Un pueblo tuvo que esperar 40 años para enterrar a sus muertos

Viernes 22 de Enero de 2021, 07:06

La caravana de deudos de las víctimas de Llacchúas -en Perú- llevó a mano los ataúdes hasta la cima de una colina.



Una gestión conjunta llevada adelante por la Fiscalía de Estado, un equipo especializado de forenses, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y el Ministerio de Justicia permitió que un grupo de pobladores de Llacchúas (Perú) pudiera despedir dignamente y sepultar a sus familiares asesinados, después de una espera de casi cuarenta años.

El conflicto armado interno que enfrentó a las fuerzas estatales con la organización guerrillera Sendero Luminoso provocó 31 víctimas fatales en esta aldea del departamento de Ayacucho entre 1984 y 1987, además del incendio y saqueo de decenas de viviendas. Ahora, las autoridades lograron recuperar 27 cuerpos, uno de ellos sin identificar.

Según consignan el sitio web mayka.pe y el Comité Internacional de la Cruz Roja, después de que los forenses terminaron de armar los restos disponibles en cada ataúd, la comunidad trasladó los cajones para depositarlos en los nichos construidos sobre la cima de una colina. Luego, la gente del lugar ofreció un almuerzo a todos los que participaron de la ceremonia.
Reconocimiento

“Que el Estado reconozca a nuestros muertos me dice que este pueblo existe. Mi corazón se siente feliz”, expresó Camilo Muñoz, que perdió a sus padres como consecuencia de la acción terrorista. Hasta que se llevó a cabo este acto de reparación, el Lugar de la Memoria de la Asociación Nacional de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú no tenía registro de los crímenes cometidos en la zona.

Antes de completarse los entierros en el espacio habilitado por la Municipalidad de Chaca, Katherine Valenzuela –funcionaria de la Comisión Multisectorial de Alto Nivel de la cartera de Justicia- admitió que “el Estado fue responsable por no haberlos protegido. El Estado también abusó de ustedes. Perdón”.

De acuerdo a los relatos de los propios habitantes de Llacchúas, la tragedia colectiva comenzó a desencadenarse en agosto de 1984, cuando una patrulla militar secuestró y mató a Abilio Quispe Morales. Más de tres décadas después, los huesos recuperados del campesino fueron entregados por un médico forense a su viuda, Juana Chahua, y sus hijos Sergio y Zacarías.
Recuerdo de la niñez

Sergio Quispe Chahua (hoy de 40 años) recuerda que, a sus 3 años de edad, escuchó el comentario acerca de que primero ingresaron a su comunidad integrantes de Sendero Luminoso y después llegaron tropas del Ejército desde Santillán.

A fines de 2002, representantes de la Comisión de Derechos Humanos, la Unidad de Investigación Forense de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y la Fiscalía Provincial Mixta de Huancasancos inspeccionaron el área afectada por los ataques insurgentes y consiguieron identificar, exhumar, velar y enterrar los cuerpos de las víctimas en el cementerio 3 de Abril de Santiago de Lucanamarca. /Clarín