento, y no es por despreciar ni decir nada por los asentamientos, pero me quieren dar los despojos de ellos".  

"La Corte dijo que el daño es irreparable, y no me repararon, ni siquiera con contención psicológica, yo averigüé pero cada sesión sale más de mil pesos y no puedo pagarlo, no tengo ningún subsidio ni siquiera en el IFE me aceptaron", se queja Cecilia.

Cuenta que le cuesta salir a la calle, que la exaltan los gritos, los ruidos fuertes, ver a la policía. Parte de su trabajo consiste en ir a los penales para hacer monitoreos en contexto de encierro: "Veo a esas chicas presas, y me provoca mucha angustia, mucho estrés...".

Cecilia no pudo terminar la secundaria, todo pasó cuando estaba en quinto año. "Pensar que esa noche Cristina estaba en Carupá y yo en mi casa...". Con su amiga compartieron nueve años en la Unidad 5 de Posadas. Estaban en distintos pabellones, pero se buscaban y se veían todo el tiempo que podían.

"Me robaron 18 años, la mitad de mi vida. Mi única fortaleza adentro del penal era pensar en mi hija y pelear por mi libertad, si no me mataba -dice a Clarín-. A Cristina después no la ayudó nadie, ni la Iglesia, que le daba bolsones para que ayudara y a ella le hacía mal ver a la gente necesitada. La extraño un montón, lo que hablaba con ella no puedo hablarlo con nadie".

Cecilia le inició juicio al Estado, por todos estos años robados. "Me gustaría verlo al presidente para pedirle la destitución de los jueces, que siguen ahí como si nada, armando causas, son unos corruptos", dice. La destitución de esos jueces la piden cada 26 de mes cuando con familiares y amigos hacen una marcha frente a la Casa de Gobierno y piden justicia para Cristina.

Ahora Cecilia tiene dos sueños, además de la esperanza de Justicia: armar un merendero y ponerle de nombre Cristina, y estudiar, quiere ser psicóloga. /Clarín